martes, 11 de agosto de 2015

Por fin..

Una ligera brisa mecía las hojas de los árboles.
El Sol, en su camino hacia el olvido nocturno, dibujaba curiosas sombras en aquel jardín del centro
Andrea cerró los ojos.
Le apetecía escuchar el silencio de aquel momento, sentir su piel bañada por aromas de un otoño apenas despertado, efímeros rayos de luz coqueteando con el tímido rubor de sus mejillas.
Estaba nerviosa.
Se había prometido no estarlo. Pero no podía evitarlo.
Hacía semanas de aquello.
No lo había olvidado. Nunca lo haría.
Otra tirita más en su corazón.
No le quedaba otro remedio.
Ella era así.
Tendría que aceptarlo. Y aceptarse.
Amar demasiado también implicaba la posibilidad de que te hicieran daño.
Siempre lo supo, aunque nunca quiso verlo.
Pero ahora se sentía fuerte.
Era algo que le debía a la vida.
"Lo que te golpea no sólo te hace daño. También te hace más fuerte "
Eso le decía su padre.
Le echaba de menos.
A lo lejos, el ruido de hojas que se rompen bajo las fugaces pisadas de una pareja de corredores, risas de niños persiguiendo un balón bajo las atentas miradas de madres demasiado protectoras.
Debió ser eso.
Sus padres la protegieron demasiado. Había crecido bajo la invisible cúpula que ellos le habían construido a base de amor y proyecciones fantasmas de un mundo irreal.
Sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos.
Ella haría lo mismo con sus hijos. Lo sabía.
- Andrea...
Levantó la mirada y lo vió.
Por fin...

sábado, 8 de agosto de 2015

A partir de ahora...

El amargo aroma del café inundaba la habitación.
Andrea entreabió los ojos. No recordaba cómo había llegado hasta allí.
Para ser sincera, no sabía muy bien donde se encontraba.
Unas tazas, el sonido de algún cajón, ruidos de metales entrechocando...
Volvió a cerrar los ojos.
Había tenido una pesadilla. Seguro que había sido eso. Debía serlo.
El calor de aquellas sábanas se arropaba contra su cuerpo.
El sonido de la puerta, entreabierta, la obligó de nuevo a mirar la realidad.
- Buenos días, cómo te encuentras?
Marcos se sentó en el borde de la cama y colocó la bandeja con suavidad en la escuálida mesita que había junto al cabecero.
Buscó su mano y una agradable sensación de seguridad empezó a desbloquear las puertas de su miedo.
- No he querido despertarte antes - dijo casi sin elevar la voz - pero creo que debes comer algo....Llevas más de veinticuatro horas durmiendo...
Andrea, aún abrazada por una dulce semiinconsciencia, no entendía lo que acababa de oir...
- Cómo dices? - logró articular tras unos segundos
- Que llevas más de un día aquí acostada...Nos tenías preocupados...
Nos?
A quienes?
Andrea no se atrevió a verbalizar su pensamiento.
- Alberto ha llamado un montón de veces...No ha querido decirme nada...Sólo ha insistido muchísimo en que te diga que lo siente...
Andrea, atravesada por una especie de corriente eléctrica, fue consciente, al fin, de la situación.
- Habeis discutido? - preguntó tímidamente Marcos
Andrea logró acomodarse en la cama. Apoyó su espalda en aquella pared desnuda y miró a su hermano como si lo viese por primera vez en mucho tiempo.
- No te preocupes - dijo forzando una sonrisa - todo está bien...Anda ayúdame con la bandeja...huele que alimenta...
Marcos no se atrevió a seguir insistiendo.
La conocía lo suficiente como para saber que le contaría lo ocurrido cuando llegase el momento. Si es que llegaba, claro.
Andrea sorbió despacio aquel líquido humeante.
Sí. Todo estaba bien.
A partir de ahora....todo iba a estar bien.