miércoles, 27 de agosto de 2014

Me voy

-        Menuda tontería!
Esa fue toda la respuesta de Elisa, una de las administrativas más veteranas del centro.
Se había sentado en la consulta cuando Andrea terminó con el último paciente. Se la notaba cansada. Su pelo rizado no tapaba las oscuras ojeras que enmarcaban sus ojos verdes. En una época divertidos, ahora resignados.
Era una mujer difícil.
La vida la había hecho así. Al menos, esa era su respuesta ante las reclamaciones y comentarios que tanto pacientes como compañeros le hacían a diario.
Sin embargo, con Andrea era diferente.
Aquella mujer desencantada de la vida veía en ella a su hija. Una hija a quien quizás la vanidad mezclada con el egoísmo la apartaron de su lado.
Pero no se sentía culpable. Al menos, no del todo.
Una madre soltera como ella había tenido que luchar duro para salir adelante. Era un mundo difícil, una época difícil, un momento aún no preparado para aceptar la independencia y la valentía de una mujer como ella.
Quizás le dedicó demasiado tiempo a la lucha.
Quizás dejó que el engranaje girase demasiado deprisa para que ella pudiese bajar a tiempo…
Quizás su hija tuvo razón cuando se marchó de casa y le escupió en la cara que era una desconocida para ella.
Puede…
Pero era fuerte. No se lamentaba. Asumió sus errores y miró hacia delante con la firme convicción de que el tiempo le daría la razón.
Hacía casi cinco años desde aquel portazo que le había borrado la sonrisa.
Aún esperaba …
Y ahora, Andrea, su única confidente, le decía aquello…
-        No te he preguntado, Elisa, te estoy informando de que pediré traslado…
Necesito cambiar de aire. Necesito pensar…

Andrea se había levantado y miraba por la ventana de su consulta. La calle estaba casi desierta a esas horas de la tarde. Los pacientes esperaban las primeras brisas para salir de sus escondites…
Necesitaba olvidar…

viernes, 22 de agosto de 2014

Rozaste mi piel.
Y con tu caricia
abriste una puerta
que nunca cerré,
trajiste recuerdos
un día tachados
por vivir sin querer,
me envolviste en algo
que una vez negamos
pero no olvidé.

Rozaste mi piel.
Un escalofrío
cubierto de dudas
recorrió mi ser,
escapó el suspiro
que una vez ahogamos
antes de nacer,
despertaste el sueño
que por no hacer daño
no quisimos ver.

Rozaste mi piel.
Y fue esa ternura,
temblando en tus dedos
la que siempre amé,
reavivaste el fuego
ahogado en silencios
que nunca juzgué,
despertó esa rosa
que por sus espinas
pudimos perder.

Rozaste mi piel.
Y busqué en tus ojos
palabras no dichas
que me hicieran creer,
en un mundo absurdo
donde dos amantes
se pudieran ver,
enlazar sus dedos
y fundir sus cuerpos
sin llorar después.

Andrea encontró el viejo poema con el que un día,  mucho tiempo atrás,  intentó vaciar el cajón de sus sentimientos. Le hicieron daño.
Ahora sufría de nuevo.
Por qué no lograba acertar con los hombres?
Por qué estúpida razón había creído que Carlos era diferente?
Suspiró y recordó la escena de la cafetería.
Carlos sonriente se dejaba mimar por la siempre perfecta Patricia.
Andrea no pudo soportarlo y salió de allí sin esperar una patética justificación de aquella hiriente felicidad.
No lo necesitaba.

jueves, 21 de agosto de 2014

- Buenos dias, Andrea
La voz de Patricia la cogió por sorpresa.
Andrea se había animado a salir de la burbuja que la absorbía todas las horas de consulta y le apetecía estar sola.
Estaba cansada de quejas, lamentos, coincidencias.
Demasiada información vomitada en pocos minutos.
Pero así estaba el sistema. Lo sabía.  No luchaba por cambiarlo, sólo por sobrevivir.
Despegó las pupilas del borde de la taza del café y las fijó en su inesperada acompañante.
- Hola, Patricia. Cómo tú por aquí?
Lo preguntó por costumbre, pero sinceramente no quería conocer la respuesta.
La sonrisa de Patricia no le auguraba nada agradable.
- He quedado aquí con Carlos. Te importa que te acompañe?
Patricia no había esperado ninguna respuesta. Se había acomodado en la silla que estaba frente a ella y le estaba haciendo señales a la camarera para que se acercase a la mesa.
Andrea se limitó a sonreir y a fingir que le parecía una idea estupenda.
- Cómo llevas la mañana?- preguntó la rubia despues de pedir su desayuno
- Bien, muy bien - mintió - incluso he podido hacer un kit kat
- Me alegro...es agotador. La gente no imagina lo que puede llegar a desgastar este trabajo...cada paciente requiere que borres el problema del anterior y que reinicies tu disco duro...
- Bueno, tu trabajo tampoco es fácil - replicó Andrea interrumpiendo aquel monólogo reivindicativo.
Patricia se recogió algunos rizos detrás de su oreja derecha. Estaba deslumbrante.
- Tienes razón.  Es distinto. Tengo mucha responsabilidad y no suelo disponer de segundas oportunidades..- Andrea notó un destello especial en los ojos de aquella mujer - Me encanta. Lo admito.
- Es muy importante que disfrutes con tu trabajo. Tú parece que lo haces.
- Lo hago, es cierto...Pero no quiero que sea el centro de mi vida...
Andrea no estaba segura de querer saber cual era ese centro.
- He cometido errores importantes en mi vida, incluso he hecho daño a las personas que más quería...no quiero que vuelva a suceder.
-  No tienes pinta de haber hecho daño a nadie, quizás eres muy dura contigo misma..
-  No creas, Andrea, te sorprendería lo que la gente puede llegar a hacer cuando pierde el objetivo en su vida...
- Hola chicas - la voz de Carlos se filtró entre la gente que se apelotonaba en la cafetería interrumpiendo la inesperada confesión que parecía estar a punto de soltar Patricia.
Andrea notó cómo se le aceleraba el pulso. Aquel hombre tenía en ella un efecto devastador. Cerró los ojos intentando frenar la descarga hormonal que se disparaba sólo con oir su voz.
Sin embargo, lo que vió fue algo demasiado inesperado.
Estaba segura.
Carlos y Patricia habían reanudado su relación.

jueves, 14 de agosto de 2014

Andrea se metió en la ducha.
La necesitaba para aclarar las ideas.
La noche había sido...diferente.
Encontrarse a Carlos, la cena en casa de Patricia, el vino, las risas...
Tenía que admitir que lo había pasado bien.  Era el colmo. Si hasta le iba a caer bien la rubia esa...
Su piel, bajo aquellos finos ríos de agua caliente, estaba adquiriendo el color de la vasodilatación . Le gustaba así.  El vapor nacía de su poros y empañaba el cristal que enmarcaba el pequeño cuadrilátero.
Dejó que aquella sensación de placer le inundara los sentidos.
Todo en esta vida tiene un por qué.  Lo sabía.  Lo había leído en muchos manuales de esos que a ella le gustaban.
Aquella noche, estaba claro que Patricia tenía preparado algo especial para él.
Y, bajo su punto de vista, también estaba claro que Carlos no se sentía preparado para eso. Llevarla a ella era la prueba de que no se equivocaba.
Pero...
Realmente él era tan ingenuo?
Realmente el encuentro a la salida del centro aquella tarde había sido casual?
Había aceptado aquella extraña cena casi sin pensarlo. Quería estar con él. Y quería asegurarse de que no pasaba nada con ... ella.
Pero empezó a arrepentirse nada más comenzaron a pasear en dirección al apartamento.
Qué pintaba ella en aquella cena?
Para su sorpresa, Carlos encontró las palabras perfectas. Parecía algo planeado de antemano. Una agradable reunión de viejos amigos que se cuentan sus peripecias.
Nada más lejos de la realidad.
Cerró el grifo de la ducha y se estiró hasta tocar el suave algodón de su recién estrenado albornoz color pistacho.
Estaba cansada.
Se tumbó sobre las sábanas sin preocuparse de la humedad que empezaba a traspasar su envoltura algodonosa.
Cerró los ojos para poder ver mejor las imágenes de las últimas horas.
Un agradale escalofrío recorrió su cuerpo.
Fue el sueño el que consiguió lo que ella llevaba tiempo sin conseguir.
Carlos estaba tumbado con ella, los dedos entrelazados, los cuerpos fundidos.
Esa noche, al menos, ella conseguiría hacerle sentir...

domingo, 10 de agosto de 2014

No estamos solos

Patricia no entendía nada.
Allí, frente a ella, estaba Carlos....con Andrea.
No sabía qué decir. Sencillamente no era lo que esperaba encontrar cuando abrió la puerta con la ansiedad agolpándose en su garganta.
Pero ahí estaban.
Andrea con una sonrisa impostada y Carlos con la etiqueta de " lo siento" quemándole su mirada.
- Hola...
Era lo único que se le ocurrió.
- Hola - se animó a decir Carlos - Espero que no te moleste que haya venido con Andrea...
Los ojos de Patricia, inundados de decepción,  miraron a la mujer que tenía delante.
Andrea no se sentía cómoda. No quería estar allí y no sabía por qué el destino había hecho que se cruzara con él, justo esa noche...
- No os preocupéis,  hay comida de sobra para los tres...
Sonrió y los invitó a pasar.
Todo el ambiente que había creado,  y que instantes antes la hacían sentir poderosa, ahora se convertían en algo ridículo, por no decir ... humillante.
- Por qué no os sentais un momento en la terraza mientras termino de arreglar la mesa... Carlos, ya sabes donde estan el vino y las copas...
-  Necesitas que te ayude? - dijo Andrea al fin saliendo de aquel estado de obnubilación inesperado
- No, claro que no...Lo tengo casi todo terminado...- se quedó mirándola a los ojos buscando una explicación a todo lo que estaba pasando - Es mejor que te quedes con Carlos. Es como un niño perdido cuando se siente ...violento
Patricia se escondió en la minúscula cocina e imaginó cómo él servía unas copas del vino espumoso que ella había reservado para aquella velada especial.
Mientras ponía el último cubierto en la improvisada mesa para tres, Carlos se acercó a ella.
- Te encuentras bien ? - le dijo sin disimular cierta inquietud...
Ella no sabía qué decirle.
Allí estaba aquel hombre, con su mirada de niño inocente, preguntándole si estaba bien...
Decirle que acababa de arruinar el momento que ella había soñado, que acababa de echarle un montón de hielo a las brasas que consumían su instinto de tenerle...
- Estoy bien, muy bien...Vamos a cenar algo.
Sonrió y acompañó a sus invitados a la mesa.
Otro día.
Quizás...

sábado, 9 de agosto de 2014

Patricia estaba preciosa.
Bueno, era preciosa.
Habían quedado a cenar en el apartamento que ella había alquilado cerca del centro, en una de esas raras zonas residenciales que adornaban aquel pueblo con ínfulas de ciudad donde , sin saber muy bien como, había encontrado a Carlos.
Quería hablar con él. Lo necesitaba.
No estaba acostumbrada a aquello.
Era consciente de que no podría pedir nada, eso era evidente, pero...
Además, estaba ella, la tal Andrea.
Carlos le había dicho que estaba solo, que se había acostumbrado al silencio. Había domesticado sus manías y, por ahora, no tenía ganas ni tiempo, de reflejarse de nuevo en los deseos de otra persona.
Pero cuando estaba con ella, con Andrea, era diferente.
Lo había visto en sus ojos, en el ligero temblor de sus labios, en la sonrisa que le iluminaba cada vez que estaba con ella..
Conocía esos síntomas. Los había visto antes. Cuando la miraba a ella...
Entonces, él...por qué no lo aceptaba?
Andrea no parecía mala persona.
Durante las semanas que llevaba allí, había intentado hablar con ella en un par de ocasiones. Quería conocerla, entenderla...
Pero Andrea siempre parecía demasiado ocupada y ella, si tenía que ser sincera, se había alegrado con cada una de sus negativas...
Quizás era miedo de descubrir a una rival o quizás , sencillamente, no estaba preparada para aceptar que había otra mujer que luchaba a su mismo nivel...
Quería tener a los enemigos cerca...pero aún no había decidido si Andrea lo era...
Sea como fuera, la situación se prolongaba demasiado.
Esa noche se había puesto el vestido que a él le gustaba, había preparado la cena que , años atrás era la preferida de Carlos. Había adornado el austero apartamento y lo había perfumado con sus flores preferidas. Luz tenue. Susurro musical.
El sonido del telefonillo cruzó la habitación.
Había llegado.


domingo, 3 de agosto de 2014

Pasión

Te echo de menos. Sólo quería que lo supieras. Nada más que eso...
Así de simple era lo que Andrea quería decirle a Carlos.
Pero él, desde aquella conversación abortada, se mostraba más esquivo y distante.
Cómo podía un mismo momento significar cosas tan diferentes para cada persona.
Para ella, ese minuto de conversación lo había percibido como una esperanza, como un motivo más de ilusión...
Para él, en cambio, no había significado nada.
Por qué se alejaba de ella si lo único que ella deseaba era abrazarlo?
Cada mañana, al despertarse, visionaba su llegada al centro.
Ella sería la segunda en llegar. El primero, él.
Le buscaría y le diría que necesitaba hablar con él de algo muy importante. De algo que la agobiaba y que la tenía permanentemente bloqueada. De algo que creía que afectaba a los dos.
Él se acercaría a ella. Le diría que también él necesitaba contarle algo, confiarle algo.
Permanecerían de pie, frente a frente.
Sujetando el deseo de su piel por tocarse.
Latidos desbocados. Agonía.  Excitación.
Y ella, incapaz de soportarlo, se acercaría y rozaría sus labios.
Él la atraería hacia sí y le sujetaría su cara entre sus manos.
No hablarían.
Dejarían que fuesen sus manos las que buscasen el remedio a su deseo.
Liberaría sus instintos. Exploraría su cuerpo. Dedos temblorosos buscando el calor de su contacto.
Pasaría lo que hacía meses debía de haber pasado...
Una puerta  cerrada los separaba de una realidad ajena.
Eran ellos.
Sólo ellos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Patricia

Patricia se sentía incómoda.
Era consciente de haber irrumpido sin avisar en la vida de Carlos y sabía que el pasado no jugaba a su favor. Pero había decidido arriesgar.
No le había resultado fácil decidirse.
Desde que lo dejaron o, para ser exactos, desde que ella le abandonase por aquel tipo equivocado, habían pasado muchas cosas.
Había luchado, trabajado, llorado, sufrido, triunfado, vivido...
No había tenido demasiado tiempo para pensar.
Quizás justo por eso, ahora estaba allí.
Se había empeñado en demostrar a todos que una mujer como ella, demasiado hermosa para muchas de sus compañeras y para algún que otro compañero rechazado,   podía sobrevivir sóla en un mundo lleno de competencias y duelos enmascarados.
Y, muy a pesar de la mayoría,  lo había conseguido.
A sus treinta y tantos años, Patricia era una de las neurocirujanas de mayor prestigio, no sólo de España sino también de parte de Europa.
Quizás no fue ese el objetivo que se había marcado cuando estaba con Carlos.
En aquella época,  la más feliz de su vida si lo pensaba durante unos segundos, su meta era sobrevivir.
Una pareja de médicos de familia,  recién salidos del horno, sin posobilidades de conseguir un contrato de una semana seguida...Estaba claro que el horizonte a corto plazo no era demasiado halagüeño,  pero estaba con la persona que amaba y eso era suficiente...Al menos...al principio.
Por desgracia, las tensiones, los miedos, las incertidumbres...todo aquello empezó a agrietar su mundo de fantasía.
Fueron demasiadas horas las que ambos le robaron a la construcción de su felicidad para regalárselas a la codicia y la ambición.
Cuando abrió los ojos, estaba terminando su segunda especialidad, la de neurocirugía, había  abandonado a su mejor apoyo y había sido maltratada por un perfecto idiota...
No le quedaban muchas opciones.
Luchar y completar lo que había empezado.
A Patricia, que siempre jugaba para ganar, todo aquello no hizo más que alentarla a esforzarse cada día más para ser la primera.
La recompensa no se había hecho esperar.
Tenía ofertas importantes de trabajo, proyectos, ilusión...
Pero, sin entender muy bien qué pasó,  una noche, mientras se dejaba arrastar por la pasión en los brazos de otro hombre, pronunció su nombre...
Carlos.