domingo, 22 de junio de 2014

Es tan hermoso tener a alguien a quien amar.
Andrea, confusa e inquieta, no entendía bien el rumbo que debía tomar su vida.
Echaba de menos llegar a casa y hablar con alguien.
Echaba de menos las miradas impacientes a la pantalla del móvil buscando el icono con su mensaje.
Echaba de menos las lágrimas que derramaba de pura rabia por no poder abrazarlo.
Su vida, en ese momento, estaba en un punto muerto. Una incómoda encrucijada de la que no tenía claro por donde avanzar.
No es que tuviera muchas opciones, no era eso, es que estaba aburrida de la monótona rutina que, cada día , seguía sin darle nuevas ilusiones.
Y ella necesitaba ilusionarse.
Su cerebro funcionaba como el caballo tras la zanahoria. Necesitaba un incentivo, un premio, un desafío.
Hacía varias semanas que había dejado a su hermano en el hospital. Había mantenido el contacto con los médicos que le atendían y supo por ellos que le habían dado el alta. Ahora sólo tenía que empezar a andar.
En el trabajo...bueno, todo seguía igual.
Pacientes, quejas, dudas, reproches...
Definitivamente, tenía que dar un giro a todo aquello.
O eso, o volverse loca.
Y lo segundo lo había tenido demasiado cerca como para querer repetir.
Un escalofrío le erizó el vello al recordarlo.
Hasta cuándo le dolería ? Hasta cuándo lo iba a echar de menos?
Terminó con el último paciente y dejó caer la cabeza entre sus manos.
Ojalá fuese todo tan simple como cuando era pequeña.  Ojalá estuviese allí su madre, acariciándole el pelo, apretándola contra su pecho.
Pero ella ya había crecido. Y su madre no volvería jamás.
Unos ligeros golpes en la puerta reclamaron su atención.
- si? - preguntó mientras se decía a sí misma que ya no podía ver a nadie más
La puerta se desplazó con un leve quejido de visagras.
- Andrea, tienes un momento?
Carlos, con su hermosa sonrisa, la miraba desde el marco de la puerta.
Andrea lo miró sorprendida.
Por un momento, algo le hizo pensar que sí había esperanza...

sábado, 21 de junio de 2014

- ¿Qué vas a hacer ahora?
La mañana había pasado demasiado rápido.
Los médicos,  tras asegurarse que todo iba bien, por fin le daban el alta.
Para ser sinceros, Marcos estaba convencido de que habían prolongado todo aquello en exceso. Quizás por pena, por curiosidad o, sencillamente, por cubrirse las espaldas.
Pero, irremediablemente, el momento había llegado.
Tendría que enfrentarse a la realidad a la que llevaba demasiado tiempo dándole la espalda.
Desde que Andrea le dejó, hacía algo más de una semana, había dedicado mucho tiempo a pensar. Se esforzaba por traer a su estúpida cabeza todos los momentos felices que estaba seguro de haber compartido con ella. Dedicaba horas a sujetar un lápiz sobre inmaculados folios con la única idea de apuntar cualquier destello de memoria.
Al principio, punzadas de dolor le arrancaban la voluntad de seguir pero, poco a poco, tal como ella le había asegurado, la punzada dejó paso a la opresión y, de ahí, a un ronroneo continuo en las sienes.
No había conseguido mucho, eso era cierto, pero sí había descubierto sensaciones, extraños escalofríos, confusas imágenes...
Lo que más le inquietaba era el dolor que siempre aparecía con ella. Un nudo en el pecho que le exprimía el aire de los pulmones y le quemaba el alma.
La había empujado a irse. Necesitaba estar tranquilo para entender lo que su supuesta hermana le producía.
En realidad, hubiese dado cualquier cosa porque se quedara, porque no hubiese cedido a su continuo desprecio e indiferencia. Pero había tensado demasiado la cuerda. Era lógico que una mujer como ella no aguantara tanto, por más hermano amnésico que fuese...
Y ahora?
Ella le había dejado una dirección donde alojarse y un contacto que usar para lograr un trabajo.
Algo era algo, se había dicho a sí mismo, cuando la vió desaparecer tras la puerta.
- No se preocupe, doctora, mi hermana se ha encargado de mí..- intentó forzar una sonrisa - Por lo visto, no me cree capaz de desenvolverme solo.
- Tienes suerte - dijo ella - . Tienes una segunda oportunidad y tienes a alguien que se preocupa por tí...espero que te vaya bien...
- Yo también lo espero...
Marcos cerró los ojos buscando alguna imagen.
Suerte? , qué sabría ella de suerte?
No sabía que perder tu vida y tener que empezar desde cero era una suerte...
O quizás si...

miércoles, 18 de junio de 2014

- Lo siento, Marcos, debo irme...
Andrea había acercado el sillón marrón de piel gastada hasta la cabecera de aquella cama desecha. Buscó su mirada. Quizás buscaba alguna razón para no irse, alguna esperanza...algo.
Pero no obtuvo respuesta.
Marcos, con la cabeza vendada y los ojos aún edematosos, miraba hacia la ventana.
Para él tampoco había sido fácil. Todo aquello no era más que una especie de lenta tortura planificada por el peor de los inquisidores.
Le daba miedo quedarse solo, pero jamás lo admitiría ante ella.
Había descubierto en esa mujer un espíritu inocente, quizás demasiada ingenuidad para aquellos ojos tristes pero peligrosamente cercanos.
Una mujer extraña, pensó la primera vez que la vió entrar en su habitación. Alguien que con cada historia, con cada palabra de ánimo, había logrado que él la sintiera como algo suyo.
Pero su hermana...
Los médicos le habían dicho que lo peor había pasado, que no había ya imágenes de sangrado actual y que, poco a poco, la inflamación estaba dejando sitio al tejido sano.
Sin embargo, el vacío que había llenado su mente no retrocedía ante las continuas oleadas de imágenes vomitadas por la dulce Andrea.
- Me parece bien...tendrás que volver a tu vida...no entiendo muy bien por qué estás aquí
Hablaba sin mirarla, evitando el contacto con sus pupilas, las preguntas, los reproches...
Andrea, resignada ante la frialdad del muro que se había construido entre ellos, respiró despacio y se levantó del viejo sillón.
Se dirigió hacia la ventana entreabierta que separaba a su hermano del resto del mundo. Buscó sin esperanzas el punto donde él perdía su mirada.
Tampoco entonces logró obtener respuestas.
Era una mujer decidida, fuerte a pesar de todo, una mujer a la que cada fracaso la había conducido a un nuevo y renovado renacer.
Sabía que la partida estaba perdida, pero también sabía que el juego no había terminado aún.
Si aquel hombre se esforzaba por apartarla...
Había decidido alejarse, tomar perspectiva, renovar el aire que respiraba.
Una dolorosa prueba.
Las nubes, escasas y deshilachadas, se fundían con el horizonte. Un extraño cielo anaranjado se perfilaba sobre las montañas.
Trinar de pájaros.
Brisa de un mar conocido.
Estaba decidida.

sábado, 14 de junio de 2014

Aquel domingo, sospechosamente igual que el resto de domingos en los últimos dos meses, Andrea se encontró a sí misma sentada en un incómodo y frio banco de madera.
Hacía demasiado tiempo que no se sentaba allí, frente a su imagen, a su mirada.
Pero es que ya, y le costaba admitirlo, había perdido las esperanzas de recuperar al niño rebelde que una fría mañana la encontró a ella en un hermoso parque de París.
La iglesia estaba desierta.
La figura de aquel hombre crucificado la escuchaba en silencio.
Le contó su dolor, su miedo, su rabia.
Le explicó porqué había dejado de creer en él...
Y le culpó de encontrarse allí de nuevo.
No era creyente. Lo había sido, hacía tiempo, pero la vida, el mundo, las personas...todos la habían conducido a donde estaba ahora. Un mundo en el que vivir nada tenía que ver con la fe, sino con el esfuerzo, el sacrificio, la constancia.
Si realmente existiera ese dios protector, bondadoso,  cómo era posible que existiera tanto dolor?, cómo era posible que un padre matara a sus hijos? , que las guerras pasaran por encima de niños inocentes?. Cómo se justificaba, desde el punto de vista de la fe, que violasen a niñas inocentes, que niños viesen morir a sus padres bajo las balas de desconocidos....?
No.
Definitivamente ella había dejado un camino en el que nadie le daba respuestas.
Y, sin embargo, ahora estaba allí.
Por qué?
Porque no sabía qué hacer. Así de simple. Así de triste.
En los últimas semanas había visto cómo a su hermano se le abría la cabeza buscando pequeños aneurismas a punto de reventar. Se había descubierto que fue el sangrado de uno o varios de ellos lo que había provocado todo el desastre. El accidente, la amnesia...
Se había rebuscado en su masa gris y se habían esclerosado los más accesibles.
Sin embargo, y como ella ya imaginaba, ni se había podido acceder a todos, ni aquello le había devuelto a Marcos.
Se sentía perdida. No sabía qué decisión tomar.
Su parte racional, la más pequeña,  la empujaba de vuelta a su casa, a su vida.
Su cerebro emocional, el que siempre había determinado sus decisiones, la obligaba a sentarse con él cada día, cada tarde.
Levantó los ojos buscando las pupilas del crucificado.
Dejó que la rabia se reblandeciera y que una sensación de sosiego llenara su alma.
Cerró los ojos e inspiró todo lo que le permitieron sus pulmones.
Mañana acabaría todo.

domingo, 8 de junio de 2014

El sonido del teléfono la arrancó de sus recuerdos.
- Si?
- Hola, Andrea, soy Carlos...quería saber cómo estabas...cómo seguía Marcos..
Cerró los ojos intentando sujetar las estúpidas lágrimas que amenazaban con mojar sus mejillas.
Los últimos días no le habían resultado fáciles.
El hospital, el aire esterilizado invadiendo sus sentidos, el silencio de su hermano, la marcha de Carlos...
Ella, que siempre había encontrado la palabra justa, la sonrisa fácil,  ahora se sentía agotada.
- Estoy bien - mintió - Marcos está ...bueno, ya sabes, se está esforzando en recordar algo, pero le falta paciencia...
Guardó silencio con la esperanza de volver oir su voz.
- Necesitas algo ? Te noto distinta...Seguro que estás bien?
Carlos, sentado en su despacho y con la vista perdida en algún lugar al otro lado del cristal, no se sentía orgulloso de haberla dejado sola en aquella ciudad. Había intentado convencerla de que volviera con él, pero nada habría conseguido arrancarla de su hermano...y los resultados de los estudios que le estaban haciendo a Marcos, no le habían facilitado la decisión.
En las pruebas de imagen, según le había dicho el neurólogo,  habían descubierto una pequeña hemorragia que podría justificar la sintomatología de Marcos.  Lo peor era que no sabían si era un sangrado activo y que podría, si se confirmaban sus sospechas, seguir creciendo, a no ser que encontraran el vaso sangrante y lo esclerosaran.
Andrea se derrumbó con la noticia.
El equipo de neurología y neurocirugía de Málaga era uno de los punteros del país.  Sin embargo, ella sabía que eso no le aseguraba nada.
- No te preocupes - dijo una casi inaudible voz a través del auricular - es que no logro descansar bien...
- No puedes seguir así, tienes que tomarte un respiro. Ya te lo dije hace días y no me haces caso...- Carlos, sin darse cuenta, estaba empezando a cambiar el tono de voz. Ya no era el jefe preocupado, ya era su amigo, su compañero...no soportaba verla así...
- Jefe - dijo al fin Andrea reccuperando algo de su habitual ironía - te estás poniendo muy sentimental...pareces una mujer...
- Es que tengo un gran lado femenino - dijo él sin ocultar una sonrisa
- Ya veo...y yo que pensé que eras muy macho....- una risa acarició su garganta tras semanas de silencio - qué decepción!!!
Carlos se había recostado en aquel sillón tambaleante y había cerrado los ojos.
La imaginaba allí, manteniendo uno de sus pulsos con él, aguda, mordaz...adorable...
- Siento haberte desilusionado -  dijo sin borrar aquella imagen de su mente - pero puedo asegurarte que un hombre con lado femenino, gana muchísimo...soy todo sorpresas...
Al fin un respiro, una ilusión.
Ambos sabían que todo aquello no dejaba de ser una espontánea y necesaria fachada para ocultar una desagradable realidad... pero ninguno quiso decir nada.
El mundo seguiría siendo cruel.
Pero ellos, en ese instante, habían robado una estrella.

martes, 3 de junio de 2014

 - El Marcos que yo recuerdo no podría quedarse tumbado en la cama todo el día.
Andrea había llegado temprano al hospital. No podía evitar querer estar con él, cuidarle. Siempre había sido su hermano pequeño aunque, para ser sinceros, fuesen prácticame te de la misma edad.
Él despertaba en ella una especie de instinto maternal, de protección,  algo que no sabía explicar, pero que , a ella, le gustaba.
Ahora, verlo allí,  con la mirada inquieta pero sin brillo, le dolía el alma.
Había intentado hablar con él, contarle las historias de cuando eran niños,  acercarlo al mundo que habían compartido hasta hacía muy poco...pero él se mostraba distante, desconfiado.
La miraba como el que mira a un animal extraño,  manteniendo una distancia prudencial para evitar un inesperado ataque.
El problema es que ella no iba a hacerle daño.  Ella lo quería demasiado.
- Según tú...qué es lo que debería hacer ahora?
Marcos utilizaba un extraño tono irónico que Andrea no entendía.
- No lo sé - respondió resignada cuando la tarde amenazaba con irse - Imagino que debe ser duro para tí no encontrar tus recuerdos...pero encerrarte...sinceramente, creo que no es la solución.
- Encerrarme? Creo que no entiendes mi situación - dijo él como accionado por un resorte - Es como si acabara de llegar a este mundo, como si acabara de nacer, pero con treinta años.  No recuerdo saber hacer nada, no recuerdo un hogar, no recuerdo siquiera si estaba enamorado...Los médicos,  si todo va bien, me darán el alta en unos días.  No pueden prolongar más este alojamiento gratuito. Qué haré yo entonces? Donde quieres que vaya?
Andrea no estaba acostumbrada a esa reacción en su hermano.
Aunque era alguien temperamental, con ella siempre había sido comprensión y ternura. Nada que ver con la persona que empezaba a ver delante de ella.
- Yo esperaba que te vinieras a casa...
- No sé si quiero depender de nadie...- la miró intentando ocultar su miedo - Lo siento, Andrea...
Lo miró buscando alguna respuesta, algo a lo que aferrarse para entender lo que acababa de oir.
Cómo era posible?
Él la necesitaba, bueno, necesitaba a alguien que le enseñara de nuevo el camino, que le ayudase a desenterrar todo lo que aquel estúpido accidente había ocultado con un montón de mudo polvo.
Respiró despacio, como le habían enseñado en sus clases de relajación,  se concentró en sentir cómo su pecho se desplazaba para dejar espacio a un aire renovado que le seguía asfixiando las entrañas...un, dos, tres...un, dos, tres...
- Creo que estamos cansados - dijo sin apartar sus ojos de sus pupilas - mañana te veo.
Y salió de allí tras dejarle un beso en la mejilla, un sencillo recuerdo de que tenía un lugar donde volver, una ventana que abrir...