domingo, 24 de mayo de 2015

Alberto, para!!!!

Había colgado el teléfono.
No sabia qué decir.
 O, mejor dicho, tenía  tanto que decir que las palabras y los sentimientos se agolpaban en su boca sin encontrar una absurda salida.
Lo quería. Simple. Fácil...
Imposible.
La pequeña lucecilla rosa le anunciaba que tenía un nuevo mensaje.
- Necesito hablar contigo. Puedo llamarte?
Era Alberto.
- Si, claro. Pasa algo?
El timbre de la puerta sonó impaciente.
Quien  sería a esas horas?
Marcos estaba de viaje y no volvería  hasta dentro de una semana o, al menos, eso había entendido ella en su última conversación.
Entonces...
El silencio, de nuevo, se inundó con aquel repiqueteo de agudas campanas.
Andrea, inquieta, se acercó  a la puerta sin hacer ruido.
Nunca le había  gustado estar sóla...era curioso cómo  el destino se empeñaba en hacer con ella terapias de implosion...
Al otro lado de la puerta, Alberto se pasaba nervioso los dedos por su enmarañado pelo.
- Pero...si acabas de enviarme un mensaje...qué  te pasa?
Él, impregnado en sudor, alcohol y tabaco, la empujó hacia el salón.
- Pero...qué  haces?, Alberto...de dónde vienes?
Andrea, incómoda, no podía  creer lo que estaba pasando.
Aquel hombre la estaba asustando. No le reconocía.
Intentó alejarse de él. El olor le producía náuseas y aquella mirada...
La cara de Alberto estaba enmarcada por una extraña sonrisa y unos ojos inyectados en una mezcla de deseo e inconsciencia..
Aquello no tenía buena pinta...
Intentó pensar rápido. Necesitaba hacerse con la situación.
- Alberto, cielo, siéntate aquí.  Voy a traerte una aspirina de la cocina...
- Tú no vas a ninguna parte...
Hablaba arrastrando las palabras, sin dejar de mirarla...
Se acercó a ella, torpe, y la sujetó por el brazo.
Andrea, arrinconada, no tenía suficiente fuerza para soltarse.
- Me estás haciendo daño....se puede saber qué te pasa??
Notó aquel aliento sobre su cara y el calor de aquel cuerpo apretándose contra el suyo..
- Basta!! Alberto, para!!!
Unos labios demasiado mojados recorrían su cuello.
Utilizó el brazo que tenía libre para intentar empujarle. Era inútil. Él era muy fuerte y ella estaba totalmente bloqueada...
Unos dedos dolorosamente bruscos la sujetaban contra la pared.
Notó su órgano erecto contra su pubis.
Las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas.
De un movimiento rudo le arrancó la blusa dejando al descubierto su pecho desnudo.
Andrea cerró los ojos.
No podía ser real...

viernes, 15 de mayo de 2015

No puedes dar tu amor a alguien que nunca te lo ha pedido...

Carlos no sabía qué decir.
No esperaba aquello.
Se casaba?
Intentó controlar el temblor de sus dedos.
- Andrea...yo..
Qué  podía decirle?
Andrea quería  decirle muchas cosas. Las mismas que llevaba guardadas desde hacía  meses. Todas esas que había  intentado decirle en infinidad de ocasiones...
Miró la pantalla del móvil.
Él seguía conectado. Pero permanecía en silencio.
Podía sentirlo.
Los dos conectados. Los dos mirándose. Tan cerca. Tan lejos.
La vibración  de aquel pequeño aparato la sobresaltó.
Era él.
- Le quieres? - preguntó sin saludar.
- Es muy bueno conmigo...- a estas alturas no estaba segura de nada
- Nadie se casa con alguien sólo porque es bueno, Andrea...Contéstame...estás  enamorada de él?
- Estoy cansada, Carlos....necesito llegar a puerto...
- Y ese puerto es él?  - interrumpió  Carlos - Eso es todo? Necesitas un puerto donde sentirte segura? Es eso?
- Necesito saber que me quieren, que hay alguien que me necesita y que piensa en mi...alguien que quiere escuchar mi voz...que está ahí  cuando lo necesito...
- Ah! Era eso - dijo con dolorosa ironía - no creía que eras de esas mujeres que necesitan que estén siempre detrás...te veía más...  independiente...
Carlos estaba irreconocible. Nunca le había  hablado en ese tono.
Andrea se mordió el labio intentando disimular los sentimientos que crecían en su interior. Una mezcla de rabia y frustración.  De amor y decepción.
Ella había  intentado tantas veces acercarse a él.
Pero él siempre se alejaba...
No puedes dar tu amor a quien nunca te lo ha pedido...o quizás,  sí.
Andrea creía en lo segundo.
Si amas a alguien lo sufucientemente fuerte, puedes conseguir cualquier cosa. Era lo que pasaba en las películas.
Y ella había  crecido viendo esas pelis.
Sin embargo, ahora estaba cansada.
Era todo demasiado abrupto, demasiado fugaz y doloroso.
Al menos, ella no lo quería  así.
No lo merecía.