martes, 11 de agosto de 2015

Por fin..

Una ligera brisa mecía las hojas de los árboles.
El Sol, en su camino hacia el olvido nocturno, dibujaba curiosas sombras en aquel jardín del centro
Andrea cerró los ojos.
Le apetecía escuchar el silencio de aquel momento, sentir su piel bañada por aromas de un otoño apenas despertado, efímeros rayos de luz coqueteando con el tímido rubor de sus mejillas.
Estaba nerviosa.
Se había prometido no estarlo. Pero no podía evitarlo.
Hacía semanas de aquello.
No lo había olvidado. Nunca lo haría.
Otra tirita más en su corazón.
No le quedaba otro remedio.
Ella era así.
Tendría que aceptarlo. Y aceptarse.
Amar demasiado también implicaba la posibilidad de que te hicieran daño.
Siempre lo supo, aunque nunca quiso verlo.
Pero ahora se sentía fuerte.
Era algo que le debía a la vida.
"Lo que te golpea no sólo te hace daño. También te hace más fuerte "
Eso le decía su padre.
Le echaba de menos.
A lo lejos, el ruido de hojas que se rompen bajo las fugaces pisadas de una pareja de corredores, risas de niños persiguiendo un balón bajo las atentas miradas de madres demasiado protectoras.
Debió ser eso.
Sus padres la protegieron demasiado. Había crecido bajo la invisible cúpula que ellos le habían construido a base de amor y proyecciones fantasmas de un mundo irreal.
Sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos.
Ella haría lo mismo con sus hijos. Lo sabía.
- Andrea...
Levantó la mirada y lo vió.
Por fin...

sábado, 8 de agosto de 2015

A partir de ahora...

El amargo aroma del café inundaba la habitación.
Andrea entreabió los ojos. No recordaba cómo había llegado hasta allí.
Para ser sincera, no sabía muy bien donde se encontraba.
Unas tazas, el sonido de algún cajón, ruidos de metales entrechocando...
Volvió a cerrar los ojos.
Había tenido una pesadilla. Seguro que había sido eso. Debía serlo.
El calor de aquellas sábanas se arropaba contra su cuerpo.
El sonido de la puerta, entreabierta, la obligó de nuevo a mirar la realidad.
- Buenos días, cómo te encuentras?
Marcos se sentó en el borde de la cama y colocó la bandeja con suavidad en la escuálida mesita que había junto al cabecero.
Buscó su mano y una agradable sensación de seguridad empezó a desbloquear las puertas de su miedo.
- No he querido despertarte antes - dijo casi sin elevar la voz - pero creo que debes comer algo....Llevas más de veinticuatro horas durmiendo...
Andrea, aún abrazada por una dulce semiinconsciencia, no entendía lo que acababa de oir...
- Cómo dices? - logró articular tras unos segundos
- Que llevas más de un día aquí acostada...Nos tenías preocupados...
Nos?
A quienes?
Andrea no se atrevió a verbalizar su pensamiento.
- Alberto ha llamado un montón de veces...No ha querido decirme nada...Sólo ha insistido muchísimo en que te diga que lo siente...
Andrea, atravesada por una especie de corriente eléctrica, fue consciente, al fin, de la situación.
- Habeis discutido? - preguntó tímidamente Marcos
Andrea logró acomodarse en la cama. Apoyó su espalda en aquella pared desnuda y miró a su hermano como si lo viese por primera vez en mucho tiempo.
- No te preocupes - dijo forzando una sonrisa - todo está bien...Anda ayúdame con la bandeja...huele que alimenta...
Marcos no se atrevió a seguir insistiendo.
La conocía lo suficiente como para saber que le contaría lo ocurrido cuando llegase el momento. Si es que llegaba, claro.
Andrea sorbió despacio aquel líquido humeante.
Sí. Todo estaba bien.
A partir de ahora....todo iba a estar bien.

viernes, 24 de julio de 2015

Andrea, qué ha pasado?

-Andrea!, Andrea!
Marcos, arrodillado frente a ella, no entendía  lo que estaba viendo.
Acababa de llegar de su viaje.
Estaba feliz.
Tenía  buenas noticias para ella.
Por fin tenía un horizonte a la vista, un proyecto, un futuro.
Seguia sin encontrar todas las piezas del puzzle de su pasado, era cierto, pero tenía  las importantes.
Y eso, para él,  era suficiente.
Quería  contárselo a Andrea.
En cambio, encontró a aquella mujer acurrucada bajo la ventana, abrazada a sus piernas, con la cara perdida entre sus rodillas y un monótono balanceo acunando su cuerpo.
-Andrea, por Dios, dime qué ha pasado!
No había respuestas.
Ni siquiera hubo una mirada.
Aquel irritante balanceo no le dejaba acercarse a ella.
Se sentó tan cerca como pudo y decidió intentar abrazarla.
Hablarían luego.
Andrea notó la calidez de su cuerpo.
Le había escuchado llamarla.
Aquella voz familiar la calmaba.
Pero no quería despertar.
Le dolía.
Le dolía haber sido una estúpida y no haber sido valiente.
Le dolían los silencios, las miradas.
Le dolían todas esas cosas que nunca llegó a decir.
Le dolían tantas cosas...
En su fantasía habia creido posible construir un mundo de princesas para ella. Protegido de rencorosos dragones por enormes murallas de piedras resplandecientes y rodeado por hermosos fosos de humildad e ilusión.
Torreones adornados por ventanales gigantes que sólo permitían la entrada a los limpios y puros rayos de sol.
Sueños mecidos por el viento anclados a la realidad por orgullosos mástiles de acero.
Y, por supuesto, valientes soldados custodiando su mayor tesoro....
Su corazón.
En cambio...
Un ligero susurro repiqueteaba en su cabeza.
No quería oirlo.
Quería seguir soñando.
Marcos, sincronizando su cuerpo al de ella, empezó a tararear una canción. ..
Somewhere, over the rainbow...

viernes, 5 de junio de 2015

El despertar

Abrió los ojos despacio. No quería verlo. No quería estar allí.
Sin embargo, justo a su lado, ahogándola con su respiración,  estaba él.
Aquel hombre desconocido ya para ella.  
No entendía nada.
Tampoco quería  entender.
Se deslizó bajo aquel amasijo de sudor y se encerró en el baño.
Lo que vió en el espejo la golpeó en lo más profundo.
Con los dedos aún temblorosos abrió el grifo de la ducha e intentó que el agua caliente quemara los recuerdos que un desgraciado había grabado ya en su alma.
Cómo era posible?
Se sentía sucia, herida, humillada...
El vapor rodeó su cuerpo, inundó sus pupilas, nubló su imagen.
Cerró los ojos intentando concentrarse en su imagen feliz. 
Aquel día en el parque, con sus padres, cuando descubrieron a aquel niño perdido ... a su hermano.
Las imágenes, redibujadas por su memoria, la hicieron llorar.
Lloró porque los echaba de menos, porque estaba sola, porque había perdido la esperanza, porque le habían hecho daño, porque ella no tenía que estar allí...
Lloró...
Lloró...
Cuando salió del baño, no encontró a Alberto en el salón. 
Notó cómo se le aceleró el pulso.
Dónde se habría metido?
Recorrió el pequeño apartamento con la respiración entrecortada.
No podría soportarlo de nuevo. 
Afortunadamente, estaba sola.
Sólo una nota sobre la mesa.
"Lo siento. Te querré siempre. Alberto"
Rompió aquellas palabras con toda la rabia que le permitieron sus torpes dedos.
Jamás lo perdonaría.
Corrió hacia la puerta y se aseguró de que todas las cerraduras estuvieran cumpliendo su función. 
Cerró las ventanas y dejó que, por fin, la oscuridad la inundase.
La oscuridad...

domingo, 24 de mayo de 2015

Alberto, para!!!!

Había colgado el teléfono.
No sabia qué decir.
 O, mejor dicho, tenía  tanto que decir que las palabras y los sentimientos se agolpaban en su boca sin encontrar una absurda salida.
Lo quería. Simple. Fácil...
Imposible.
La pequeña lucecilla rosa le anunciaba que tenía un nuevo mensaje.
- Necesito hablar contigo. Puedo llamarte?
Era Alberto.
- Si, claro. Pasa algo?
El timbre de la puerta sonó impaciente.
Quien  sería a esas horas?
Marcos estaba de viaje y no volvería  hasta dentro de una semana o, al menos, eso había entendido ella en su última conversación.
Entonces...
El silencio, de nuevo, se inundó con aquel repiqueteo de agudas campanas.
Andrea, inquieta, se acercó  a la puerta sin hacer ruido.
Nunca le había  gustado estar sóla...era curioso cómo  el destino se empeñaba en hacer con ella terapias de implosion...
Al otro lado de la puerta, Alberto se pasaba nervioso los dedos por su enmarañado pelo.
- Pero...si acabas de enviarme un mensaje...qué  te pasa?
Él, impregnado en sudor, alcohol y tabaco, la empujó hacia el salón.
- Pero...qué  haces?, Alberto...de dónde vienes?
Andrea, incómoda, no podía  creer lo que estaba pasando.
Aquel hombre la estaba asustando. No le reconocía.
Intentó alejarse de él. El olor le producía náuseas y aquella mirada...
La cara de Alberto estaba enmarcada por una extraña sonrisa y unos ojos inyectados en una mezcla de deseo e inconsciencia..
Aquello no tenía buena pinta...
Intentó pensar rápido. Necesitaba hacerse con la situación.
- Alberto, cielo, siéntate aquí.  Voy a traerte una aspirina de la cocina...
- Tú no vas a ninguna parte...
Hablaba arrastrando las palabras, sin dejar de mirarla...
Se acercó a ella, torpe, y la sujetó por el brazo.
Andrea, arrinconada, no tenía suficiente fuerza para soltarse.
- Me estás haciendo daño....se puede saber qué te pasa??
Notó aquel aliento sobre su cara y el calor de aquel cuerpo apretándose contra el suyo..
- Basta!! Alberto, para!!!
Unos labios demasiado mojados recorrían su cuello.
Utilizó el brazo que tenía libre para intentar empujarle. Era inútil. Él era muy fuerte y ella estaba totalmente bloqueada...
Unos dedos dolorosamente bruscos la sujetaban contra la pared.
Notó su órgano erecto contra su pubis.
Las lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas.
De un movimiento rudo le arrancó la blusa dejando al descubierto su pecho desnudo.
Andrea cerró los ojos.
No podía ser real...

viernes, 15 de mayo de 2015

No puedes dar tu amor a alguien que nunca te lo ha pedido...

Carlos no sabía qué decir.
No esperaba aquello.
Se casaba?
Intentó controlar el temblor de sus dedos.
- Andrea...yo..
Qué  podía decirle?
Andrea quería  decirle muchas cosas. Las mismas que llevaba guardadas desde hacía  meses. Todas esas que había  intentado decirle en infinidad de ocasiones...
Miró la pantalla del móvil.
Él seguía conectado. Pero permanecía en silencio.
Podía sentirlo.
Los dos conectados. Los dos mirándose. Tan cerca. Tan lejos.
La vibración  de aquel pequeño aparato la sobresaltó.
Era él.
- Le quieres? - preguntó sin saludar.
- Es muy bueno conmigo...- a estas alturas no estaba segura de nada
- Nadie se casa con alguien sólo porque es bueno, Andrea...Contéstame...estás  enamorada de él?
- Estoy cansada, Carlos....necesito llegar a puerto...
- Y ese puerto es él?  - interrumpió  Carlos - Eso es todo? Necesitas un puerto donde sentirte segura? Es eso?
- Necesito saber que me quieren, que hay alguien que me necesita y que piensa en mi...alguien que quiere escuchar mi voz...que está ahí  cuando lo necesito...
- Ah! Era eso - dijo con dolorosa ironía - no creía que eras de esas mujeres que necesitan que estén siempre detrás...te veía más...  independiente...
Carlos estaba irreconocible. Nunca le había  hablado en ese tono.
Andrea se mordió el labio intentando disimular los sentimientos que crecían en su interior. Una mezcla de rabia y frustración.  De amor y decepción.
Ella había  intentado tantas veces acercarse a él.
Pero él siempre se alejaba...
No puedes dar tu amor a quien nunca te lo ha pedido...o quizás,  sí.
Andrea creía en lo segundo.
Si amas a alguien lo sufucientemente fuerte, puedes conseguir cualquier cosa. Era lo que pasaba en las películas.
Y ella había  crecido viendo esas pelis.
Sin embargo, ahora estaba cansada.
Era todo demasiado abrupto, demasiado fugaz y doloroso.
Al menos, ella no lo quería  así.
No lo merecía.

viernes, 24 de abril de 2015

Un WhatsApp. ..

Una luz azulada , parpadeante, en la parte superior de su móvil, le indicaba que tenía un mensaje nuevo.
Carlos estaba irritado.
No se sentía  bien.
No lograba concentrarse en su trabajo. Estaba tenso y , aunque no era su estilo, había tenido algunas discusiones con sus jefes que le habían llevado a plantearse su posición  en aquella empresa.
" Yo soy médico,  no entiendo qué  hago intentando gestionar una quimera..."
La sanidad no terminaba de despegar.
La crisis, esa que nunca debió  llegar a los pilares básicos  de los ciudadanos,  no terminaba de desaparecer de sus vidas.
Si habían pasado un mal año, el nuevo no se presentaba mejor.
" No hay dinero...nunca hay dinero...no sé cómo quieren que arregle esto...".
Él,  que siempre había  sido una persona con visión de equipo, de futuro, con soluciones, con planes ...
Qué  le pasaba?
Aquel día  no habia sido mejor que el resto de la semana.
De hecho, había  sido uno de los peores.
Se dejó  caer en la silla de su despacho y, mientras se encendía el monitor, cogió su teléfono.
- Hola, qué  tal estás?
Notó un ligero escalofrío en el estómago.
Andrea no solía enviarle mensajes. A ella no le gustaba eso del WhatsApp.
 " Demasiado impersonal ", le había  dicho en más  de una ocasión.
- Hola!!😊. Cómo  estás?- respondió
Andrea, escondida en uno de sus rincones, miraba el pequeño artefacto.
Llevaba días intentando llamar a Carlos.
Necesitaba decírselo.
Pero no sabía  cómo...
Al final, por pura cobardía,  le había  escrito uno de esos fríos mensajes que tan poco le gustaban.
El mensaje de Carlos se abrió en la pantalla.
Andrea notó cómo se aceleraba su respiración.
- Bien...estás trabajando?
- Puede decirse que sí...al menos, sigo en el despacho😧
- Pobreeee....si ya es muy tarde...Cuántas ve es te he dicho que no tienes que descansar mas?
- Lo se...tienes razón... Voy a irme ya a casa.....Y tú? Qué  haces?
- Pues, tumbada en el sofá  y viendo una peli cutre...- mintió
- jajaja...de esas románticas que te gustan?
- De esas...soy así...una romántica sin remedio💕
- Pues tengo que darte una mala noticia...No hay principes azules de verdad...jijiji..
- En serio??😰
- En serio..se los inventaron en Hollywood...
- Vaya por Dios!!! Y yo que llevo toda la vida con esa ilusión. ..
- jajaja...Bueno, en serio, va todo bien?
Andrea respiró hondo.
- Sí,sí...estupendamente...es que me apetecía hablar contigo...tengo que contarte algo.
- A mí también me apetecía  hablar contigo...
Carlos la echaba de menos. Mucho más de lo que quería y podía admitir.
- Dime que vas a volver - le escribió casi sin pensar
Andrea notó el calor en las mejillas y el latido acelerado de su corazón anudado en su garganta.
- No exactamente...aunque si me lo pides....
Nooo...ella no quería decir eso.
Ella tenía que decirle que le había dicho que si a Marcos. Que no iba  volver. Que estaba cansada de sus ausencias...
Que se casaba con otro..
Pero que no podía dejar de pensar en él.
- Te lo estoy pidiendo. Ven!!!

miércoles, 1 de abril de 2015

quieres casarte conmigo?

  -  Si prefieres nos vamos a otro sitio...- dijo Alberto acercándose a ella
Andrea, demasiado acostumbrada a sus inseguridades, no podía  evitar compadecerse de aquel hombre.
Era alguien perfecto.
Simpático, inteligente, atento, cariñoso, bondadoso...
Y guapo.
Aún  no entendía  cómo se había fijado en una mujer como ella.
Y lo tenía allí, esperando una respuesta, inseguro, vulnerable.
- Sí, gracias, me gustaría  dar un paseo...tienes tiempo?
Se sentía asfixiada.
- Sabes que siempre estoy disponible para tí - dijo rozando su mejilla con el suave dorso de sus dedos.
Andrea empezó a morderse el labio.
Estaba empezando a dudar de lo que, hasta hacía unas horas, le decía  su corazón.
Alberto colgó la bata en un sobrecargado perchero y la ayudó a levantarse.
Realmente su pierna estaba bastante bien. Le habían  quitado los dichosos hierros y, aunque dolía en algunos momentos, la funcionalidad estaba bastante bien conservada y , el dolor, controlado.
Pero que un hombre como aquél  te sujetara por la cintura...
Se dejó conducir por el pasillo impregnado a desinfectante sin decir nada.
Pensaba.
Sentía.
En las últimas  semanas su vida se había  convertido en una continua oleada de confusos sentimientos.
Carlos, su Carlos, le había dicho que la echaba de menos.
Y se lo había  dicho mirándola a los ojos como sólo él podía hacerlo.
No le había  dicho más.
Para ella, en ese momento, había  sido suficiente.
Pero después  se había ido.
 Había  dejado el silencio de siempre. La angustiosa espera. El sinfín de miradas a la pantalla de aquel móvil que no se daba por aludido.
Aquello la mataba.
Alberto, en cambio,  estaba más cerca de ella que nunca.
La acompañaba en sus citas de fisioterapia, la ayudaba en casa, la escuchaba, la aconsejaba...
Donde estaba Carlos?
Al abrir las puertas del centro, la suave brisa que recorría aquella mañana, le apartó el rebelde mechón de sus ojos.
Alberto la miraba embelesado.
Estaba totalmente enamorado de ella.
La quería con él...para siempre.
Se paró en seco y hundió su mano entre las suyas.
- Andrea...lo siento...no tenía previsto hacerlo así.
Alberto, como en las manidas películas  que a ella tanto le gustaban, dejó caer la rodilla en aquella abarrotada calle del centro de la ciudad.
- Andrea...quieres casarte conmigo?

lunes, 9 de marzo de 2015

No puedo hacerlo...

-                   -  Buenos días, Andrea. Te encuentras bien?
-                   -  Sí, sí, claro…estupendamente…
Suspiró hondo y dejó que su mirada se perdiera entre las copas de los árboles que se asomaban a la ventana.
Aquella mañana había amanecido ciertamente hermosa.
La primavera estaba empujando las hojas caídas del invierno, una brisa suave mecía las nubes hacia otra estación y los pájaros empezaban a aclarar sus dormidas gargantas… todo parecía tan perfecto…
Andrea había quedado en la consulta con Alberto. Tenía que hablar con él.
Se giró al escuchar la puerta.
No era él.
Marta, la joven enfermera, había decidido ir a buscar al médico tras ver fracasados sus últimos intentos de conversar con Andrea.
Era una chica de apariencia frágil y sonrisa sincera.
  “Demasiado dulce para aguantar a los traumas…” le había dicho ella en alguna ocasión.
Echó un vistazo a la consulta. Era luminosa y estaba perfectamente ordenada.
Inusual para un hombre, pensó.
Cerró los ojos y empezó a relajar la tensión que siempre se acumulaba en la zona alta de su espalda. Tenía tensos todos los músculos. Podía notarlo.
En su retina empezó a formarse la imagen de hacía varios días. Tembló.
El sonido de la puerta la arrastró de nuevo a la consulta.
Ahora sí.
Alberto, con su bata perfecta, se acercó a ella con una sonrisa demasiado insegura.
Andrea se levantó justo a tiempo de evitar que él la besara.
No quería hacerle daño.

No podía hacerlo.
- Pasa algo? - preguntó sin disimular el dolor que estaba sintiendo.
Andrea se dejó caer de nuevo en aquel deslustrado sillón. Se pasó la mano por la pierna intentando pensar la forma de hacer lo correcto.
- Te duele ? - Alberto parecía asustado, incómodo. Aquella situación claramente le estaba superando.
- Dejas que te eche un vistazo ? - añadió- aún soy tu médico...
Le temblaba algo la voz. Ella podía notarlo.
Definitivamente no podría hacerle aquello.

domingo, 22 de febrero de 2015

No trates de detener el curso del río...

Cerró la puerta y dejó que sus pasos la arrastraran a su sofá preferido. Su sofá de pensar.
Estaba demasiado confusa.
La mirada de Carlos, el beso de Alberto, el recuerdo de aquello...
No era esa la idea que ella se había construido de su reencuentro con él. Todo lo contrario. Había sido un desastre.
El sonido de las llaves jugando en la cerradura hizo que abriera los ojos.
Marcos llegaba a casa.
Miró su reloj intentando orientarse.
Ya era tan tarde?
- Hola, hermanita...cómo te ha ido?
Marcos, que desde hacía unas semanas  había comenzado a trabajar en una librería, era una persona feliz.
Su problema de memoria, aún sin resolver, había dejado de angustiarle.
Había creado una nueva vida sin importarle las lagunas de su pasado. No miraba hacia atrás, porque todo lo que esperaba lo tenía hacia delante. El pasado nada podía ofrecerle.
Y no le importaba.
Se sentó junto a su hermana.
- Qué te ha pasado? - dijo intentando acomodarse sin hacerle daño.
No sabía cómo hacer con aquellos hierros que su hermana llevaba en la pierna. No sabía si le dolía, si le molestaban...a él, desde luego, le producían una especie de desagradable escalofrìo.
- Nada...he llegado hace un momento...no me habíadado cuenta de lo tarde que era...
- Lo has pasado bien con Carlos? - dijo sin hacer caso a las palabras que acababa de oir.
 - Sí, claro...también ha aparecido Alberto por allí...
- Cómo ? - Marcos no pudo evitar un sobresalto.
- Eso...que ha aparecido allí...me ha resultado incómodo..
- Andrea..sabes que te quiero mucho..en serio...te lo he dicho varias veces...por qué no aclaras ya las cosas? Por qué te empeñas en ser infeliz?
Andrea, sin ganas de discutir con su hermano, se quedó en silencio. Sabía que no había terminado.
- Por qué te empeñas en detener el curso del río? Entre tú y Carlos existe algo especial. Lo sabes. Los dos os habeis dedicado a ocultarlo, a mirar hacia otro lado, a disculparos...No lo entiendo. Por qué no dejáis que pase lo que tenga que pasar? Por qué mo dejas que las aguas busquen su camino?
Aquella misma pregunta se la había he ho ella muchas veces.
Nunca había sabido encontrar una respuesta.
Siguió en silencio.
- Cuánto tiempo crees que podreis seguir así? Llegará un momento en el que ya nada tenga remedio. En el que miréis hacia atrás y veáis que esa persona maravillosa, con la que todo era posible, se subió en otro vagón, cansada de esperar en el andén...Y no podrás detenerle, Andrea. Carlos se habrá ido...
- Qué quieres que haga? - dijo sin poder evitar las lágrimas - El no siente lo mismo...no quiero que me hagan daño...- continuó casi en un susurro.
Marcos buscó la mano de aquella mujer.
- Andrea, por favor, aún no te has dado cuenta de que él no puede estar sin tí?

sábado, 14 de febrero de 2015

Es sólo un amigo

Andrea no sabia qué decir.
No le apetecía hablar de aquello.
Alberto, esa especie de balsa que apareció en mitad de su particular tormenta, había  escogido el momento más inoportuno para presentarse.
No quería que Carlos pensara que era su pareja...
Pero...cómo explicar el dichoso beso?
Era cierto que entre ambos había surgido algo en las últimas semanas. No podía negarlo. Le gustaba su compañía,  la hacía sonreir y la hacía sentir más segura de sí misma...
Pero no aparecían aquellas mariposas...
Andrea, sentada frente a aquel hombre, no quería admitirlo.
Porque ahora, rodeados de un mundo que no los miraba, sólo existían ellos.
Carlos y ella.
Y las mariposas...
- Cuéntamelo
Carlos, intentando esconder el miedo que le producía su respuesta, fue el primero en  romper el silencio.
- Te gusta? - insistió sin querer.
Andrea, casi sorprendida, lo miró con todo el amor que logró recopilar en su inválido cuerpo.
- Es sólo un amigo...
Dijo sin saber exactamente hasta qué punto mentía.
- Pues creo que él no piensa lo mismo...
Carlos, no se atrevía a soltar el nudo que tenía en la garganta.
Esperaba en silencio
- Bueno...hemos salido algunas veces...es una persona muy agradable..
Andrea empezó a notar el sudor en la palma de las manos. Sus dedos, inquietos, se esforzaban en entretejer inverosímiles figuras..
Carlos seguía en silencio.
Uff! Por qué no la interrumpía??
- No hay nada más..no estoy preparada...al menos, no con él.
Carlos, reconocía ese fino temblor en la barbilla de Andrea.
Le pasaba cuando estaba muy nerviosa, cuando no sabia qué hacer, cuando estaba a punto de derrumbarse...
- Lo entiendo...parece un gran tipo
Un destello diferente se asomó a las pupilas de ella.
- Lo entiendes? , qué entiendes? - dijo sin poder controlar el contorsionismo de sus dedos.
- Eres una mujer fantástica, Andrea. Aún no me explico por qué estás sola...
- Quizás porque nunca he sabido escoger a la persona adecuada para mí...he metido la pata demasiadas veces...
Andrea, sin darse cuenta, se vió a sí misma sentada en aquella habitación de hotel, sola, con una estúpida nota en sus manos, intentando arrancarse de la piel todo el amor que había sentido por ese hombre. Su gran amor. Su gran error.
Había intentado olvidarlo todo. Incluso aquella estúpida idea de morir...
Había pasado mucho tiempo desde entonces...
Sí.
Se había equivocado muchas veces.
Estaba segura de que ahora no lo haría.
Carlos...
Alberto...

sábado, 31 de enero de 2015

Ahora, no

No podía creerlo.
Qué hacía allí Alberto?
- Andrea, estás bien?
No podía estar pasando. No. Ahora, no...
- Andrea...
- Perdona, Alberto, no sabía que ibas a venir...
Andrea, incómoda y molesta, no se atrevia a mirar a Carlos.
Había intentado decirle algo ...
- Perdón - interrumpió él - soy Carlos, un amigo de Andrea.
Se levantó y estrechó la mano de aquel intruso. No sabía porqué pero no le gustaba.
- Encantado - respondió el recién llegado- yo soy Alberto, su...
Miró a Andrea sin saber muy bien cómo definir lo que había entre ellos. No le apetecía meter la pata.
- Perdón,  soy una mal educada...Carlos este es Alberto, un viejo amigo de la facultad y que, ahora por alguna buena razón, los ángeles han puesto en mi camino para conseguir que yo pueda seguir  caminando.
Sonrió intentando controlar la rabia que le crecía en lo más profundo de su ser.
- Bueno, no quiero interrumpiros...he venido con unos compañeros a tomar un café rápido...lo dicho, encantado - Alberto volvió a estrechar la mano de ese hombre al que, de alguna manera, sentía como rival - Andrea ya te llamo luego.
Se agachó y sin pensarlo depositó un beso en los labios de ella.
Se quedó paralizada. No sabía si abofetearle o llorar.
El ruido volvió a inundarle los oidos.
Carlos seguía sentado frente a ella. La miraba. Pero de otra manera.
Había vuelto a sujetar la taza de café. Ya estaría frío. Así no le gustaba.
Era un desastre. Todo estaba mal.
Intentó que la piel de su mano tropezara con la de él.
Pero Carlos esquivó el contacto.
Por qué no le decía nada?
Por Dios, necesitaba que le dijese algo...
- Parece un buen tipo - dijo al fin intentando pasar por alto lo que acababa de ver.
- Lo es..es una gran persona
Sintió la piel de sus dedos junto a los suyos. No se rozaban. Sólo estaban tan cerca...
- Carlos...ibas a decirme algo...
No podía soportar aquello. Necesitaba tocarlo, decirle que no quería seguir lejos de él, que no había nadie más en su vida...
- No era nada importante... al menos, ya no.
Se tomaron aquel desayuno viviendo de conversaciones ajenas. Ninguno se atrevía a confesar que no podían ser amigos, sólo amigos...
- Te he echado de menos, no imaginas cuánto...
Andrea levantó la mirada.
- Y yo a tí también...
Una lágrima nerviosa, empezó a deslizarse por su mejilla.

domingo, 25 de enero de 2015

Te echaba de menos

Buscó aquel sonido, aquella voz.
Notó cómo todo lo que había ensayado quedaba atrás.
Se borraron los reproches, se escondieron las lágrimas precozmente derramadas...
Sencillamente...él.
-Qué te ha pasado?
Carlos se adelentó a besarla. No quería que ella se moviese.
Verla allí, después de tanto tiempo...tan hermosa, tan real...tan herida.
Andrea tuvo que forzarse a desviar la mirada. 
Sus pupilas, por fin, habían encontrado su reflejo.
- Una caida tonta, ya ves...sigo siendo un desastre.
- Pero por qué no me avisaste? Hubiese venido a ayudarte...
Carlos, totalmente abrumado, no sabía cómo confesarle que hubiese hecho lo imposible por haber estado con ella, por evitar su dolor, por curar sus heridas.
- Para qué? Que podías hacer?...nadie podía hacer nada...excepto el traumatólogo, claro, que tuvo que enderezar el destrozo que me hize en las escaleras del metro..
Andrea no pudo evitar un escalofrío al recordar el dolor de aquel momento.
- Pero, Andrea, somos amigos...
Amigos...lo había vuelto a decir...ella no quería ser su amiga, al menos, no quería ser sólo eso. Pero estaba claro que él no opinaba lo mismo.
- Tenia a Marcos - continuó sin querer escuchar aquellos pensamientos que tanto la molestaban  - El ha sido un gran apoyo. No lo esperaba, la verdad, pero ha resultado ser un enfermero muy habilidoso y paciente...
Un camarero elegantemente vestido se acercó a la mesa.
A su alrededor, ruido de risas, de conversaciones banales, de tazas resbaladizas...
Carlos no podía dejar de mirarla. 
Empezaba a no preocuparle demasiado ser honesto. Al menos, con ella.
- Y cómo lo llevas? La fractura...debes de tener aún bastante dolor...No me lo tomes a mal, pero esa pierna tiene una pinta regular...
Andrea se miró aquellos hierros que aún le atravesaban la piel. Sí, aún le dolía. Pero eso ya no era nada...
- No me quejo, en serio...no estoy mal. He tenido suerte. El trauma ha resultado ser un antiguo amigo de la facultad...muy buen tío.
- Me alegro mucho...
El silencio se acomodó entre ellos.
Tenían tanto que decirse...
Andrea se aferraba a la humeante taza buscando la forma de contarle sus sentimientos.
Carlos jugueteaba con el sobrecillo del azúcar sin dejar de pensar en lo mucho que quería a aquella mujer
- Tengo que confesarte algo...
- Hola, Andrea, qué casualidad!!!
Alberto, de pie junto a la mesa, les miraba con curiosidad.


domingo, 11 de enero de 2015

Dos meses

Llevaba casi dos meses sin verle.
Casi dos meses desde aquella poco elegante huida.
No había dejado de pensar en él. No había dejado de escuchar su insinuante voz a cada momento. No había dejado de ver su sonrisa cada vez que cerraba los ojos...
Le resultaba demasiado difícil.
Pero estaba aprendiendo a mirar hacia otro lado, a susurrar canciones que ocultasen los inoportunos recuerdos, a vivir sin necesitar sentir su respiración...
Incluso había decidido darle una oportunidad a una nueva ilusión.
No era lo mismo. Lo sabía.
Pero ya era mayor para pasiones incontroladas, noches de insomnio y momentos febriles ahogados en la soledad de la habitación...
Tenía que tomar un camino seguro, tranquilo.
Y ese era Alberto.
Sin embargo, había quedado con él.
No pudo decirle que no. No quiso hacerlo.
Tenía miedo de presentarse ante él como una inválida. Odiaba aquellas muletas que irremediablemente necesitaba para caminar. Pero no podía dejarlas atrás.
Incluso había pensado llevarse a Marcos, su hermano, para que la protegiese de sí misma.
Pero, por alguna extraña razón que aún ella no controlaba, estaba allí sola.
Había quedado en una cafetería del centro de la ciudad. Era un sitio de esos recién reformado, con el toque de modernidad justo para no borrar la historia que tantos años habían escrito en sus paredes. Le gustaba el olor a café recién hecho, a tostadas humeantes, mantequilla derretida y zumo de naranja...
Llegó pronto y buscó una mesa libre en el fondo del local.
A aquellas horas siempre estaba todo lleno pero, por una vez, no se arrepentía de aquella pinta de inválida incapaz de mantenerse en pie. Una muchacha que sujetaba algún aparato electrónico entre sus finos dedos, se levantó al verla y le cedió su mesa.
Estaba nerviosa.
Notaba las palmas de las manos húmedas y temblorosas. La respiración acelerada y un corazón luchando por encontrar su ritmo.
Aquello no le gustaba.
Se concentró en notar cómo el aire caliente del local entraba y salía de sus pulmones. Uno,dos,tres..inspiro
Intentaba poner en práctica aquellas técnicas de relajación que alguna vez le habían explicado.
Un,dos,tres..espiro...
- Hola... Andrea...