domingo, 30 de noviembre de 2014

El regreso

- Bienvenida a tu casa, Andrea
Marcos sacó la llave de la cerradura y se apartó para que su hermana pudiese pasar.
Andrea se sentía algo intranquila y nerviosa. Era algo extraño.  Volver a aquella casa después de tantos años...
- Estás bien? - le preguntó al verla allí, inmóvil,  sin atreverse a entrar
- Sí, sí...bueno...no mucho, la verdad. Es que la última vez que crucé esta puerta me juré a mí misma  que no volvería a pisar esta casa...Y ahora estoy aquí, de nuevo...
- Andrea, aquello pasó. Papá no quería hacerte daño. Te quería demasado y lo sabes...Creo que todo se le fue de las manos
Andrea se aferró con fuerza a las muletas que le servían de apoyo. No quería recordar nada. No quería hablar de nada de eso...Y, fundamentalmente, no quería discutir con Marcos. Al fin y al cabo, era lo único que tenía en esta vida.
- No te preocupes. Es cuestión de tiempo...Anda, dime dónde voy a dormir...
Esbozó una sonrisa. No era fingida. Realmente ver la cara preocupada de su hermano le resultaba divertido. Su hermano pequeño,  el trasto, en fase de reparación de su amnesia, intentando ayudarla a ella...
El mundo estaba un poco loco.
Marcos cogió la pequeña bolsa donde había guardado las escasas pertinencias que había recogido de la habitación del hospital y la acompañó a lo largo del pasillo.
- Espero que todo esté como te gusta. He intentado ponerlo todo en orden, como a ti te gusta, pero...bueno, es tu casa...
- Venga, Marcos, todo está perfecto...Déjame un momento a solas y salgo en seguida...
Necesito unos minutos de descanso.
Marcos soltó la bolsa encima de la cama y la besó en la frente.
-  Te echaba de menos
-  Y yo a tí...de verdad
Salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.
Andrea respiró hondo y se dejó caer sobre la bonita colcha.
Notaba los latidos en el interior de su cabeza. Martillazos que retiraban las cortinas que cubrían sus más remotos recuerdos.
No quería hacerlo.
Se concentró en los movimientos de su respiración.  Inspiración...Espiración...
Buscó en su mente algo que la tranquilizara.
Y allí estaba él. Como siempre.
Pero ahora ya no podía llamarlo y decirle que tenía miedo.
El la había abandonado.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Quiero irme a casa...

- Estás horrible!
- Yo también te echaba de menos -  dijo Andrea mientras intentaba acomodarse en aquella ruidosa cama.
Alberto acercó la silla y se sentó junto a ella.
- Cómo te sientes hoy?
- Mejor, mucho mejor...quiero irme a casa
Llevaba demasiados dias allí encerrada. La fiebre, por fin, había desaparecido y la mente había empezado a  ver destellos de luz. Pero necesitaba más. Necesitaba respirar el aire fresco de las mañanas, sentarse en la orilla del mar y hundir sus pies desnudos en la arena, tumbarse junto a las olas esperando ver la primera estrella...
- Bueno...todos los resultados han salido negativos...Te duele la pierna?
- Si te digo que no, podré irme a casa? - insistió
- Tan mal te tratamos? - dijo él sonriente
- En serio, Alberto, necesito salir de aquí.
- Te entiendo...yo no se si  lo soportaría ni un solo día...odio el olor de hospital, la comida del hospital, el baño del hospital...
Andrea no pudo evitar mirarle con curiosidad.
- Pues te has equivocado de profesión,  querido ...
- Lo se...Deberia haber sido bombero...
Soltó un suspiro de resignación.
Intentó alisarse el pelo con los dedos y se estiró todo lo que pudo el antiestético pijama.
No tenía arreglo, pensó ella.
Alberto escribía apoyado en sus rodillas.
Era un tipo diferente. Callado, introvertido, inteligente...e interesante. Muy interesante.
Cuando él levantó la mirada, la sorprendió observándolo.
Notó cómo una ola de calor le encendía las mejillas.
Odiaba que le pasase eso. Se suponía que se quitaba con la edad. Pero ella seguía sin poder controlar esos embarazosos cambios de color...
Uff...
- Te vas a casa...- dijo cerrando su carpeta - Tienes que esperar a que te prepare el informe de alta...ya lo sabes.
- Gracias!!!
Alberto se quedó en silencio. No se le ocurría qué decir, pero sentía una necesidad imperiosa por quedarse en aquella habitación,  con ella...
- Muchisimas gracias, de verdad, eres un ángel...
-No te creas. En realidad soy un demonio manipulador, con vocación de bombero y disfraz de cirujano...- sonrió - Alguien que va a pedirte que aceptes una invitación a cenar...
Aquello no lo había pensado, le había salido sin más,  sin pedir permiso...Se sintió fuera de lugar...
Unos golpes en la puerta reclamaron su atención.
- Buenos días hermanita ...

martes, 18 de noviembre de 2014

Adiós Carlos...

 Realmente no lo entiendes, verdad?
Patricia no dejaba de mirarlo con aquellos hermosos ojos azules.
- Andrea te quiere...y tú... tú también a ella...
Tenía los ojos enrojecidos, brillantes por el transparente liquido que trataba de hundirlos.
Estaba hermosa. 
Aún así,  sintiéndose derrotada, era la mujer más bella que conocía. Nada podría derribar ese aura de ser sobrenatural que la rodeaba allá donde decidiese estar. 
Y había decidido estar con él. 
Había sido el elegido.
Y sin embargo ... ahora no sentía lo mismo. 
Menudo estúpido...
- Creo que te equivocas...Andrea y yo...bueno, nos llevamos bien. Es facil trabajar con ella...tú la has conocido...
Carlos dejaba caer cada una de las palabra despacio, intentando que no se rompieran al despegar de sus labios.
- Por Dios, Carlos, no me hagas reir...
Patricia se levantó y se sirvió una taza del cafe que tanto le gustaba. El pequeño placer de seleccionar esa capsula dorada y percibir el afrutado aroma de las nueces y el café,  la llevaba a imaginarse junto a ese famoso actor que salía en el anuncio...
Ella no desentonaría en absoluto. Lo sabía. 
Y sin embargo, se encontraba en aquel apartamento, intentando convencer al hombre que amaba de que estaba enamorado de otra...
- Carlos...no me voy a quedar aquí, esperando a que un día te despiertes y te des cuenta de que te has equivocado de compañía...No puedo...
- No lo hagas, Patricia...yo sólo te quiero a tí
Palabras vacías que arañaban su gargata intentando ocultarse.
- No, cielo, no te equivoques...Tú ...tú debes hacerle caso a tu instinto, a tu piel...Y eso, querido amigo, no te conduce a mí...
Patricia no se esforzó en ocultar aquella lágrima. 
- Espero que no tardes demasiado en darte cuenta
Había dejado de mirarlo. No tenía fuerzas suficientes para aquello. Rodeó su taza y cerró los ojos para concentrarse en su pequeña recompensa.
Frente a ella, Carlos, con los labios apretados y esa mirada distraida que tanto le gustaba. 
Pequeño inocente al que sueltan de la mano en mitad del parque.
- Patricia...yo
- Tú eres un tío..- dijo con cierta ironía - Aún no he conocido a ninguno que sepa entender a una mujer...No estaría mal que fueses el primero...
Apuró la última gota de aquella bebida y se levantó con toda la dignidad que da la certeza.
Carlos vió desaparecer aquellas piernas por el fondo del pasillo.
Quizás no volvería a verlas.

domingo, 16 de noviembre de 2014

No eres el mismo...

-         Por qué no la llamas de una maldita vez?
Carlos, sujetando una taza de café, se sorprendió con aquella angustiosa pregunta. Le sorprendió que la hiciera ella, Patricia. Le sorprendió que se la escupiera en la cara. Le sorprendió que hubiese esperado tanto…
Respiró hondo y depositó la taza con cuidado sobre la mesa.
-        No sé a qué te refieres …- mintió
Patricia, con la desesperación dibujada en sus pupilas, intentó controlar el instinto de abofetear a aquel hombre al que tanto quería.
En los meses que llevaban viviendo juntos, Patricia había logrado vencer el muro de desconfianza y  dolor que el tiempo y su ausencia, habían instalado entre ellos.
No había sido nada fácil. Pero sabía que debía ser así. Era una mujer fuerte y lucharía hasta el final por lo que consideraba suyo.
Y Carlos era suyo.
Había conseguido recoger los trozos de fino cristal en los que había convertido el corazón de aquel hombre y, gracias a su paciencia, a su amor y, por qué no decirlo, a una buena dosis de auténtico arrepentimiento, ahora tenía en sus manos el trofeo que más deseaba.
Él.
Sin embargo, ella no era estúpida.
Odiaba a las que iban por la vida con esa falsa ingenuidad y sonrisa permanente. Las que iban de víctimas buscando el consuelo fácil. Las que preferían la sombra a unos buenos rayos de sol…
Carlos no le pertenecía por completo. Lo sabía.  Al menos, no desde que esa mujer se alejó de su vida.
Qué ironía…
-         Crees que no me entero de nada? – le gritó sin intentar evitarlo
-        En serio, Patricia, no se a dónde quieres llegar…
A Carlos siempre le habían incomodado aquel tipo de conversaciones.
Patricia se sentó a su lado, despacio, buscando el contacto de su piel, intentando que ese cálido roce calmara su miedo por lo que iba a decir.
-        No eres el mismo desde que Andrea se fue…

Aquello sí le pilló por sorpresa.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La infección

Marcos había escogido una mesa situada en una de las esquinas de la cafetería del hospital. Estaba cansado y necesitaba algo para mantener los ojos abiertos.
Andrea seguía igual.
La infección que se inició en aquel extraño engranaje de su tobillo parecía haberse extendido, sorprendentemente,  al resto de su cuerpo. Llevaba días entre el delirio y la conciencia. Pequeños destellos de luz entre la espesa niebla de su irrealidad.
Alberto le había asegurado que todo estaba controlado. Los antibióticos intravenosos estaban haciendo su trabajo.
Sólo había que esperar que su cuerpo, joven y sano, reaccionara y tomara las riendas.
Todo estaba a su favor.
Menos ella.
Marcos tenía la impresión de que no estaba luchando.
Y no lo entendía.
Se pasaba horas observándola desde su incómodo sillón de la habitación.
La veía temblar por la fiebre, escuchaba cómo se alteraba su respiración con los escasos movimientos de su cuerpo...y la veía llorar cuando nombraba, dormida, a aquel hombre...
Desde que Marcos tuvo el accidente, los recuerdos habían llegado a su memoria como pequeñas gotas de esperanza. Hijos pródigos llamando a la puerta de su presente. Seguía con grandes vacíos, era cierto, pero gran parte de su puzzle estaba terminado.
Y en esa ordenada mezcla aparecía su hermana en un lugar muy especial.
Lo que había sentido por ella era demasiado intenso, demasiado hermoso a los ojos de una sociedad estancada moralmente.
Lo recordaba.
Sin embargo, ahora era diferente.
Había aprendido a quererla de nuevo, a respetarla, a admirarla.
Para él, ella representaba aún el único punto de unión con una realidad que no terminaba de aceptarlo. Una realidad que le había negado la felicidad, que le había empujado a una búsqueda absurda para olvidar lo que le dictaba su corazón...
Y ella siempre había estado allí, a su lado, apoyándolo incluso a sabiendas de que se equivocaba...
- Hola, Marcos, te importa que te acompañe?
Alberto estaba de pie junto a él. Una gastada bandeja de plástico soportaba lo que debía ser su desayuno.
- Hola, no, claro que no...por supuesto, siéntate...Una mala guardia?

domingo, 2 de noviembre de 2014

- Sí soy feliz!!!
Andrea se despertó en la cama de hospital empapada en sudor. Buscó en la penumbra de aquella habitación el pequeño interruptor adosado a la pared.
" Las seis de la mañana "
Notaba el pulso acelerado.
Tenía la frente y las mejillas ardiendo, el cuerpo totalmente húmedo y una sequedad insoportable en los labios.
Intentó respirar despacio.
Se sentía febril y mareada.
Debería llamar a alguna enfermera para que, al menos, le trajese un paracetamol. Así se sentiría mejor.
Pero eran las seis...
Lo lógico sería esperar al cambio de turno. Faltaba poco y ella sabía lo que molestaba una llamada a aquellas horas...sobre todo si era por una tontería...
Apretó los ojos intentando dormir.
Los últimos dos días se había complicado todo.
Una infección en la herida la había obligado a quedarse encerrada allí, en aquel ambiente estéril de cualquier sentimiento.
Al menos tenía a Marcos...
Además, y eso sí que la había sorprendido, se había reencontrado con Alberto, un antiguo amigo de la facultad. La última vez que lo había visto fue poco después de terminar la carrera. Sabía que se había ido a Madrid a hacer la especialidad de traumatología pero no tenía ni idea de que hubiese vuelto.
Se alegró de saber que su pierna estaba en sus manos.
Siempre había sido un chico listo y responsable. Podía confiar en él.
Fue él quien le aconsejó retrasar el alta. Su pierna no tenía buen aspecto y sería mejor hacer todos los análisis antes de que se fuese a casa.
Le pareció convincente.
Y, por otro lado, no le apetecía escuchar las recriminaciones constantes de Marcos...
Uno, dos, tres...
Los latidos de su corazón cada vez iban más rápido. Algo no iba bien.