sábado, 29 de marzo de 2014

Los días que siguieron a la marcha de Marcos fueron borrosos.
No me sentía con fuerzas para sonreir a mis amigos, no me creía centrada para comprender problemas ajenos.
Me dediqué a pasear, confiando que mi instinto materialista consumiese cualquier resto de soledad que pudiese invadir mi cerebro.
Recorrí los pasillos de los centros comerciales buscando algo que despertara mi curiosidad.
Tiendas copiadas en series con diferentes colores en los escaparates. Maniquíes anoréxicos invitando a perder los kilos ganados con el sofá y los hidratos de carbono. Exposiciones de perfumes, zapatos y cremas...
Me deslizaba entre las sombras, invisible, esperando el click que me indicara que había despertado.
Recuerdo que, una de esas tardes, me paré delante de la estantería de los libros. Eso siempre me ha apasionado. Me gusta ojearlos, leer las contraportadas, sentir su tacto entre mis dedos.
Me llamó la atención uno blanco con llamativas letras rojas en su portada.
Era una segunda parte.
Una segunda parte de la vida de una chica que era todo lo normal que se podía ser en este mundo de anormalidades.
Alguna vez me sentí como ella. Incluso, alguna vez, quise ser ella.
Pero, al contrario que a mí, a ella las cosas le salieron bien.
Al menos, en la primera parte del libro.
Quizás era eso. Que yo aún no había llegado al desenlace de la primera parte. Quizás todo esto no era más que un cansino prólogo de algo espectacular que me esperaba a la vuelta de la esquina...
Sonreí.
Sería divertido recordar todo esto desde la perspectiva de la completa felicidad.
Porque yo aspiraba a eso. Yo merecía eso.
Era una convicción interior. Algo que uno siente pero que no sabe explicar.
Yo siempre lo he pensado.
Merezco una vida estupenda.
Me compré aquel libro con la absurda esperanza de que me dijese mi futuro.
Esa tarde, con mi peculiar tesoro en el bolso, me dirigí a la peluquería.
La vida que me esperba necesitaba a alguien con sofisticación, con glamour...
Nada que un buen peluquero, un bonito vestido y, por supuesto, unos maravillosos tacones, no te puedan conseguir.
Aquella noche me senté en mi pequeña terraza y busqué la constelación de Orión.
No era por nada en especial, sencillamente desde que un buen amigo me la mostró, hacía ya muchos años, siempre me había parecido preciosa.
Aquella noche algunas nubes intentaban ocultarla.
Y aquella noche, le pedí mi deseo.

jueves, 27 de marzo de 2014

curar una obsesion

Estaba agotada.
Una mala noche, unas confesiones reprimidas, un dolor despertado.
Cuando llegué a casa del trabajo, Marcos me esperaba sentado en el sofá del salón.
- Llegas tarde, Andrea, pensé que no venías a comer
- Lo siento, debí llamarte, es que se han presentado unas urgencias a última hora...
De repente me fijé en la maleta que había apoyada contra la pared.
- Qué significa ? - dije señalando aquel objeto con ruedas
- Significa que me voy
No se movio del sofá. Se limitó a mirarme y a esperar que yo le dijese algo.
- Es por ella?
- Si. Tengo que verla, explicarle, necesito que me entienda...
La voz de Marcos era desesperada.
- Lo imagino...debes hacerlo, eres un buen chico, ella te comprenderá
- Yo no estoy tan seguro, pero necesito intentarlo.
- Si ella es como me la has descrito, estoy convencida de que volvereis a estar juntos.
Lo dije porque lo sentía así. No mentía.
Marcos se acercó a mí. Nos quedamos unos minutos en silencio, sentados el uno junto al otro, dejando que fuesen las sensaciones las que hablaran.
- Sabes, Andrea - dijo al fin - te convertiste en mi obsesión durante mucho tiempo. Lo eras todo para mí. Respiraba por tí. Vivía cada día por tì...Fue duro entender que tú no sentías lo mismo. Fue doloroso sentir el rechazo de la persona que amas, el darte cuenta de que para esa persona, que es tu mundo, tú eres invisible....Lloré tanto...
- Lo siento...- fue lo único que me atreví a decir
- Tú no tenías la culpa. Fui yo quien se obsesionó con una fantasía...
Se levantó y se dirigió a donde le esperaba su maleta marrón.
- Pero lo  superé. Tuve que alejarme de tí, tuve que resetear mis recuerdos, tuve que engañarme para no dejar que tu imagen se colara en mis retinas...tardé mucho tiempo en dejar de sentir dolor. Y lo conseguí.
- Ahora necesito disfrutar de un amor correspondido. Ahora la necesito a ella.
Aquella declaración hizo que mis lágrimas rodaran  por mis mejillas.
- Ve a buscarla. Al menos tú, mereces ser feliz
- Te equivocas, hermana, los dos lo merecemos. Ahora sólo falta que tú te decidas a vivir.
- Lo intentaré

domingo, 23 de marzo de 2014

El sol aún no terminaba de salir. Yo estaba agotada. Había sido una noche demasiado larga pero, a pesar de todo, tenía que activarme para ir al trabajo.
Me dejé a Marcos dormido. Fui incapaz de despertarle para decirle adiós.
Aún resonaba en mi cabeza aquella absurda y sospechada confesión.
¿ Por qué todo era tan difícil ?
Nuestras vidas, la de Marcos y la mía, habían sido tan absurdamente complicadas, y tan estúpidamente parecidas.
Los dos nos habíamos equivocado al enamorarnos. Los dos nos habíamos escondido para intentar superarlo. Ninguno conseguiría salvar aquel primer amor imposible.
Le escuché vaciar todo su dolor. Llevaba mucho acumulado. Ahora me daba cuenta.
Sin imaginarlo, o quizás sí, le hice daño con mi silencio, con mi irremediable ingenuidad.
Nunca quise afrontar aquellas palabras excesivamente dulces, ni las miradas descaradas, ni tan siquiera los poco discretos cumplidos.
El era mi hermano. Mi medio hermano.
Pensaba que aquello se pasaría. Yo no era más que su ídolo, su hermana mayor, alguien a quien él admiraba ...bueno, eso pensaba yo.
Recuerdo, hace ya mucho tiempo, sentados en la entrada de casa, con las cabezas apoyadas contra la sucia pared del rellano. Ninguno quería llamar a la puerta. Era como romper la magia de una noche maravillosa en compañía de nuestros amigos.
El sujetaba mi mano con ternura. Yo, con los ojos cerrados, podía notar cómo me miraba en silencio.
- Ojalá esto no acabase nunca...- dijo acercando sus labios a mi oido.
Sonreí. Mi hermano pequeño tenía miedo a madurar. Eso es lo que yo entendí.
Pero pasó el tiempo y me enamoré.
Sí, ya lo he dicho, de la persona equivocada, pero es que nadie me dejó escojer. Sólo sucedió.
Aquello cambió mi relación con Marcos.
Desde un principio, se volvió frío y distante. Nuestras conversaciones se espaciaban y, cuando sucedían, no eran más que una sucesión de sermones y advertencias.
Llegué a odiarle.
Le odié porque él era la única persona a la que yo podía contarle lo mucho que estaba sufriendo y, por qué no, lo fuertes que eran todas esas sensaciones que aquel hombre provocaba en mí.
Pero cerró su puerta y yo tuve que tragarme todo aquello.
No quise ver, entonces, que él también tuvo que tragarse todo lo suyo. Lo nuestro.
Al final, como ya dije, él se marchó sin decir nada. Bueno, dejó una pequeña nota a mis padres, explicándoles que no tenían que preocuparse por nada, que había conseguido una beca y que estaría fuera durante un tiempo. Necesitaba espacio para decidir qué hacer. Eso le había dicho a mis padres.
Y yo, mientras, con la orilla perdida, me dediqué a perderme en un océano de sensaciones que me arrastró a un dolor insoportable.
Dejé a mis padres, a mi ciudad, a mis amigos...
Era médico de familia y suponía que no tendría problemas para buscar un trabajo. Mi único requisito era estar cerca de él.
Qué estúpidos nos hace el amor!

miércoles, 19 de marzo de 2014

Estaba demasiado cansada para cenar.
Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente inundara cada centímetro de mi piel.
El agua , quizás demasiado caliente, siempre había sido uno de mis mayores placeres.
Me gustaba sentir cómo mis vasos sanguíneos respondían a las altas temperaturas. Mi piel se sonrojaba poco a poco y el vapor llenaba la habitación.
Dejé que se diluyeran los malos pensamientos y el cansancio se apoderó de mí.
Salí de mi pequeño baño rodeada de una nube de vapor. Me había envuelto el pelo en una pequeña toalla y un albornoz de verde pistacho impedía que el calor se despegara de mi piel.
Me arrastré hasta la cocina con el único objetivo de saciar mi sed.
No me esperaba encomtrar a nadie.
Pero me equivoqué.
Allí, sentado en un moderno taburete, estaba Marcos.
- Por Dios! - grité cuando el fluorescente iluminó su cara - Se puede saber qué haces aquí a oscuras???. Me has dado un susto de muerte.
Podía notar cómo un incómodo temblor sacudía mi cuerpo.
- He vuelto pronto...
Marcos no tenía buen aspecto. Tenía los ojos teñidos por un púrpura desteñido y unas ojeras demasiado profundas para sus perfectos pómulos.
- Ha pasado algo?
De repente, la sensación de agotamiento se había visto desplazada por una casi desconocida preocupación fraternal.
Marcos estaba allí sentado, acurrucado como un niño asustado, con la mirada perdida en el vaso vacío que sujetaba entre los dedos.
Cogí el otro taburete y me senté lo más cerca que pude de mi hermano.
Esperé a que él quisiera hablarme.
Era mejor así.
Si lo forzaba, y de eso estaba segura, no conseguiría nada.
Pasaron unos minutos.
- Creo que me ha dejado...- dijo, al fin, sin dejar de mirar el fomdo de aquel vaso.
- Por qué dices eso?
Le veía tan agobiado que necesitaba ayudarle.
Le rodeé con mis brazos intentando que él lograra dejar escapar lo que rondaba por su cabeza.
Sin embargo, noté cómo él se ponía en tensión y trataba de evitar el contacto.
- Lo siento..
No sabía qué decirle....
- No te preocupes, Andrea, aunque no te lo creas, no ha sido culpa tuya...
- Pero, qué ha pasado? Es que no lo entiendo...
- Yo tampoco...sólo le dije que viniese...
No entendía nada.
 - Quería que te conociera, que entendiera porqué me alejé de tí y porqué soy lo que soy.
- Y...
Marcos volvió a su rincón.
Intenté de nuevo acercarme a él. Le abrazé sin que opusiera resistencia y empezé a mecerlo de forma instintiva.

lunes, 17 de marzo de 2014

Como me había imaginado, el martes, consulta de mañana y tarde, fue poco agradable.
No me gustaba trabajar por las tardes, se me hacían pesadas, cansinas, como dicen aquí. Si a eso, le añades la consulta del compañero de la mañana....resultado final...prácticamente muerta.
O, al menos, eso sentía yo.
Los pacientes de Carlos, como era natural, pasaron deprisa. Ninguno quería contar su historia a una desconocida. Si su médico venía mañana, pues esperaban a mañana. No tenían problemas. Así es la confianza de los pacientes con sus médicos.
Yo llevaba en mi consulta casi un año.
Recuerdo los primeros meses en los que la gente pasaba por allí haciéndome pruebas, viendo hasta dónde podían llegar y hasta dónde se podía confiar en mí.
Con el paso del tiempo, se relajaron los miedos y las tensiones. Me aceptaron como su médico y me confiaron sus secretos.
Cada paciente quiere sentir lo mismo. Quiere saber que cuenta con don o doña lo que sea para que le solucione sus problemas. No quieren aceptar solos el riesgo de una decisión equivocada. Prefieren compartir la responsabilidad.
Decisiones compartidas. Así se llaman.
Mi experiencia, no mucha, me ha enseñado eso. A que prefieren delegar la responsabilidad del error en otro, en el médico. Se sienten más protegidos, conciencias limpias y a salvo. "A la abuela la dejamos en casa porque lo dijo el médico. Nosotros la hubiésemos llevado al hospital...pobre..."
Yo soy de las que preguntan.
- Usted que cree? Si le doy la pastilla, se la va a tomar?
Y mis pacientes son de los que responden:
- Pues lo que usted me diga, que pa eso es la médica.
Esa es toda la negociación que logro alcanzar.
Imagino que si mi tutor de la residencia me viese, se reiría de mí. El siempre me criticaba por hablar tanto, por preguntar tanto.
- Es que el paciente merece esa explicación - le decía yo ofendida
- Es cierto, el paciente merece saber lo que tiene, merece que se le explique hasta donde pueda entender...pero no más, Andrea, si le das demasiada información los saturas...
Ahora me acordaba mucho de todas aquellas conversaciones. Y de la verdad que encerraban.
El martes terminó, al fin, y llegué a casa  con la esperanza de no tener que dar conversación.
Marcos me había dicho que iba a salir y que llegaría tarde, así que supuse que tendría todo el espacio libre para mí.
Sin embargo..,

domingo, 16 de marzo de 2014

- Tienes mala cara - me dijo Marcos cuando llegué a casa aquella tarde de odioso lunes.
Estaba agotada. Tenía ganas de llegar, cambiarme de ropa y tirarme en el sofá.
Un peculiar y agradable aroma flotaba en toda la casa.
- Estoy cansada...típico de lunes
- Sólo eso ? - dijo mientras ponía algo en el microondas - Por tu aspecto, hubiera jurado que había algo más...
No tenía muchas ganas de hablar. Pero Marcos no se merecía mi autismo.
- No te preocupes, es que he tenido un mal día...típico después de un fin de semana. Y tú, qué has hecho hoy?
Me había colocado un chandal en tonos berenjena, gastado de tanto andar por casa,  y me acerqué a la cocina.
- Huele delicioso -dije sin esperar a que me respondiera la primera pregunta...
- Te he preparado unas berenjenas parmesana con receta parisina...espero que te guste
Lo miré sin disimular mi asombro. Me senté delante del sitio preparado para mí en la mesa y esperé a que Marcos me sirviera.
- Quien eres tú y donde está mi hermano ? - dije observando cómo servía los platos.
- Es que tu hermano era demasiado torpe, he tenido que sustituirle...lástima que me hayas descubierto.
Me guiñó el ojo y se sentó frente a mí.
El aroma a queso fundido inundó el ambiente.
- Tiene una pinta deliciosa...quienquiera que seas...mmm...esto está  de muerte!
Hablamos y reimos mientras disfrutábamos de aquel inesperado almuerzo.
Le había echado de menos. Ahora me daba cuenta.
Pasamos la tarde como hacía años. Sentados en el sofá, pasando canales y contándonos historias.
Me habló de ella, de lo mucho que le había ayudado, de su trabajo, de su inspiración, de sus proyectos.
Me hubiese gustado contarle que yo aún me sentía vacía, que tenía un hueco en el corazón que aún no conseguía rellenar, que me había emborrachado en más de una ocasión para olvidar el silencio, que cuando cerraba los ojos aún veía su rostro...
Pero no lo hice.
Se le veía feliz.
Algún día yo también lo sería.
Era cuestión de tiempo.
Cada herida, cada tejido, tenía su tempo de cicatrización,  sólo tenía que aguantar. El fondo del corte se había recubierto por un tejido débil de granulación, tejido nuevo que tendería a rellenar todos los huecos. No era fuerte, pero era el principio.
Tenía que asegurarme de evitar infecciones.
Nada más aséptico que el aislamiento...

miércoles, 12 de marzo de 2014

decir no

Mi trabajo me gusta. Es verdad. Soy de esas afortunadas que han podido estudiar y trabajar en lo que les gusta.
En momentos como estos, con tanta miseria rodeándonos, es cuando realmente nos damos cuenta de la suerte que tenemos.
Yo soy agradecida.
Gracias.
Después de que Catalina saliera de la consulta, los pacientes, con sus problemas, se sucedieron sin darme tregua para el descanso.
Uno a uno se fueron llevando parte de mi energía y, al final de la mañana, poco quedaba ya de la Andrea radiante que atravesó la puerta de entrada a primera hora.
No vi a Carlos en toda la mañana. Tampoco al resto de compañeros.
El sonido chirriante del móvil hizo que despegara la vista de la deslumbrante pantalla.
Aquel tintineo provenía de algún lugar de mi bolso. Odiaba los bolsos grandes. Nunca podía encontrar nada.
Al fin, mis dedos lograron atrapar aquel pequeño artilugio antes de que sonara por última vez.
- Andrea, dónde estabas? Estaba a punto de colgar..
- Perdona...es que no encontraba el móvil...
La voz de Carlos siempre me producía un agradable escalofrío.
-No te preocupes, sólo quería pedirte un favor
Sólo eso. Una pequeña decepción cruzó por mi cabeza.
- Lo que quieras...
- Eso es un poco arriesgado....puedo decir una barbaridad
- No me preguntes por qué, pero confío plenamente en tí - dije intentando sonreir..
- Así me gusta -pude escuchar cómo reía al otro lado - . Mañana tengo reunión toda la mañana en distrito. Sé que te toca tarde pero, podrías hacer mi consulta? Otro día te la hago yo...
- Uff!  Es que ha venido mi hermano para unos días...no tienes a nadie más?
Sabía de sobra que si Carlos me estaba pidiendo eso es porque había agotado el resto de recursos. Pero no pude evitar preguntarlo.
- Lástima...
- Bueno, no pasa nada, te la hago. Pero me debes una...
No podía decirle que no. Era...superior a mí.
- De verdad? Andrea no sabes cómo te lo agradezco..Pídeme lo que quieras
Me quedé en silencio.
No me apetecía pasarme todo el día encerrada en la consulta, pero las cosas no estaban bien, no había sustitutos, y sabía que no era fácil para Carlos intentar rellenar todos los huecos que iban surgiendo.
Me despedí de él asegurándole que no tenía por qué preocuparse. Yo haría el trabajo.
Me dolía decirle que no.
Sin embargo, ahora me dolía haberme dicho que no a mí misma.

lunes, 10 de marzo de 2014

catalina

Como era de esperar, la semana empezó de golpe y, sin darme cuenta, me encontraba escondida detrás de aquel pequeño marco desde donde cotilleaba la vida de mis pacientes.
- Doña Carmen, quiero que me mande al traumatólogo...
Aquella mujer, con un pelo que debió ser de un moreno intenso, facies huesuda y mirada desesperada, se dejó caer en la silla que dejaba libre el monitor.
- Y eso?-le pregunté tratando de no mostrar la animadversión que me producían aquellas exigencias - se encuentra mal?
Catalina,  de unos cincuenta años, no tenía problemas importantes de salud. Al menos, eso podía ver en su historia.
Sin embargo, sus frecuentes visitas al centro me habían hecho intentar rebuscar algo en su vida, algo que ella se empeñaba en ocultarme pero que, claramente, no le permitía llevar la vida que posiblemente se merecía.
La miré a los ojos y esperé su respuesta.
- Es que me duelen mucho los pies, ya me he tomado las pastillas esas que me dijo y no me han hecho nada...
Catalina tenía los ojos vidriosos y sus dedos se retorcían apretando una efímera realidad.
- Me deja que le eche un vistazo?
- Ya me los ha visto más veces...es que no quiere mandarme....yo pago el seguro y tengo derecho a que me vea un especialista...
Aquella mujer, posiblemente sin saberlo, estaba haciendo que saltaran todos los resortes que contenían mi imprudencia.
Respiré hondo, me levanté despacio y me acerqué a ella.
- Estoy segura de que tiene razón, debe de tener mucho dolor cuando viene hoy tan agobiada...
Me apoyé en la mesa, junto a ella, y esperé.
- Si quiere verme los pies, hágalo, a mí no me importa.
Flexionó su delgado tronco y con movimientos torpes pudo desatar los cordones de aquellas extrañas zapatillas que le cubrían sus extremidades.
Tenía, como no, pies angulosos, con callosidades que reflejaban la dureza de sus pasos y deformidades que la obligaban a mantener sus dedos en posturas bastante inusuales.
- Catalina, esto es de hace mucho tiempo, verdad? Debe ser difícil buscar un zapato que no le haga daño...
- Y que lo diga. Yo ya no se que ponerme...
-La entiendo...
- Y encima ahora tengo que estar todo el día en la calle...
Guardé silencio
- Tengo miedo a llegar a casa  - su voz se ib ha iendo cada vez más susurro- .Tengo miedo...
Catalina, al fin, pidió ayuda.
Yo quería hacerlo y, por suerte, contábamos con recursos para ayudar a estas mujeres. La puse en contacto con Ester, mi compañera, para que le solucionase todas las dudas y le buscase alguna solución...
No eran infrecuentes estas situaciones. Mujeres silenciadas por su propio miedo, incapaces de dar el paso necesario para hacerse visibles.
Estaba agotada.
En este mundo había persona sque realmente tenían derecho a la queja.
Y yo se lo robaba...

domingo, 9 de marzo de 2014

Me habló de su libro.
Pero también de sus noches en vela, de sus paseos por París, de su reencuentro con aquella ciudad de su infancia, de su dolor, de su despertar...y de Carlota.
De repente, sin saber por qué, sentí celos.
Celos de aquella ilusión, de aquella pasión...de aquel amor.
Marcos, sin soltar mi mano, me narraba su historia, sonriendo, ensombreciéndose a veces, resplandeciente otras.
Me sentía como una intrusa en aquel mundo que ya no era el mío. Me hubiera gustado tanto formar parte de aquello...
Aquella noche mi sueño fue intranquilo. Sueños de despedidas, de rupturas, de amores condenados y de amores imaginados.
Siempre he pensado que los sueños no son más que la transcripción de las experiencias vividas durante el día.
Obviamente, mi subconsciente había filtrado la información hasta conseguir la versión Andrea de la felicidad de otros...agotador.
El domingo, sin embargo, de un hermoso inusual, decidí enseñarle a mi hermano algunos de los lugares con más encanto de esta tierra de acogida.
Le enseñe las playas cristalinas, las calas escondidas a los ojos de los curiosos, los desiertos áridos donde, alguna vez, se hicieron realidad algunas de las más polvorientas historias del western, los pequeños bosques ocultos entre las montañas que bordeaban la provincia...
Cuando, ya bien entrada la noche, nos acurrucamos en el sofá del salón, ninguno de los dos estaba en condiciones de conversar.
Nos tomamos un yogurt mientras una extraña película nos vigilaba desde el magnífico televisor que hacía pocas semanas decoraba la parte más acogedora del salón.
- Creo que me voy a la cama - dije llevando los envases a la cocina- Algunas mañana tenemos que trabajar
- Di que estás enferma, no sé, invéntate algo, para eso eres médico...
- Soy médico para mentir? - le pregunté en tono burlón
- No, eres un médico para inventar perfectas coartadas para escaquearse...
- Lo hablaré con mi almohada..- me acerqué y le besé el pelo alborotado.
El seguía allí, mirando aquel rectángulo luminoso, tan cercano, tan diferente...
- Buenas noches - dije
 - Buenas noches, Andrea, espero que esta noche descanses mejor...no me apetece que me despiertes llamando a otro hombre.
- Qué dices? - pregunté sorprendida por aquel comentario
- Nada, que anoche tuve que entrar a tu cuarto y tratar de despertarte...estabas aterrada...llamabas a alguien, era un nombre de chico, pero no se entendía bien...quizás Fran...
- Fran?
Noté cómo el estómago se escondía entre sus vísceras vecinas.
Otra vez, no.

martes, 4 de marzo de 2014

Segunda oportunidad...

-Me enamoré. Entregué el alma y, cuando me di cuenta de que nada tenía sentido, me marché. Es algo que conoces, verdad Andrea?.
Asentí sin mirarlo. Sabía demasiado bien a qué se refería..
- Lo bueno de esta vida, es que siempre te da una segunda oportunidad...al menos, a mí me la dió - continuó Marcos - . Tengo que confesarte que la distancia me ha servido para poner las cosas en su sitio. Como el tiempo. El dolor se acomodó en un rincón, acurrucado con la nostalgia y el recuerdo, y dejó hueco para que las ventanas se abrieran y se renovara el aire rancio que me asfixiaba los pulmones.
Su voz sonaba lejana.
Mi hermano, sin saberlo, se había alejado de aquella terraza que compartíamos junto al mar.
- Dónde estás?- no pude evitar preguntarle
Marcos me miró y sonrió como hacía mucho no le veía sonreir.
-  Es curioso como el dolor te puede conducir a algo hermoso.
Nos quedamos en silencio. No sabía qué decirle. Tampoco creo que esperase que dijese algo.
La brisa se había calmado. Algunos destellos dorados salpicaban sobre un mar en perfecta calma.
- Es hermoso eso que dices...
- Lo sé. Me encantaría disponer de las palabras perfectas para poder explicártelo, o quizás del tiempo suficiente...pero no lo tengo..
- Ahora estás empezando a preocuparme, Marcos. Por qué dices que no tienes tiempo suficiente?
- No, no te asustes, no me pasa nada malo...pero tengo planeado un viaje demasiado largo.
- Marcos, en serio, me estás poniendo nerviosa...
- He conocido a alguien. Una persona maravillosa que me ha enseñado que el camino no deja de ser hermoso por tener algunas rocas entorpeciendo nuestros pasos...
Respiré aliviada.
- Me da la sensación de que tú empiezas a entender lo que digo ...
- Empiezo a ver la luz, si es eso a lo que te refieres....- dije
- No sólo a eso. Me refiero a sentir, a desear, a esperar...era algo que yo había perdido...una ilusión.
- Y ella..dónde está?
- No te adelantes, Andrea, antes quiero hablarte de mi libro...jajaja
Allí tenía al niño que tanto me hacía reir, aquel niño que andaba siempre perdido entre mi sombra revoloteando y jugando a mi alrededor...
- Es cierto....aún no me has hablado de tu libro - dije apoyando mi cabeza en su hombro - cómo se llama ?
- Andrea. Mi libro se llama Andrea.
No le miré. No hacía falta.
El Sol seguía alto. Algunas gaviotas arañaban líneas torcidas al azul cielo.
Voces lejanas.
Cerré los ojos y dejé que el ritmo de su respiración me trasladara a una infancia demasiado lejana..

lunes, 3 de marzo de 2014

nada que no supieras

Sentados allí, mi hermano y yo, murmullo de olas, susurrar de conversaciones inaudibles...el mundo parecía haberse detenido en aquel rincón del sureste de la península.
Comíamos sin prisa.
Yo había escogido una dorada a la plancha y Marcos, un filete de peso inimaginable y que, de forma deprimente para mí, escupía aquel viscoso líquido rojo cada vez que lo atravesaba co  la afilada hoja de metal.
Nunca me había gustado eso de comer carne cruda. La sensación, agradable para algunos, de triturar cada fibra muscular entre sus dientes, notando el saborcillo de la sangre...puag! Un asco, de verdad.
Puede ser, lo admito, que hay algo que me estoy perdiendo. Pero puedo sobrevivir a ello. Esa ignorancia no me preocupa.
Pero, a lo largo del tiempo, había aprendido a tolerar ese gusto en los demás. En mi hermano.
Marcos disfrutaba como un niño con ese trozo de animal a medio matar que tenía en su plato.
No sería yo quien le dijese que podía contrar alguna enfermedad, alguna parasitosis, aunque mientras lo observaba no podía quitarme de la cabeza a uno de mis pacientes que pasó por algo similar....puagggg!
Afortunadamente terminamos el plato y, para mi regocijo, los postres borraron cualquier mal sabor de los momentos previos.
Hundí mi cucharilla en mi porción de tarta de queso y cerré los ojos mientras mis papilas degustaban aquel maravilloso manjar....mmmm...qué bueno estaba aquello!
Cuando abrí los ojos, Marcos me miraba divertido.
- Que?- le pregunté
- Que no has cambiado nada. Sigues siendo una golosa compulsiva..
- Pues sí- dije sintiéndome algo abergonzada - es aue es la única parte de la comida que merece la pena...
- Si tú lo dices...
- Pues claro. ... además en mí estos postres producen una liberación de endorfinas que me hacen sentir más feliz
- Y más gorda...jajaja
- Eso es un golpe bajo, querido. Como puedes ver, estoy en perfecta forma..
Me miró de arriba a abajo como quien examina el caballo que está apunto de comprar y volvió a acomodarse en su silla.
- Espero estar aprobada- le dije mientras volvía a sentarme después de mi minidesfile
- Yo te daría un aprobado alto...quizás notable bajo...es que no te puedo evaluar bien con tanta ropa...
- Pues me temo - susurre en su oido -que vas a tener que conformarte con esta vista...no hace tiempo de bikinis....
Le apreté el antebrazo y volví a acomodarme.
Giré mi sofá para tener el mar de frente. Marcos se acomodó a mi izquierda.
- Quieres que te cuente una historia? - me dijo sin mover la vista del horizonte
Las gaviotas revoloteaban sobre las pocas olas que se elevaban sobre las frías aguas.
- No quiero que me cuentes una historia. Quiero que me cuentes tu historia.
- Eso tendrás que decidirlo tú. Escúchala y dime de quien es.
Y eso hice.

domingo, 2 de marzo de 2014

herida abierta

- No me gusta recordar aquello - le dije a Marcos intentando volver a la realidad
Hacía un día estupendo. Las pocas nubes que manchaban el cielo se deslizaban arrepentidas para no enturbiar la escena.
El paseo, a quella hora, estaba lleno de gente que buscaba rayos de sol y brisa de mar. Turistas, gente del pueblo, vendedores ambulantes, muchachas trenzando cabellos...un espectáculo multicolor y multiétnico.
Era lo habitual cualquier mañana de sábado a estas alturas del año.
Me encantaba perderme entre la gente, pasear, sentarme de vez en cuando para oir el sonido de las olas...
Sí. Me gustaba vivir ahí. En un pueblito insignificante , perdido en un macrouniverso pensado para los grandes.
Especies raras.
- Marcos, es que hice una tontería, ahora puedo decirlo...pero aún es demasiado doloroso...creía que lo había superado, pero no es cierto - suspiré sin atreverme a mirarle a los ojos - Cada día me engaño a mí misma e intento convencerme de que la herida ha cicatrizado bien. Pero es sólo eso. Un engaño. No lo he superado...
- Perdóname, no quería hacerte daño - dijo apretando mi mano entre sus dedos
- No te preocupes. Es bueno hablar de eso, hablar de fantasmas, puede ser la única manera de ser consciente de que el dolor ya pasó y debo superarlo.
- Ahora...no eres feliz?
- Feliz..- me detuve y cerré los ojos intentando recordar los últimos momentos felices de mi vida - sí, soy feliz - dije sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en mis labios.
- Cuéntame...quién es él?
- Por qué debe de existir un hombre?
- Por que te conozco...y tienes ojos y sonrisa de enamorada...
- Te equivocas. Esta vez no hay nadie en mi vida...pero no quiero hablar mas de mí.
Quería cambiar el tema, escapar de aquel rincón en el que yo solita me había metido.
Era cierto que era feliz. Pero también era cierto que era una felicidad sujetada  con unos alfileres de plata que, en cualquier momento, podrían desprenderse y caer...
No quería estropear algo que no conocía.
- Estoy esperando tu historia - le dije cuando por fin llegamos a la puerta del chiringuito de la playa.
- Mmmm , aquí huele que alimenta! No me extraña que vengas tanto por aquí ...
- Está bien. Voy a dejarlo por ahora. No quiero hacer esperar a Enrique....pero después no te libras...
Enrique era el dueño de aquel lugar. Era un amigo. Nos había reservado la mejor mesa en aquel salón salpicado de arena, un rincón tranquilo donde hablar, escuchar y disfrutar del paisaje era todo lo que se podía hacer.
No tenía prisa.
Esta vez tendría que contarme su historia.