martes, 30 de septiembre de 2014

 Se encuentra bien ?
Aquella voz sonaba demasiado lejana.
Andrea recordaba cómo una enorme sensación de vacío se apoderó de ella mientras el suelo resbalaba bajo sus pies.
Todo fue demasiado rápido.
Su instinto de protección hizo que sus manos intentaran protegerla de aquel impacto inevitable.
No fue suficiente.
Cerró los ojos para que doliese menos.
Pero se equivocó.
Notó el crujir de su tobillo y un dolor demasiado agudo le inmovilizó la pierna derecha. El resto de su cuerpo, privado de soporte, cedió a la ley de la gravedad y fueron los fríos escalones los que detuvieron su caída.
- Me oye? - repetía nerviosa aquella voz que parecía provenir de algún universo paralelo.
Andrea no tenía ni fuerzas ni ánimos para responder.
Se acomodó como pudo en el inesperado asiento y buscó el origen de aquella punzada.
Bajo el vaquero se perfilaba un amasijo de carne sin forma que ella no se atrevía a descubrir.
Con toda la delicadeza que era capaz en una circunstancia como aquella, empezó a levantar el trozo de tela que intentaba contener el desastre.
No hizo falta echar mano a sus conocimientos de medicina para saber que aquello no pintaba bien. Nada bien.
Elevó la mirada. No quería seguir mirando. Le dolía demasiado. Además,  necesitaba tomar aire.
De repente, el oxígeno había desaparecido y una asfixiante sensación le apretaba las costillas impidiéndole respirar con normalidad.
Quizás aquella pierna no había sido la única parte de su cuerpo en sufrir las consecuencias de aquella caida...
De repente fue consciente de donde estaba.
Miró a su alrededor y se sorprendió de ser el centro de una improvisada audiencia. Un montón de ojos curiosos esperando saciar su morbosa necesidad.
-No debería moverse - dijo alguien que se había acercado para ayudarla - Acabo de llamar a urgencias. Vendrán en seguida...Quiere que la ayude ?
Andrea no podía hablar. Dejó que las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo limpiaran el poco maquillaje que había decidido ponerse antes de salir.
Dios santo, Marcos...aún estaría esperándola...

viernes, 26 de septiembre de 2014

La llamada


Se quedó mirando aquel número.
Durante algo parecido a una eternidad, un doloroso escalofrío empezó a anudarle el estómago.
Ignoraba la llamada?
Al fin y al cabo, si recordaba las técnicas de deshabituación que muchas ellas había impartido, serían las primeras semanas las que sufriría. Luego, viene una especie de calma triste, de echar de menos, de resignación…
Ella aún estaba en la fase dura, en la fase en la que crees que no podrás soportarlo, en la que las cuchillas arañan un alma obsesionada. Ese momento en el que no puedes pensar en otra cosa, porque sólo existe ese vacío para ti…
Entonces, si cedía a su instinto, si contestaba a aquella voz…
Todo volvería a cero.
Pero, al menos, durante los minutos que lograse oírle, esa droga entraría en sus venas y saciaría aquella necesidad…
Sus labios, cansados de esperar una orden superior, decidieron actuar.
-                   -  Hola, Carlos, qué tal?
-                   - Hola, Andrea – su voz sonaba tan dulce…- cómo te encuentras?
-                   -  Bien, bien.. – mintió – Esto de no tener que madrugar para ir a trabajar es lo que tiene. A todos         nos gusta..
Andrea imaginó su sonrisa.
-                  -Ya. Me imagino… Deberíamos tener descansos más a menudo – un silencio incómodo le recordó      a Carlos que no debería haber llamado – Qué tal tu hermano?
-                -  Mejor..La verdad es que aún no recuerda casi nada de lo anterior al accidente, sobre todo lo que       está en relación con su vida personal, conmigo, con mis padres…pero se está esforzando mucho…
    “ Conversación neutra “, pensó Andrea, “ seguro que me quedo hecha polvo…”
-             - Eso está bien – dijo la voz del otro lado – Qué dicen los neurólogos?
“        "Uff!! Yo no tengo ganas de contarle lo de Marcos…” gritaba una voz dentro de Andrea.
-             - Están bastante optimistas. Más de lo que yo creo prudente, la verdad…pero todo es cuestión de          tiempo. Ya sabes. El tiempo todo lo cura…
   Aquella última frase no le sonó bien. No quería dar a entender que ella necesitaba tiempo. Bueno,      quizás él, en su simpleza habitual, no lo captara…Quizás él siguiera sin enterarse de nada…
-            - Tienes razón. Eso de la amnesia es muy impredecible…
Andrea, apoyada en la pared de la boca del metro, empezaba a notar lágrimas en la garganta.
-           -  Bueno, Carlos, tengo que dejarte…es que voy a entrar en el metro y perderé la cobertura
-           -  Ah, perdona, no quería entretenerte…sólo quería saber si todo iba bien…me alegra saber que estás contenta.
“ De un contento que ni te imaginas “ pensó ella
-        - Yo también me alegro de oírte…Ya hablamos otro día…Un besillo
-        - Chao, Andrea. Un beso.
El estúpido pitido ocupó el lugar que antes llenaba su susurro.
Enfadada consigo misma, secó con brusquedad la única lágrima que no había podido contener.
Miró el reloj. Marcos estaría desesperado.

Escondió de nuevo el móvil en el bolsillo de sus vaqueros y bajó demasiado rápido las escaleras que la conducían a la nueva estación. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Aquel sonido ...
Tenia que cambiarlo. Tenia que anular todo lo que la llevase al recuerdo.
Las agudas vibraciones atravesaban la habitación sin que Andrea fuese capaz de acercarse.
Y si era él?
O, lo que era mucho peor, y si no era él?
Desde que llegó a Málaga o, para ser exactos, desde que cerró tras de sí la puerta de aquel despacho, se había jurado a sí misma que no caería en la trampa de la nostalgia, del recuerdo. Sin embargo, cada sonido, cada vibración arrancada al pequeño teléfono,  le producía una sobrecogedora punzada en la parte izquierda de su pecho.
Pero no había caído.
Le dolía el alma al ser consciente de que él no la extrañaba.
Porque de eso estaba segura. Si hubiese tenido algún interés la habría llamado o, como poco, le habría mandado algún mensaje. Pero sólo había silencio entre ellos.
Esperó a que las luces intermitentes cedieran a la oscuridad para acercarse a comprobar quién la buscaba.
Era Marcos.
Recordó que habían quedado a tomar algo en una cafetería del centro.
Miró el reloj. Casi las cinco de la tarde.
Cerró los ojos intentando concentrarse en la casi inaudible voz que le susurraba desde el contestador.
Al parecer Marcos llevaba esperándola casi media hora y estaba empezando a preocuparse.
Desde luego...cómo le iba a explicar que se le habían pasado las horas ahuyentando fantasmas...
Lo llamó y utilizó una de sus falsas migrañas para justificar su retraso. Se le daba bien pedir perdón.  Realmente se sentía culpable de tantas cosas...
Se dirigió al pequeño aseo y se enjuagó la cara intentando cambiar su rostro.
Tampoco había sido él...
Una camiseta blanca, unos vaqueros ajustados y sus zapatillas de deporte le sirvieron para dar la imagen que buscaba. Pelo recogido de manera informal. Labios con brillo y una delgada línea perfilando sus ojos.
No estaba mal.
Al menos para su edad.
Tenía que darse prisa si no quería llegar demasiado tarde. Las agujas del reloj anunciaban casi las cinco y veinte. Cogería una de las líneas del recién estrenado metro...
El móvil empezó a vibrar de nuevo en el bolsillo trasero de su pantalón.
Uff! Seguro que era Marcos de nuevo...
Sintió cómo empezaron a acelerarse los latidos bajo sus costillas.
- Andrea, me oyes?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Nuevo inicio

Los rayos de sol atravesaban la fina tela que cubría la ventana, perfilando curiosas escenas  sobre la pared del fondo de la habitación.
Andrea miraba aquello absorta en un montón de pensamientos.
Llevaba un par de semanas en Málaga.
Había llamado a Marcos al llegar. Tenía la esperanza de que hubiese recobrado todos los recuerdos perdidos, pero la mente humana no tiene reglas y aquella amnesia estaba durando mucho más de lo que ella había imaginado.
Seguía con revisiones en neurología, como puro placebo según entendía ella, y se esforzaba en realizar el sinfín de ejercicios que le proponían en los diferentes grupos a los que se apuntaba.
No se podía decir que no se esforzaba. Eso estaba claro. Pero el ritmo lo marcaban las fugaces conexiones neuronales que su cerebro establecía en el universo de su masa gris.
A pesar de que la desconfianza inicial que Marcos había sentido al despertar tras el accidente había disminuido, Andrea no quería forzar una relación que se basaba, básicamente, en unas cuantas historias que ella intentaba desempolvar de algún rincón de su olvido.
Decidió alojarse en un hotel de las afueras de la ciudad. Era más barato y estaba bien comunicado con el centro. 
No necesitaba mucho más.
Los días se reducían a despertares tranquilos, desayunos abundantes, paseos por la playa, encuentros con Marcos y, como no, a visitas a los pocos familiares que aún le quedaban en aquel lugar…
Había conseguido que la opresión del pecho disminuyese.
Cada día, tras su paseo, se tumbaba sobre la arena y dejaba que su pecho se impregnara del suave aroma del mar. Le gustaba aquella sensación. Con los ojos cerrados, escapaba de sus miedos y lograba una extraña y placentera calma.
No había sido fácil.
Al principio, se sorprendía recogiendo algunas lágrimas insubordinadas que le recorrían las mejillas. Le molestaba aquello. Era el amargo recuerdo de que había sido una cobarde y que su huida no era más que el fracaso ante su miedo.
Pero los días habían suavizado su autocrítica y Andrea había conseguido evitar los fantasmas que la acechaban al cerrar sus párpados.
Además, gracias a Marcos, las risas estaban barriendo las grises telarañas que la asfixiaban y, poco a poco, la vida empezaba a aparecer ante ella como el mundo de oportunidades que necesitaba.

El sonido del móvil hizo que se sobresaltara.

domingo, 14 de septiembre de 2014

y ahora...qué

Carlos permanecía sentado con la mirada perdida en la foto paradisíaca que le servía de salvapantallas.
Lo había hecho.
Se había ido.
Y ahora, qué?
El había intentado convencerla de que estaba equivocada. Había preguntado las razones. Incluso había llegado a plantearse la posibilidad de ser él el culpable.
Pero ella le había asegurado que no tenía por qué sentirse responsable de nada. Era algo en su cabeza, algo que la perturbaba y que le impedía ser feliz. Cosas que pasan sin que nadie pueda evitarlo…
El despacho lo observaba en silencio.
La disposición de las sillas aún recordaban su última conversación.
Una sensación extraña le cerraba la garganta. Eran como si miles de palabras se agolparan en la línea de salida esperando una señal para iniciar su peculiar carrera. Palabras ingenuas, inocentes, equivocadas, confundidas…reales.
Porque así se sentía él.
Confundido.
Estaba en un momento de su vida en el que debería sentirse plenamente feliz.
Laboralmente no estaba mal. Era el director de uno de las unidades de gestión más importantes de la provincia y, según indicaban los resultados, no lo hacía mal. Le gustaba su trabajo, aunque no tanto el de gestión como el de médico, claro. Las horas que dedicaba a su labor asistencial le llenaban plenamente. Incluso le hacían plantearse seriamente dejar todo lo demás para ser sólo eso, médico. Pero se había comprometido y no quería dejar nada a medias.
No era su estilo.
Su vida personal…
Estaba con la mujer que siempre había pensado que era la mujer de su vida, Patricia. Su gran amor…su gran decepción.
Se habían dado una segunda oportunidad y, si lo pensaba fríamente, no estaba seguro de necesitarla.
Era una especie de unión forzada. Ella parecía feliz pero a él le costaba. Tenía que recordarse a sí mismo los momentos que habían pasado juntos, las risas, las complicidades.
Y tenía que hacerlo para que otra imagen no empañara lo que él se empeñaba en construir como su realidad casi perfecta.
La imagen de ella. De Andrea.
Aquella mujer se colaba en su mente y le traicionaba en los momentos más inesperados. La veía en su cama tumbada junto a él, la veía en su salón compartiendo juntos alguna película de esas sin mucha sustancia, la veía en su despacho, en su consulta, en sus momentos difíciles…
Entonces apretaba la mandíbula y movía la cabeza forzando a aquella imagen a desvanecerse.
Su felicidad debía estar con Patricia. Esa había sido su elección hacía mucho tiempo.
Andrea…bueno, ella se había ido.
Estaba claro que todo había sido un error.

viernes, 12 de septiembre de 2014

adiós

-Estas segura de esto? Elisa con una desacostumbrada amabilidad se había acomodado junto al coche de Andrea. -No, no lo estoy, pero es algo que debo hacer. Andrea, con los ojos aún brillantes, intentaba abrocharse el cinturón de seguridad. Había pasado por el centro a despedirse de sus compañeros. De todos. Sus jefes, o los jefes de sus jefes, no le habían concedido el traslado. En cambio, la propuesta de un año sin sueldo había sido lo más parecido a su idea de alejarse. La aceptó con la única condición de que, si decidía volver, volvería a su puesto, a su consulta, con sus pacientes…quien sabe si podría soportar estar lejos de todo… Hacía días que había recogido las pocas cosas personales con las que había adornado su luminosa consulta, una escuálida maceta, un pequeño regalo hecho por una paciente, y algunas fotos de paisajes desconocidos por ella. La penosa burocracia de distrito estaba terminada y únicamente quedaba decir adiós. Cerró los ojos para poder ver su rostro. Lo había tenido allí delante, en su despacho, mirándola con aquellos ojos de niño perdido que siempre la perturbaban tanto. “ No entendía nada “, eso le había dicho muchas veces desde que le comunicó su intención de irse. Lo peor, lo que la molestaba, era que sabía que era verdad. Aquel hombre no sabía por qué se iba. Y se iba por él. Era la única manera que había encontrado de intentar arrancárselo de la piel, de dejar de soñarlo, de imaginarlo. Le dolía tanto separarse de él!!! Había querido confesárselo, incluso le había escrito una nota, pero era demasiado cobarde cuando estaban juntos. Por qué tenía que ser él esa persona a la que nunca puedes negar tu sonrisa, a la que nunca puedes cerrar tu corazón? Carlos estaba con Patricia, una segunda oportunidad a un amor acabado, y ella no podía soportarlo. Además, estaban sus continuos cambios de actitud…Esos latigazos que siempre la dejaban con la sensación de estúpida humillación. El no tenía la culpa. Lo sabía. Ella había aceptado el juego a sabiendas de que la que se lo jugaba todo era ella. Y lo perdía. Y lloraba. Y se rendía de nuevo ante una nueva partida… Pero todo eso no era más que el resultado de una alteración en la percepción de la realidad. Una falsa ilusión. Una especie de delirio maquiavélico que la estaba conduciendo a la locura. Le deseaba. Deseaba poder rodearlo con sus brazos. Deseaba decirle que era el centro de sus fantasías, de la oscuridad de sus noches, del amanecer de sus días… Pero él estaba con otra… Había escogido a otra… -Llámame cuando llegues a Málaga. La voz de Estela la arrancó de su parcela de dolor. Allí empezaría otra vez. Quizás.

jueves, 4 de septiembre de 2014

una tirita más...

No podía creerlo.
Allí, derrumbada sobre su cama, Andrea dejaba correr las lágrimas por sus mejillas.
Lloraba de rabia, de impotencia, de coraje por su gran estupidez.
Otra vez se equivocaba.
“ Una buena amiga “. Eso había dicho él.
Pero, entonces, ¿por qué la miraba de aquella manera?, ¿ por qué le brillaban los ojos cuando estaban juntos?, ¿ por qué su voz era tan dulce cuando le hablaba?, ¿ por qué su sonrisa siempre la invitaba a quedarse?
Una y otra vez, su ilusión crecía y se hundía…crecía y se hundía..
No había más huecos para cicatrices en su lastimado corazón.
“ Una buena amiga “.
Tenía que cerrar esa puerta. Tenía que dejar atrás aquella habitación llena de recuerdos que, si bien la habían transportado a un mundo de deseo y felicidad desconocido hasta entonces, también la estaba consumiendo por las puñaladas de dolor que sentía.
Pero era tan duro despedirse de alguien a quien se ama.
¿Dónde ponía el límite?
¿Hasta dónde estaba dispuesta a estirar la desgastada goma de sus sentimientos?
La humedad en su piel no paraba de recordarle lo mucho que lo deseaba, lo mucho que ya lo echaba de menos.
Una tirita más, Andrea. Una sóla más y luego te vas…
No podía.

Aquella tenía que acabar.

martes, 2 de septiembre de 2014

Yo no quiero ser tu amiga

- Siéntate, por favor...
Carlos la había llamado a su despacho. Llevaba dias esquivándolo. No le apetecía justificar nada. Menos a él.
Andrea había tomado la decisión de irse. Era una cobardía,  lo sabía,  pero tenía la sensación de que , sólo con la distancia , obtendría la suficiente perspectiva para poner el orden necesario en el tremendo caos en el que se había convertido su vida.
Le dolía tener que alejarse.
Le dolía no volver a verle, a escuchar su voz,  pero ya había llorado demasiado. Tenía que ser realista. No tenía nada que hacer frente a aquella mujer que le había robado su sueño. Patricia.
Por qué tuvo que reaparecer?
Por qué en aquel momento?
Andrea creía en el destino. Si debía ser así,  así sería.  Sólo con tiempo entendería las razones de todo aquello.
Pero ahora no lograba verlo...
Carlos se habia sentado en la silla que había junto a la que ocupaba Andrea.
La excitaba su proximidad. No podía evitarlo. Tampoco quería hacerlo...
- Por qué quieres irte?
Se lo soltó de golpe, rebuscando con sus pupilas en el silencio de aquella mujer que, definitivamente, era especial para él.
Desde que le llegó la petición de traslado no podía pensar en otra cosa.
El, que había decidido darle una oportunidad a Patricia, ahora se notaba perdido.
Por qué le tenía que afectar tanto su partida?
Andrea no se atrevía a mirarlo. No estaba segura de poder explicarle lo que sentía, lo que la empujaba a alejarse de él. Se ponía tan nerviosa al tenerle cerca...
- Bueno, me apetece un cambio...
Fue todo lo que pudo decirle.
Sus dedos jugueteaban con aquel hilo suelto de su preciosa blusa nueva.
- Pensé que estabas contenta aquí...no lo esperaba, Andrea...estás segura de esto?
Carlos estaba deseando que ella levantase esos preciosos ojos y le dejaran perderse en ellos. Quería leer la respuesta. Necesitaba entender.
Andrea, sin embargo, luchaba para no mirarle, para no acariciar sus manos, para no acercarse y fundirse con él.
En serio no se imaginaba nada?
En serio no  sabía que ella se moría de ganas por dejarse abrazar?
Cómo podían estar tan cerca y tan lejos?
Andrea, mordiéndose el labio, se decidió a enseñar sus cartas. La partida estaba perdida..qué más podía pasar?
- Dime, Carlos, tú quieres que me quede?
Carlos no se esperaba aquella pregunta. Claro que quería que se quedase. Es que no era evidente?
- Andrea, por favor, claro que quiero que te quedes.
- Por qué? - siguió preguntando Andrea sin dejar de  morderse el labio
- Porque eres una buena compañera, una buena profesional...una buena amiga...
No era eso lo que quería decir, eso era evidente, pero no sabía encontrar las palabras justas para explicar lo que sentía por ella. No sin dejar al descubierto el miedo que le producía no volver a verla.
Andrea hubiese preferido cualquier cualquier cosa...pero aquello...
- Yo no quiero ser tu amiga, Carlos. Lo siento.
Se levantó sin querer esperar nada más.
Había sido suficiente.
Ahora estaba claro. Siempre se había equivocado con él. Tenía que irse.