viernes, 28 de febrero de 2014

No escogemos a quien amar...

Uno no escoge de quien se enamora.
Eso es lo que me pasó a mí. Eso le pasó a Marcos.
Ambos nos equivocamos y ambos perdimos el corazón en aquel empeño.
En mi caso, por qué no admitirlo, me dejé arrastrar por unos sentimientos que contradecían toda lógica.
Me avisaron, me sermonearon, me aconsejaron...
Pero siempre fui demasiado impulsiva, demasiado visceral, y todos aquellos prejuicios no hacían más que aumentar toda aquella corriente irracional que me empujaba hacia él.
No busqué a aquel hombre. No lo hice.
Pero tampoco me negué a que entrara en mi vida.
De hecho, creo que él se limitó a enseñarme una puerta. Fui yo la que decidió abrirla y quien quiso arrastrarlo dentro de mi mano.
Mi vida se convirtió en una continua espera.
Esperar su voz, esperar su sonrisa, esperar su caricia...
No se bien cómo explicarlo.
Yo necesitaba aquella droga para ser feliz. Mi vida, cuando él no estaba, era un espacio vacío, gris. Y yo, al igual que mi mundo, sólo existía cuando estaba con él.
Era tanto placer el que me producía sentirlo cerca...
Era tanto el dolor que me producía su ausencia...
Traté de explicárselo a Marcos, traté de decirle que no había sido yo quien había hecho aquella elección, sino un instinto, una pulsión incontrolable, algo fuera de mi control.
Pero él no quería entenderme. Quizás no podía.
Y decidió alejarse de mi vida para, según él mismo me dijo, no ver cómo yo la destrozaba.
No me pareció justo.
Ahora admito que tenía razón.
Aunque para eso he atenido que casi morir y nacer de nuevo.

viernes, 21 de febrero de 2014

Cuéntame

Llegó el fin de semana.
Los días pasaban rápido. Pasaban los malos. También los buenos...
La semana, con un poco de todo, dejaba paso a un siempre breve descanso.
Lo curioso, por qué no admitirlo, era que, a pesar de todo, ansiaba la llegada del lunes.
Quizás por no estar sola, quizás por oir pensamientos ajenos, quizás por escuchar su voz...
Pero éste era diferente.
No estaba sola.
Marcos, en un esfuerzo sobrenatural, no hizo preguntas.
- Qué planes tienes? - pregunté yo mientras paseábamos por un solitario paseo marítimo
- Descansar
Me agarró por la cintura y me besó la mejilla.
- Tranquila, hermanita, no voy a pasar la raya...al menos, sin tu permiso..
- Qué tonto eres! - dije tratando de sonar indiferente.
- Y después de descansar....qué?- insistí
- Pues, no lo sé
Mi hermano tenía muchas cosas buenas, muchísimas diría yo, pero la costancia no era una de ellas.
Ese era uno de sus encantos.
- Qué ha pasado? - le dije a sabiendas de la incomodidad que le producía hablar de sí mismo.
- Por qué tiene que pasar algo?
- Pues, por ejemplo, porque has aparecido sin avisar después de un año del más absoluto silencio...
- Necesitaba tiempo, necesitaba pensar y oxigenarme....
- Lo has conseguido?
En el cielo, de azul limpio, empezaron a dibujarse desmadejados trazos blanquecinos arrastrados por un viento incómodo que empezaba a soplar a orillas del Mediterráneo.
- Supongo que sí...Las cosas no me han ido mal. Te he dicho que he conseguido terminar mi libro?
Eso sí que era una sorpresa.
Marcos tenía una sensibilidad especial.
Ya desde pequeño se comunicaba mejor con el mundo a través de sus cartas, de sus historias, de sus mensajes...
Había leido cosas suyas. Pequeños relatos donde desahogaba sus frustraciones. Pero no tenía ni idea de que hubiese escrito algo más importante.
- Y cuándo pensabas decírmelo - dije sin ocultar mi sorpresa
- Te lo estoy diciendo ahora... Creo que te va a gustar
- Estoy convencida de eso. De qué va?
- De un chico que se enamora de la persona equivocada
Me quedé en silencio. Eso me resultaba familiar.
- Se lo has enseñado a alguien? , quiero decir, por eso de que lo publiquen y todo eso...
- Sí. Te sorprendería saber la de cosas que se pueden hacer durante un año..
- Pues cuéntamelo. Me muero de ganas de saberlo.
Me apreté contra su brazo. El aire seguía soplando en aquel trozo de mi mundo y yo aún no quería que se desmoronase aquella realidad.
- Te lo contaré si tú me dices por qué hiciste aquella tontería.
Zas!
Y ahora...el recuerdo.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Tiempos difíciles

 - Buenos días, jefe - dije entrando en una sala de reuniones inusualmente llena
- Buenos días, Andrea, casi empezamos sin tí - respondió él mientras revolvía un montón de papeles
Miré a mi alrededor y busqué algún asiento perdido entre todos los compañeros.
Sorprendentemente, sólo quedaba la silla del jefe...uff!
- Coge mi silla, Andrea, yo no voy a sentarme..
- Gracias...pero puedo quedarme de pie...no estoy cansada aún
- Ya, imagino, pero lo de hoy es largo. Es mejor que te pongas cómoda
Hasta ese momento no fuí consciente del frío que hacía allí dentro. El silencio, apagado con murmullos de corrillos, se infiltraba entre un equipo poco motivado.
-  Como ya sabreis algunos ..
Carlos se apoyó en la mesa y empezó un discurso que, como bien había anunciado, fue de todo menos breve y esperanzador.
No eran tiempos fáciles, lo sabíamos, pero en nuestra profesión, con espíritu de ayuda y solidaridad, siempre habíamos conseguido flexibilizarnos hasta el máximo. Ahora, eso ya no era suficiente.
Había que dar mas...por menos...por mucho menos.
Ya habíamos hecho, en los dos últimos años, una priorización de necesidades para ajustarnos a la disminución de recursos. No teníamos margen de maniobra. Pero, a pesar de todo, se nos pedía más...
Más qué?
Aquel mundo, el mundo que yo había conocido y que había ayudado a construir con ilusión y esfuerzo, ese mundo, se desmoronaba.
Las respuestas, comedidas siempre, pasaron a ser incisivas y duras.
No era Carlos el responsable. Pero era el nexo de unión entre dos mundos que jamás habían estado tan separados.
Una administración que luchaba por cuadrar unos números imposibles y unos trabajadores que ya habían dado todo de sí...
Carlos lo sabía y, justo por eso, no se dejó confundir con unos insultos llenos de rabía y desilusión. Todo lo contrario. Los aceptaba y los transformaba en frases vacías de suposiciones y llenas de sentido común.
Siempre había sabido manejar a aquel grupo.
Sin embargo, le notaba cansado, sus palabras carecían de la vitalidad acostumbrada y sus disculpas se hicieron más frecuentes de lo normal.
La gente, hastiada de tanta servidumbre, salía de la sala sin despedirse, murmurando frases que no se atrevían a ser oidas, perdidas las ilusiones, vacías las sonrisas...
Yo, incapaz de decir nada, me levanté y me despedí con una inclinación de cabeza.
Creían , y aún lo creo, que él se merecía algo mejor que ser el saco donde descargamos nuestra rabia, nuestra frustración...
- Al menos dime que desayunaremos juntos - le oí decir a mis espaldas
Me giré para comprobar que era a mí y no a otra a quien hacía la pregunta.
- Siempre lo hago...tienes que comerte lo que me sobra de la tostada
Me di la vuelta y desaparecí notando el calor de sus ojos en los míos...
Ojalá pudiese ayudarlo...
La agenda, como era habitual, estaba repleta de me dueles, me mandas, me recetas...
Lo único que me ayudaba era recordar la tarde anterior con mi hermano, los momentos encontrados, las disculpas aceptadas...
Me sentía mucho mejor después de nuestra charla.
- Te espero en la cafetería ? - dijo Carlos asomando su naricilla por la puerta.
Catalina, una señora mayor con nombre equivocado, se cubrió rápidamente aquella espalda nacarada.
- Sí, en cuanto pueda me escapo...disculpe Catalina, es un compañero médico, sigamos...respire hondo y con la boca abierta...

martes, 4 de febrero de 2014

siempre estuve contigo

- Andrea, por Dios...me estás oyendo?
Los ojos que tenía frente a mí ahora habían cambiado poco desde entonces.
Quizá, si me fijaba bien, una luz diferente, una ingenuidad perdida...como su miedo.
- Perdona- dije volviendo a su lado - es que me estaba acordando de cuando llegaste a casa...
Sonreí...
- Pues, entonces me alegro de haberte traído de vuelta al presente...fueron unos años difíciles para mí
Aquella confesión me cogió por sorpresa.
- De verdad? ... yo creía que eras feliz por haber venido a casa...conmigo
- Querida hermanita....tú, tú y solamente tú....
Hubo un silencio. No fue forzado, sencillamente intentaba poner en orden mis recuerdos.
- Yo siempre le agradeceré a papá que me llevase con vosotros - añadió con una mueca difícil de interpretar -Erais la familia perfecta, la familia que solía envidiar mientras me escondía entre las atracciones, la familia que siempre deseé...
- Entonces...no entiendo...
- Pues que no fue fácil. Andrea, yo había huido de casa...bueno...había escapado del infierno. Estaba asustado. No sabía si, entre aquellas paredes llenas de recuerdos que no eran míos, recibiría el mismo odio que del que había logrado esconderme.
- Todo era nuevo - continuó diciendo, esta vez sin mirarme a la cara- . Una ciudad nueva, un idioma medio desconocido, unas personas que, aunque sonreían, no dejaban de someterme a preguntas que me hacían recordar un pasado que yo me obligaba a olvidar....y tú.
- Ah ! Ya estaba pensando que te habías olvidado de mí..- dije queriendo arrancar una sonrisa de sus labios
- Eso es prácticamente imposible -dijo al fin recobrando la chispa del niño que yo recordaba  - . Tú siempre estabas ahí. Cuando quería estar solo, cuando necesitaba consuelo, cuando necesitaba gritar, incluso cuando me declaré a aquella chica del colegio....cómo se llamaba? .... Ah! sí, Teresa...
- Teresa la dulce! - dije casi sin poder contener la risa -  Es que me parecía tan mona que no quería que metieras la pata...incluso te escribí lo que tenías que decirle!
- Sí...y justo por eso no me hizo ni caso...Menuda sarta de cursilerías ! ?..
Marcos había vuelto...
- No eran cursilerías ! - repliqué indignada - ...era lo que a mí me hubiese gustado que un chico me dijese...pero como tú improvisaste casi todo...pues te quedó de pena !
Los dos, sentados en aquella terraza, volvímos a reir  como lo hacíamos en  nuestra casa. No existía rencor. Tampoco orgullo.
Esperamos a que el Sol se ocultara bajo el manto de agua que teníamos enfrente.
Se levantó con una teatral pirueta y agarró mi cintura.
- Hermanita,tengo hambre. Espero que hayas aprendido a cocinar en todo este tiempo...
- Ya lo verás...
Buscamos el camino a casa entre caminos casi desiertos. Callejuelas de vacíos escaparates y carteles de SE VENDE...
Cuánto le había echado de menos!!!!

lunes, 3 de febrero de 2014

Una llegada inesperada...

Hacía tanto de aquello!.
Aún recuerdo la mañana en la que llegó a casa.
Habían pasado unos meses desde lo de París y yo, para ser sincera, había medio ocultado los recuerdos con nuevas fantasías donde siempre existía el gentil príncipe y la bella doncella.
Historias edulcoradas por una mente de nueve años...
Aquel día, como digo, yo volvía del cole de la mano de mi madre. Hacía frío. Mi bufanda preferida, enorme y rosa, se enroscaba por mi cuello y mi cara sin casi dejarme espacio libre para los ojos...me gustaba esa sensación de calor acariciando mi rostro...
Me sorprendió ver el coche de mi padre aparcado frente a la casa.
Era martes. Un día normal. Un día en  el que mi madre y yo nos sentábamos solas en la cocina y comíamos en silencio mientras yo veía mis dibujos preferidos...
- Mamá, mamá...has visto? Es el coche de papá
Estaba entusiasmada. Me gustaba que mi padre comiese con nosotras. Él siempre me preguntaba por mis amigas del cole, me escuchaba cuando yo le explicaba lo indignada que estaba porque alguna de ellas no había hecho lo que yo le había pedido y me aconsejaba sobre cómo debía perdonarlas porque, al fin y al cabo, eran mis mejores amigas...
Él siempre me escuchaba...y me entendía.
- Lo sé, cielo, es que tenía que traer algo importante a casa...
Miré a mi madre sin demasiado interés. Estaba acostumbrada a comentarios intrigantes para despertar mi curiosidad.
Esta vez no le seguiría el juego.
De todos modos, iba a enterarme en los minutos que tardase en llegar a casa..
- Mamá, suéltame - le dije intentando liberar mi mano - quiero ir por las escaleras..
- No. Esperamos el ascensor y subimos juntas...no me gusta que subas corriendo...cualquier día te vas a abrir la cabeza..
- Pero si no voy a correr- le dije a sabiendas de que mi madre ya lo había decidido
- Pues mejor...
Vivíamos en el centro de una pequeña ciudad. Un edificio antiguo perfectamente restaurado donde, por qué no decirlo, vivíamos gente...bien.
Tenía unas puertas de madera tallada que daban acceso al portal más impresionante que yo, incluso a día de hoy, haya visto. En el centro, un antiguo ascensor rodeado por artesanía de forja ponía la nota atemporal de aquel caserón aburguesado.
Me gustaba aquella especie de cárcel de lujo que se desplazaba arriba y abajo por cada una de las plantas. El chirriar de las puertas exteriores, el perfecto cierre de las interiores, el olor a madera y a aceite envejecido...
Pero, ese martes, yo necesitaba ser más rápida. Quería subir aquellos peldaños arremolinados que me separaban de mi padre...
Pasó algo parecido a una eternidad hasta que, por fin, se abrieron las puertas que me conducían a casa.
Golpeé el timbre sin darle tiempo a mi madre a protestar.
La puerta, al fin, sea abrió.
Sin embargo, no era mi padre el que me miraba desde el otro lado...