Carlos, con una acuchillante sequedad en su garganta, trataba de parecer relajado.
- Bueno, estoy bien, cuidando a mi hermano. Aún anda un poco despistado. Le gusta tenerme por aquí...
Andrea había decidido no contarle nada de su situación actual.
¿ Qué conseguiría?
¿ Su lástima?
Ella no necesitaba eso.
- Tiene mucha suerte de tenerte...pero que no se acostumbre demasiado. También nosotros te echamos de menos
Andrea apretó los párpados. Imaginaba que no era él quien la echaba de menos.
- Tampoco te pases. Estoy segura de que os las arreglais perfectamente por ahí...- dijo sin poder evitar cierta tristeza.
Carlos, conteniendo la súplica, se esforzaba por parecer correcto.
- Bueno, ya sabes que el presupuesto no da para sustituciones. Tus pacientes no paran de quejarse de tanto cambio...
Aquello, aunque lamentable, era la realidad. La situación del país, la maldita crisis de la que no acabábamos de salir, mantenía a la sanidad contra las cuerdas.
No había dinero. Esa era la única respuesta.
La tensión crecía entre unos profesionales que no entendían cómo se mantenían los mismos servicios a pesar de los famosos recortes. Sueldos recortados. Contratos recortados. Y lo peor...recortes en motivación.
Carlos se sentía en parte responsable de aquello.
El, en su función de director, debía encontrar la forma de destensar la cuerda, de facilitar las cosas. Eran momentos difíciles para todos, pero siempre era posible buscar un equilibrio. Sus compañeros, al menos, esperaban eso de él.
Y él tenía el convencimiento de estar fallándoles...
Se pasó los dedos entre su alborotado pelo intentando alejar aquellos pensamientos.
No era el momento.
- Pobrecillos...- oyó decir al otro lado del auricular.
La voz de aquella mujer era tan reconfortante...
Por qué no se atrevía a decirle lo mucho que la echaba de menos, lo mucho que le gustaba hablar con ella, tenerla cerca, escuchar su risa nerviosa, su ingenua espontaneidad ...
Y sin embargo, sólo se le ocurría hablarle del trabajo...
- Andrea - continuó sin querer pensar demasiado - había pensado acercarme a Málaga este fin de semana. Tengo una reunión el viernes ahí...pensaba que, si te parece bien, podríamos quedar a tomar algo...bueno...si no tienes otros planes...
Carlos, aún sin creerse lo que acababa de decir, se apoyó contra la pared de su despacho. Notaba cómo el sudor empezaba a mojarle la camisa y cómo el pulso se aceleraba bajo su piel.
Había oscurecido hacía ya bastante rato.
Las luces de las farolas iluminaban el parque que descansaba bajo la ventana del despacho. No quedaban niños corriendo entre los columpios. Las hojas, arrancadas por el viento, realizaban irreales piruetas sobre el acolchado suelo...