martes, 30 de diciembre de 2014

- Te noto feliz, Andrea. Me alegro mucho por tí...
Carlos, con una acuchillante sequedad en su garganta, trataba de parecer relajado.
- Bueno, estoy bien, cuidando a mi hermano. Aún anda un poco despistado. Le gusta  tenerme por aquí...
Andrea había decidido no contarle nada de su situación actual. 
¿ Qué conseguiría? 
¿ Su lástima?
Ella no necesitaba eso. 
- Tiene mucha suerte de tenerte...pero que no se acostumbre demasiado. También nosotros te echamos de menos
Andrea apretó los párpados. Imaginaba que no era  él quien la echaba de menos. 
- Tampoco te pases. Estoy segura de que os las arreglais perfectamente por ahí...- dijo sin poder evitar cierta tristeza.
Carlos, conteniendo la súplica, se esforzaba por parecer correcto.
- Bueno, ya sabes que el presupuesto no da para sustituciones. Tus pacientes no paran de quejarse de tanto cambio...
Aquello, aunque lamentable, era la realidad. La situación del país,  la maldita crisis de la que no acabábamos de salir, mantenía a la sanidad contra las cuerdas.
No había dinero. Esa era la única respuesta. 
La tensión crecía entre unos profesionales que no entendían cómo se mantenían los mismos servicios a pesar de los famosos recortes. Sueldos recortados. Contratos recortados. Y lo peor...recortes en motivación. 
Carlos se sentía en parte responsable de aquello.
El, en su función de director, debía encontrar la forma de destensar la cuerda, de facilitar las cosas. Eran momentos difíciles para todos, pero siempre era posible buscar un equilibrio. Sus compañeros, al menos, esperaban eso de él. 
Y él tenía el convencimiento de estar fallándoles...
Se pasó los dedos entre su alborotado pelo intentando alejar aquellos pensamientos. 
No era el momento.
- Pobrecillos...- oyó decir al otro lado del auricular.
La voz de aquella mujer era tan reconfortante...
Por qué no se atrevía a decirle lo mucho que la echaba de menos, lo mucho que le gustaba hablar con ella, tenerla cerca, escuchar su risa nerviosa, su ingenua espontaneidad ...
Y sin embargo, sólo se le ocurría hablarle del trabajo...
- Andrea - continuó sin querer pensar demasiado - había pensado acercarme  a Málaga este fin de semana. Tengo una reunión el viernes ahí...pensaba que, si te parece bien, podríamos quedar a tomar algo...bueno...si no tienes otros planes...
Carlos, aún sin creerse lo que acababa de decir, se apoyó contra la pared de su despacho. Notaba cómo el sudor empezaba a mojarle la camisa y cómo el pulso se aceleraba bajo su piel.
Había oscurecido hacía ya bastante rato. 
Las luces de las farolas iluminaban el parque que descansaba bajo la ventana del despacho. No quedaban niños corriendo entre los columpios. Las hojas, arrancadas por el viento, realizaban irreales piruetas sobre el acolchado suelo...

domingo, 28 de diciembre de 2014

La llamada

- Hola, Andrea, que tal estás?
Andrea, temblorosa, se acurrucó en una esquina de la habitación.
Hacía demasiado tiempo que no escuchaba aquella voz.
De hecho, la última vez que hablaron fue justo antes de su ... tropiezo en el metro.
En aquella ocasión se puso tan nerviosa que no vió los escalones de bajada al andén...
El resultado aún le dolía demasiado..
Había pensado mucho en él.
Lo había imaginado entrando en la habitación del hospital, preocupado por lo que había pasado. Sintiéndose incluso responsable de aquel estúpido accidente...
Lo había sentido sentado junto a ella, sujentándole la mano en esos momentos de dolor...
Lo había soñado esperándola en casa para sorprenderla y llevársela con él...
Habían sido tantas veces...
Pero nada de eso había pasado.
Andrea había aprendido a resignarse, a alimentarse de aquellos efímeros sueños, a vivir de los escasos segundos de felicidad que le proporcionaban sus visiones...
Pequeñas gotas de aire en un mundo que la asfixiaba.
Y sin embargo, seguía luchando por borrarlo todo.
Se veía tan ridícula...
Por qué necesitaba oir su voz?
Por qué no lo había superado aún?
Después de todos aquellos días de silencio, ella se había convencido de que un obligado olvido anestesiaría sus sentimientos...
Se equivocaba.
Oir su voz...
Notó aquel nudo en el pecho, las palabras agolpadas en la garganta, el sudor en las temblorosas manos, la sequedad en los labios y las dudas ...
- Hola , Carlos, cuánto tiempo!!!
Andrea puso su voz de entrenada felicidad.
Sabía que podía mentir. Lo había hecho antes...
Con cada sonrisa, con cada silencio, con cada mirada, con cada latido de su corazón...cada vez que se negaba a confesrle lo que sentía por él, cada vez que se arañaba los dedos para no acariciarlo...
Sí...lo había hecho muchas veces.
Y él nunca lo había notado.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La cena

- Gracias, Andrea...gracias por acompañarme a comer
Andrea, sentada en el asiento de aquel coche casi de lujo, lo miraba con atención.  
Lo cierto era que ella había estado a punto de rechazar aquella invitación.  
Aún le dolía demasiado la pierna y tenía las manos endurecidas de aferrarse a aquellas insufribles muletas.
Hacía casi una semana desde que le dieron el alta del hospital y, sinceramente, se había negado a salir de casa.
Demasiado esfuerzo...
Marcos la había obligado a ponerse al teléfono aquella mañana. 
Alberto, tan dulce y encantador como siempre, quería saber cómo se encontraba...y si le apetecía una comida en un sitio nuevo del centro" apto para minusválidos " ...le había dicho en tono de burla...
- No tienes que darme las gracias...me lo he pasado genial
Dijo ella sin intentar reprimir un sonrisa.
- Bueno...me alegro...hacía mucho que no recordaba los tiempos de la facultad - contestó Alberto apagando el motor del coche - Eramos muy jóvenes...
- Perdona, guapo, pero yo sigo siendo joven..- replicó Andrea
- Bueno, bueno...no sabía yo que eras tan susceptible con el tema de la edad..
- Yo no estoy susceptible...sólo digo una realidad...estoy estupenda ...
- De eso ya me había dado cuenta..
Andrea, sorprendida por el comentario,  notó cómo aumentaba el rubor de sus mejillas.
Aquello no se lo esperzba.
Alberto era su amigo. Alguien marvilloso  a quien el destino había vuelto a poner en su destino. De una manera algo dolorosa, cierto, pero allí estaba, observándola desde aquellos profundos y serenos ojos negros, con una chispa de timidez y otra de osadía....
-  Bueno...tengo que subir a casa. Marcos puede estar preocupado
Dijo Andrea tratando de evitar la incomodidad que empezaba a notar en aquel pequeño espacio.
- Ah...no sabía yo que a tu edad tenías hora de entrada...va a ser verdad eso de que eres muy joven...- dijo Alberto dejando que una caricia se le escurriera de los dedos
Andrea no estaba preparada para eso.
No quería eso.
- Vale, no te pongas nerviosa...te ayudo
Las puertas metálicas del ascensor se cerraron y la cara de su amigo fue sustituida por el reflejo de una mujer llena de dudas...
- Hola Andrea...- dijo Marcos al verla entrar- qué tal lo has pasado?...Por cierto, te ha llamado un amigo tuyo...Carlos, creo...Se llamaba así?

sábado, 6 de diciembre de 2014

El recuerdo

Odiaba recordar.
Pero el recuerdo estaba ahí, golpeándola, demostrándole que el tiempo no había sido suficiente para borrar sus pasos.
Y aquella habitación...
La última vez que vió a su padre fue justo allí.
Su rostro, marcado por el tiempo, estaba cubierto por un pesado manto de súplica. Unos ojos, húmedos y cansados, la miraban desde la puerta.
Ella no quiso escucharle.
Su madre, enferma de Alzheimer desde hacía varios años, estaba sentada junto a la ventana del salón. Miraba el cielo, el correr de las nubes, el vuelo de los pájaros...
Sonreía.
Siempre sonreía.
Y allí, él. Intentando defenderse...
¿ Cómo pretendía justificar la infidelidad ?
Andrea los había visto a los dos, paseando con las manos entrelazadas, sin remordimientos, sin tapujos...
Ahora, sin embargo...le suplicaba que la escuchara?
No había nada que decir.
Su padre, la persona más importante para ella, le había fallado. Le había hecho comprender lo fugaz de los sentimientos, la mentira de los juramentos..
Todo era falso.
Su mundo perfecto era falso.
Andrea notó cómo las lágrimas brotaban de nuevo.
Recordaba como entonces, años atrás, había insultado a aquel hombre. La rabia, el desprecio, el reproche...todo aquello se lo había escupido a la cara.
Él, quizás asustado, le dió la primera bofetada que ella había recibido en la vida.
Las demás se las ganó a pulso. Pero no fueron en la mejilla. Se las dieron en el alma.
Notó un pellizco en el pecho al recordar a su madre aquella tarde.
Le sonreía desde su sillón, desde algún lugar de su olvido. Para ella no era más que  una desconocida. Una densa niebla había envuelto su memoria, sus ilusiones.
No sufría. No tenía dolor.
No existía.
El sonido de la pesada puerta al cerrarse, el eco de unos pasos acelerados y torpes, una voz entrecortada pronunciando su nombre...
Habían pasado muchos años.
El orgurllo no le permitió entonces despedirse de las personas que más había querido en su vida.
Ahora, ese mismo orgullo, la estaba dejando sola... otra vez..
¿ Cómo podía ser tan estúpida ?

domingo, 30 de noviembre de 2014

El regreso

- Bienvenida a tu casa, Andrea
Marcos sacó la llave de la cerradura y se apartó para que su hermana pudiese pasar.
Andrea se sentía algo intranquila y nerviosa. Era algo extraño.  Volver a aquella casa después de tantos años...
- Estás bien? - le preguntó al verla allí, inmóvil,  sin atreverse a entrar
- Sí, sí...bueno...no mucho, la verdad. Es que la última vez que crucé esta puerta me juré a mí misma  que no volvería a pisar esta casa...Y ahora estoy aquí, de nuevo...
- Andrea, aquello pasó. Papá no quería hacerte daño. Te quería demasado y lo sabes...Creo que todo se le fue de las manos
Andrea se aferró con fuerza a las muletas que le servían de apoyo. No quería recordar nada. No quería hablar de nada de eso...Y, fundamentalmente, no quería discutir con Marcos. Al fin y al cabo, era lo único que tenía en esta vida.
- No te preocupes. Es cuestión de tiempo...Anda, dime dónde voy a dormir...
Esbozó una sonrisa. No era fingida. Realmente ver la cara preocupada de su hermano le resultaba divertido. Su hermano pequeño,  el trasto, en fase de reparación de su amnesia, intentando ayudarla a ella...
El mundo estaba un poco loco.
Marcos cogió la pequeña bolsa donde había guardado las escasas pertinencias que había recogido de la habitación del hospital y la acompañó a lo largo del pasillo.
- Espero que todo esté como te gusta. He intentado ponerlo todo en orden, como a ti te gusta, pero...bueno, es tu casa...
- Venga, Marcos, todo está perfecto...Déjame un momento a solas y salgo en seguida...
Necesito unos minutos de descanso.
Marcos soltó la bolsa encima de la cama y la besó en la frente.
-  Te echaba de menos
-  Y yo a tí...de verdad
Salió de la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.
Andrea respiró hondo y se dejó caer sobre la bonita colcha.
Notaba los latidos en el interior de su cabeza. Martillazos que retiraban las cortinas que cubrían sus más remotos recuerdos.
No quería hacerlo.
Se concentró en los movimientos de su respiración.  Inspiración...Espiración...
Buscó en su mente algo que la tranquilizara.
Y allí estaba él. Como siempre.
Pero ahora ya no podía llamarlo y decirle que tenía miedo.
El la había abandonado.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Quiero irme a casa...

- Estás horrible!
- Yo también te echaba de menos -  dijo Andrea mientras intentaba acomodarse en aquella ruidosa cama.
Alberto acercó la silla y se sentó junto a ella.
- Cómo te sientes hoy?
- Mejor, mucho mejor...quiero irme a casa
Llevaba demasiados dias allí encerrada. La fiebre, por fin, había desaparecido y la mente había empezado a  ver destellos de luz. Pero necesitaba más. Necesitaba respirar el aire fresco de las mañanas, sentarse en la orilla del mar y hundir sus pies desnudos en la arena, tumbarse junto a las olas esperando ver la primera estrella...
- Bueno...todos los resultados han salido negativos...Te duele la pierna?
- Si te digo que no, podré irme a casa? - insistió
- Tan mal te tratamos? - dijo él sonriente
- En serio, Alberto, necesito salir de aquí.
- Te entiendo...yo no se si  lo soportaría ni un solo día...odio el olor de hospital, la comida del hospital, el baño del hospital...
Andrea no pudo evitar mirarle con curiosidad.
- Pues te has equivocado de profesión,  querido ...
- Lo se...Deberia haber sido bombero...
Soltó un suspiro de resignación.
Intentó alisarse el pelo con los dedos y se estiró todo lo que pudo el antiestético pijama.
No tenía arreglo, pensó ella.
Alberto escribía apoyado en sus rodillas.
Era un tipo diferente. Callado, introvertido, inteligente...e interesante. Muy interesante.
Cuando él levantó la mirada, la sorprendió observándolo.
Notó cómo una ola de calor le encendía las mejillas.
Odiaba que le pasase eso. Se suponía que se quitaba con la edad. Pero ella seguía sin poder controlar esos embarazosos cambios de color...
Uff...
- Te vas a casa...- dijo cerrando su carpeta - Tienes que esperar a que te prepare el informe de alta...ya lo sabes.
- Gracias!!!
Alberto se quedó en silencio. No se le ocurría qué decir, pero sentía una necesidad imperiosa por quedarse en aquella habitación,  con ella...
- Muchisimas gracias, de verdad, eres un ángel...
-No te creas. En realidad soy un demonio manipulador, con vocación de bombero y disfraz de cirujano...- sonrió - Alguien que va a pedirte que aceptes una invitación a cenar...
Aquello no lo había pensado, le había salido sin más,  sin pedir permiso...Se sintió fuera de lugar...
Unos golpes en la puerta reclamaron su atención.
- Buenos días hermanita ...

martes, 18 de noviembre de 2014

Adiós Carlos...

 Realmente no lo entiendes, verdad?
Patricia no dejaba de mirarlo con aquellos hermosos ojos azules.
- Andrea te quiere...y tú... tú también a ella...
Tenía los ojos enrojecidos, brillantes por el transparente liquido que trataba de hundirlos.
Estaba hermosa. 
Aún así,  sintiéndose derrotada, era la mujer más bella que conocía. Nada podría derribar ese aura de ser sobrenatural que la rodeaba allá donde decidiese estar. 
Y había decidido estar con él. 
Había sido el elegido.
Y sin embargo ... ahora no sentía lo mismo. 
Menudo estúpido...
- Creo que te equivocas...Andrea y yo...bueno, nos llevamos bien. Es facil trabajar con ella...tú la has conocido...
Carlos dejaba caer cada una de las palabra despacio, intentando que no se rompieran al despegar de sus labios.
- Por Dios, Carlos, no me hagas reir...
Patricia se levantó y se sirvió una taza del cafe que tanto le gustaba. El pequeño placer de seleccionar esa capsula dorada y percibir el afrutado aroma de las nueces y el café,  la llevaba a imaginarse junto a ese famoso actor que salía en el anuncio...
Ella no desentonaría en absoluto. Lo sabía. 
Y sin embargo, se encontraba en aquel apartamento, intentando convencer al hombre que amaba de que estaba enamorado de otra...
- Carlos...no me voy a quedar aquí, esperando a que un día te despiertes y te des cuenta de que te has equivocado de compañía...No puedo...
- No lo hagas, Patricia...yo sólo te quiero a tí
Palabras vacías que arañaban su gargata intentando ocultarse.
- No, cielo, no te equivoques...Tú ...tú debes hacerle caso a tu instinto, a tu piel...Y eso, querido amigo, no te conduce a mí...
Patricia no se esforzó en ocultar aquella lágrima. 
- Espero que no tardes demasiado en darte cuenta
Había dejado de mirarlo. No tenía fuerzas suficientes para aquello. Rodeó su taza y cerró los ojos para concentrarse en su pequeña recompensa.
Frente a ella, Carlos, con los labios apretados y esa mirada distraida que tanto le gustaba. 
Pequeño inocente al que sueltan de la mano en mitad del parque.
- Patricia...yo
- Tú eres un tío..- dijo con cierta ironía - Aún no he conocido a ninguno que sepa entender a una mujer...No estaría mal que fueses el primero...
Apuró la última gota de aquella bebida y se levantó con toda la dignidad que da la certeza.
Carlos vió desaparecer aquellas piernas por el fondo del pasillo.
Quizás no volvería a verlas.

domingo, 16 de noviembre de 2014

No eres el mismo...

-         Por qué no la llamas de una maldita vez?
Carlos, sujetando una taza de café, se sorprendió con aquella angustiosa pregunta. Le sorprendió que la hiciera ella, Patricia. Le sorprendió que se la escupiera en la cara. Le sorprendió que hubiese esperado tanto…
Respiró hondo y depositó la taza con cuidado sobre la mesa.
-        No sé a qué te refieres …- mintió
Patricia, con la desesperación dibujada en sus pupilas, intentó controlar el instinto de abofetear a aquel hombre al que tanto quería.
En los meses que llevaban viviendo juntos, Patricia había logrado vencer el muro de desconfianza y  dolor que el tiempo y su ausencia, habían instalado entre ellos.
No había sido nada fácil. Pero sabía que debía ser así. Era una mujer fuerte y lucharía hasta el final por lo que consideraba suyo.
Y Carlos era suyo.
Había conseguido recoger los trozos de fino cristal en los que había convertido el corazón de aquel hombre y, gracias a su paciencia, a su amor y, por qué no decirlo, a una buena dosis de auténtico arrepentimiento, ahora tenía en sus manos el trofeo que más deseaba.
Él.
Sin embargo, ella no era estúpida.
Odiaba a las que iban por la vida con esa falsa ingenuidad y sonrisa permanente. Las que iban de víctimas buscando el consuelo fácil. Las que preferían la sombra a unos buenos rayos de sol…
Carlos no le pertenecía por completo. Lo sabía.  Al menos, no desde que esa mujer se alejó de su vida.
Qué ironía…
-         Crees que no me entero de nada? – le gritó sin intentar evitarlo
-        En serio, Patricia, no se a dónde quieres llegar…
A Carlos siempre le habían incomodado aquel tipo de conversaciones.
Patricia se sentó a su lado, despacio, buscando el contacto de su piel, intentando que ese cálido roce calmara su miedo por lo que iba a decir.
-        No eres el mismo desde que Andrea se fue…

Aquello sí le pilló por sorpresa.

sábado, 8 de noviembre de 2014

La infección

Marcos había escogido una mesa situada en una de las esquinas de la cafetería del hospital. Estaba cansado y necesitaba algo para mantener los ojos abiertos.
Andrea seguía igual.
La infección que se inició en aquel extraño engranaje de su tobillo parecía haberse extendido, sorprendentemente,  al resto de su cuerpo. Llevaba días entre el delirio y la conciencia. Pequeños destellos de luz entre la espesa niebla de su irrealidad.
Alberto le había asegurado que todo estaba controlado. Los antibióticos intravenosos estaban haciendo su trabajo.
Sólo había que esperar que su cuerpo, joven y sano, reaccionara y tomara las riendas.
Todo estaba a su favor.
Menos ella.
Marcos tenía la impresión de que no estaba luchando.
Y no lo entendía.
Se pasaba horas observándola desde su incómodo sillón de la habitación.
La veía temblar por la fiebre, escuchaba cómo se alteraba su respiración con los escasos movimientos de su cuerpo...y la veía llorar cuando nombraba, dormida, a aquel hombre...
Desde que Marcos tuvo el accidente, los recuerdos habían llegado a su memoria como pequeñas gotas de esperanza. Hijos pródigos llamando a la puerta de su presente. Seguía con grandes vacíos, era cierto, pero gran parte de su puzzle estaba terminado.
Y en esa ordenada mezcla aparecía su hermana en un lugar muy especial.
Lo que había sentido por ella era demasiado intenso, demasiado hermoso a los ojos de una sociedad estancada moralmente.
Lo recordaba.
Sin embargo, ahora era diferente.
Había aprendido a quererla de nuevo, a respetarla, a admirarla.
Para él, ella representaba aún el único punto de unión con una realidad que no terminaba de aceptarlo. Una realidad que le había negado la felicidad, que le había empujado a una búsqueda absurda para olvidar lo que le dictaba su corazón...
Y ella siempre había estado allí, a su lado, apoyándolo incluso a sabiendas de que se equivocaba...
- Hola, Marcos, te importa que te acompañe?
Alberto estaba de pie junto a él. Una gastada bandeja de plástico soportaba lo que debía ser su desayuno.
- Hola, no, claro que no...por supuesto, siéntate...Una mala guardia?

domingo, 2 de noviembre de 2014

- Sí soy feliz!!!
Andrea se despertó en la cama de hospital empapada en sudor. Buscó en la penumbra de aquella habitación el pequeño interruptor adosado a la pared.
" Las seis de la mañana "
Notaba el pulso acelerado.
Tenía la frente y las mejillas ardiendo, el cuerpo totalmente húmedo y una sequedad insoportable en los labios.
Intentó respirar despacio.
Se sentía febril y mareada.
Debería llamar a alguna enfermera para que, al menos, le trajese un paracetamol. Así se sentiría mejor.
Pero eran las seis...
Lo lógico sería esperar al cambio de turno. Faltaba poco y ella sabía lo que molestaba una llamada a aquellas horas...sobre todo si era por una tontería...
Apretó los ojos intentando dormir.
Los últimos dos días se había complicado todo.
Una infección en la herida la había obligado a quedarse encerrada allí, en aquel ambiente estéril de cualquier sentimiento.
Al menos tenía a Marcos...
Además, y eso sí que la había sorprendido, se había reencontrado con Alberto, un antiguo amigo de la facultad. La última vez que lo había visto fue poco después de terminar la carrera. Sabía que se había ido a Madrid a hacer la especialidad de traumatología pero no tenía ni idea de que hubiese vuelto.
Se alegró de saber que su pierna estaba en sus manos.
Siempre había sido un chico listo y responsable. Podía confiar en él.
Fue él quien le aconsejó retrasar el alta. Su pierna no tenía buen aspecto y sería mejor hacer todos los análisis antes de que se fuese a casa.
Le pareció convincente.
Y, por otro lado, no le apetecía escuchar las recriminaciones constantes de Marcos...
Uno, dos, tres...
Los latidos de su corazón cada vez iban más rápido. Algo no iba bien.



sábado, 25 de octubre de 2014


 Por qué no eres feliz?
Andrea intentó no atragantarse con la última cucharada de yogurt natural.
Allí, sentado en la gastada butaca marrón que había junto a su cama, estaba Marcos.
No había dejado de visitarla, cada día,  desde que tuvo el accidente. 
Una eternidad, pensaba Andrea. 
Cuatro días marcaba el calendario.
No podía quejarse.
La inflamación y el dolor habían disminuido. Iba moviendo los dedos sin problemas y, si todo seguía así,  le habían prometido que se iría a casa esa misma tarde.
Se sentía bien.
La pregunta de Marcos, en cambio, la cogió por sorpresa.
-Por qué crees que no soy feliz? - dijo tras dejar la bandeja de desayuno en la mesita que la separaba de su acompañante. 
- Porque tienes una mirada apagada, porque no sonries, porque estás ausente, porque te despiertas por las noches empapada en sudor y gritando el nombre de alguien cuyo nombre no entiendo, porque ...Quieres que siga?
Marcos estaba allí,  con la frente arrugada y una línea recta dibujada en los labios, mirándola de una forma demasiado incómoda para Andrea.
- Creo que exageras...
Andrea no estaba acostumbrada a hablar de sentimientos con nadie. No era fácil para ella explicar las fantasías que construía su cabeza. Tampoco era divertido escucharlas.
- Yo creo que no...me preocupas, de verdad...sólo quiero ayudarte.
- Te lo agradezco, en serio, pero no me pasa nada...bueno, miento, tengo un tobillo destrozado y, posiblemente, no pueda volver a correr...aunque, ahora que lo pienso no lo he hecho nunca - dijo sonriente a su hermano - ...Nada que no pieda superar con un buen descanso.
- Andrea - dijo Marcos con un tono más serio de lo que la tenía acostumbrada - te recuerdo, y es bastante irónico que sea yo, el amnésico,  el que tenga que recordarte las cosas, que no sabes mentir .
 Se acomodó en la silla y empezó a hablarle como el que habla a una niña que acaba de ser pillada en plena travesura.
- He estado leyendo  algunas cosas sobre el comportamiento humano, cómo nos comunicamos, qué sentimos...no es que yo sea un experto, eso es evidente, pero si hay algo que tengo claro, es que la Andrea que hoy tengo delante, no es la misma que vino a verme al hospital y que se presentó como mi hermana...
Andrea no quería mantener esa conversación.  
Marcos tenía su cariño,  pero no podía darle nada más.  
Sus miedos, sus ilusiones, sus desengaños,  sus promesas...todo eso era suyo. De nadie más.  
Algun dia se lo explicaría. Pero no ahora.
Además,  realmente ahora estaba bien.
Estaba cruzando el río que la llevaba a la orilla buena, a aquella de la nunca debía haberse alejado, y tenia la fuerza suficiente para conseguirlo.
Si. 
Estaba bien. Seguiria bien.

lunes, 20 de octubre de 2014

Carlos...eres tu?
El corazón de Andrea, desbocado, empezó a golpear con fuerza la parte interna de su pared torácica. La luz recortaba la silueta de alguien...pero sus ojos, aún doloridos, se negaban a enfocar con nitidez.
- Andrea, soy yo, Marcos...Te encuentras bien?
Un cuchillo afilado  cortó sin clemencia los hilos que sujetaban su incipiente fantasía.
Parpadeó varias veces intentando que no se derrmaran las siempre inoportunas lágrimas.
-Hola, Marcos...estoy bien..
- Te duele?
Andrea, de repente , fue consciente de que algo le mordía su tobillo.
Buscó el extremo de la sábana para poder rebuscar lo que ocultaba bajo su rugosa textura.
La levantó despacio, respirando hondo y notando cómo una sensación de inquietud crecía en su interior.
Alli, coronando su pierna derecha, un montón de brillantes hierros atravesaban su piel dejando aquel inocente muñon de carne, enjaulado y sin posibilidad alguna de movimiento.
Le dolía la imagen. Le dolía ver cómo esas agujas, que intuía frías, se perdían en su pierna a través de ensangrentadas perforaciones hechas por algún instrumento de carpintero especializado.
Intentó mover los dedos.
Fue facil.
Al parecer, al menos, eso estaba bien.
- El cirujano ha dicho que ha quedado perfecta...tu pierna...
- Pues si él lo dice...
Andrea volvió a echarse sobre las almohadas recién colocadas. Cerró los ojos y trató de tragarse su impotencia.
- Gracias - fue todo lo que dijo.
- De nada - contestó Marcos.
El silencio volvió a inundar los huecos de la habitación y los latidos de dos corazones, perdidos en algún lugar lejano a aquel hospital, marcaron el lento correr del tiempo.

martes, 14 de octubre de 2014

- Despierta, dormilona
Aquella voz, familiar, la incomodaba.
- Vamos, Andrea, me oyes?
Pues claro que le oía..ella y todo ser viviente que se encontrara en un montón de kilómetros a la redonda. Por qué le gritaba?
Intentó abrir los ojos pero un brillo demasiado doloroso empezó penetrar sus córneas.
"Mejor no hacerlo"...pensó.
Notó cómo unos dedos jugueteaban sobre su mano.
"¡ Qué pesadez!"
Intentó decirle que la dejara en paz, que quería dormir un poco, que no le apetecía ver a nadie y, muchísimo menos, escuchar a nadie. Era aquel calor reconfortante lo que la atraía, lo que parecía conducirla a algún rincón olvidado de su pasado.
Y ella quería llegar allí.
Pero aquella voz...
- Andrea, por favor, se que puedes oirme...al menos, apriétame la mano para saber que estás bien...
"Bueno", pensó ella," si así me deja en paz..."
Recogió las fuerzas que notaba desperdigadas por su cuerpo e intentó apretar aquellos dedos tan fuerte que, aquel ser, se arrepintiera de haberla molestado.
Sin embargo, y muy a su pesar, tras una agotadora eternidad, sólo pudo conseguir que sus exhaustos dedos acariciaran la piel de ese hombre.
" Maldita sea ", pensó. " ¿Qué pasa ahora?"
Unas imágenes, inesperadas, brotaron de sus retinas.
" Andrea vas a notar un poco de calor..no te asustes...es la anestesia "
Aquel sitio era frío. Notaba cómo la solidez de la camilla le aplastaba parte de su columna. Un enorme haz de luz blanca le dibujaba un extraño tablero en donde debía estar su tobillo.
" Me habías dicho que eras médico..." recordaba que le decía la voz
Sintió el calor recorriendo su brazo y el sueño invitándola a desaparecer.
" Uff" pensó " No es tan malo esto..."
Pero...cuánto tiempo había pasado?
Se obligó a separar sus pesados párpados.
- Bienvenida al mundo - insistió su acompañante.
La luz, atravesada por infinidad de partículas flotantes, empezó a perfilar un rostro.
No podía verlo bien...pero...

domingo, 12 de octubre de 2014

-Carlos, cielo, me estas escuchando?
Patricia parecía irritada.
Carlos llevaba días mostrándose distante, distraido. Estaba claro que su cabeza no estaba con ella.
No quería admitirlo, pero en el fondo tenía que reconocer que desde que esa mujer se fue del centro, Carlos no era el mismo.
Ella, que se había considerado la ganadora en esa invisible lucha por su hombre, realmente no tenía nada.
Él la había escogido, eso era cierto, había permitido que el amor del pasado ocultara los sentimientos que estaban empezando a brotar por otra, pero aún asi...
Los días estaban pasando y una incómoda sensación de rutina forzada se estaba apoderando del espacio entre los dos.
Ella, acostumbrada a la seguridad en sus decisiones, ahora empezaba a preguntarse si realmente era eso lo que buscaba. Quizás se había dejado arrastrar por una nostalgia equivocada. Quizás había confundido el amor por Carlos con la añoranza de lo fácil.
Uff!!
Por qué aquella mujer se había cruzado?
Pero la realidad era que ella se había apartado. Había aceptado que él era de otra y que no podía luchar contra eso.
Además,  lo curioso, es que le caía bien. Si se hubiesen conocido en otras circunstancias, seguro que hubiesen sido amigas. Pero ahora...era demasiado difícil.
- Perdona, Patricia, estaba con la mente en otra cosa..- dijo Carlos sentándose junto a ella.
- Ya lo he notado...te encuentras bien? - preguntó conocedora de la respuesta
- Sí,si...es que ya sabes la que hay montada en el centro...estoy algo saturado.
Patricia decidió respirar hondo y tragarse parte de su orgullo. Al fin y al cabo, ella tampoco tenía claro hacia dónde encaminar sus pasos.
- Mírame , por favor..- dijo mientras le sujetaba su barbilla entre sus dedos - Te sientes bien conmigo ? Te arrepientes de haberlo intentado ?
Carlos parecía agotado. Tenía la mirada confundida y el abrasador brillo de su mirada había empezado a desvanecerse...
Estaba claro, al menos para ella, que algo no iba bien.
- Claro que no me arrepiento, por favor Patricia...Las mujeres siempre hacéis lo mismo. Si veis a un hombre algo distraido ya pensais que es porque algo no funciona o que hay otra...No , Patricia, sencillamente estoy cansado.
Carlos parecía llevar tiempo deseando vomitar aquellas palabras, aquella especie de disculpa pensada para ella.
- Yo no pienso que pueda haber otra, Carlos...- dijo Patricia sin querer apartar su mirada de la de él - Yo lo sé...

lunes, 6 de octubre de 2014

Las horas siguientes pasaron demasiado lentas para Andrea.
Los calmantes que le habían introducido en su torrente sanguíneo habían anestesiado parte de su dolor, el de su maltrecho tobillo, pero aún quedaba mucho más que dormir…
Aquella estúpida caída la había conducido a la inmovilidad en una impersonal habitación de hospital. Unos huesos pendientes de un quirófano y unas costillas que le perforaban los pulmones cada vez que se animaba a respirar…Ese era el resultado de su continua insensatez.
Al menos había hablado con Marcos.
El pobre, sintiéndose responsable de sus prisas, no podía hacer otra cosa que consolarla desde la distancia.
-        - Iré en cuanto deje a Jaime en su casa. No tardo…No te preocupes…
No tardaría.
Ella no quería estar allí. No quería escuchar las quejas de su involuntaria compañera de habitación. No quería ver su piel atravesada por aquella aguja que no dejaba de introducirle un  líquido transparente en sus venas. No quería mirar aquel desconocido tobillo. No quería…
Una enfermera sonriente entró en la habitación con una pequeña bandeja plateada en sus manos.
-        - ¿ Cómo te encuentras, Andrea? – le dijo como si la conociese de algo
-       -  He tenido días mejores, la verdad – contestó forzándose a sonreir
La enfermera respondió con otra sonrisa y empezó a tomarle la tensión.
-      -  Va a pasar el trauma a verme esta tarde?- quiso saber Andrea temiendo que la respuesta fuese un silencio absoluto hasta mañana.
-        - Si, vendrá el dr. Ruiz, el trauma de guardia, pero vendrá dentro de un rato. Ahora está en quirófano.
-       -  Vale, no importa…al parecer no tengo prisa.
Andrea buscó el nombre de la enfermera en la identificación que llevaba colgada del bolsillo de su uniforme.
Ana.
Un repiqueteo en la puerta distrajo su atención.
Allí, sujetando el pomo de la puerta y  con cara de preocupación, estaba Marcos.
-        - Andrea, siento haber tardado tanto…cómo estás?
La mirada de su hermano se fijó en la extremidad pendiente de arreglar.

No hizo falta de ella respondiera. Tampoco que él dijese nada…

martes, 30 de septiembre de 2014

 Se encuentra bien ?
Aquella voz sonaba demasiado lejana.
Andrea recordaba cómo una enorme sensación de vacío se apoderó de ella mientras el suelo resbalaba bajo sus pies.
Todo fue demasiado rápido.
Su instinto de protección hizo que sus manos intentaran protegerla de aquel impacto inevitable.
No fue suficiente.
Cerró los ojos para que doliese menos.
Pero se equivocó.
Notó el crujir de su tobillo y un dolor demasiado agudo le inmovilizó la pierna derecha. El resto de su cuerpo, privado de soporte, cedió a la ley de la gravedad y fueron los fríos escalones los que detuvieron su caída.
- Me oye? - repetía nerviosa aquella voz que parecía provenir de algún universo paralelo.
Andrea no tenía ni fuerzas ni ánimos para responder.
Se acomodó como pudo en el inesperado asiento y buscó el origen de aquella punzada.
Bajo el vaquero se perfilaba un amasijo de carne sin forma que ella no se atrevía a descubrir.
Con toda la delicadeza que era capaz en una circunstancia como aquella, empezó a levantar el trozo de tela que intentaba contener el desastre.
No hizo falta echar mano a sus conocimientos de medicina para saber que aquello no pintaba bien. Nada bien.
Elevó la mirada. No quería seguir mirando. Le dolía demasiado. Además,  necesitaba tomar aire.
De repente, el oxígeno había desaparecido y una asfixiante sensación le apretaba las costillas impidiéndole respirar con normalidad.
Quizás aquella pierna no había sido la única parte de su cuerpo en sufrir las consecuencias de aquella caida...
De repente fue consciente de donde estaba.
Miró a su alrededor y se sorprendió de ser el centro de una improvisada audiencia. Un montón de ojos curiosos esperando saciar su morbosa necesidad.
-No debería moverse - dijo alguien que se había acercado para ayudarla - Acabo de llamar a urgencias. Vendrán en seguida...Quiere que la ayude ?
Andrea no podía hablar. Dejó que las lágrimas que llevaba tanto tiempo conteniendo limpiaran el poco maquillaje que había decidido ponerse antes de salir.
Dios santo, Marcos...aún estaría esperándola...

viernes, 26 de septiembre de 2014

La llamada


Se quedó mirando aquel número.
Durante algo parecido a una eternidad, un doloroso escalofrío empezó a anudarle el estómago.
Ignoraba la llamada?
Al fin y al cabo, si recordaba las técnicas de deshabituación que muchas ellas había impartido, serían las primeras semanas las que sufriría. Luego, viene una especie de calma triste, de echar de menos, de resignación…
Ella aún estaba en la fase dura, en la fase en la que crees que no podrás soportarlo, en la que las cuchillas arañan un alma obsesionada. Ese momento en el que no puedes pensar en otra cosa, porque sólo existe ese vacío para ti…
Entonces, si cedía a su instinto, si contestaba a aquella voz…
Todo volvería a cero.
Pero, al menos, durante los minutos que lograse oírle, esa droga entraría en sus venas y saciaría aquella necesidad…
Sus labios, cansados de esperar una orden superior, decidieron actuar.
-                   -  Hola, Carlos, qué tal?
-                   - Hola, Andrea – su voz sonaba tan dulce…- cómo te encuentras?
-                   -  Bien, bien.. – mintió – Esto de no tener que madrugar para ir a trabajar es lo que tiene. A todos         nos gusta..
Andrea imaginó su sonrisa.
-                  -Ya. Me imagino… Deberíamos tener descansos más a menudo – un silencio incómodo le recordó      a Carlos que no debería haber llamado – Qué tal tu hermano?
-                -  Mejor..La verdad es que aún no recuerda casi nada de lo anterior al accidente, sobre todo lo que       está en relación con su vida personal, conmigo, con mis padres…pero se está esforzando mucho…
    “ Conversación neutra “, pensó Andrea, “ seguro que me quedo hecha polvo…”
-             - Eso está bien – dijo la voz del otro lado – Qué dicen los neurólogos?
“        "Uff!! Yo no tengo ganas de contarle lo de Marcos…” gritaba una voz dentro de Andrea.
-             - Están bastante optimistas. Más de lo que yo creo prudente, la verdad…pero todo es cuestión de          tiempo. Ya sabes. El tiempo todo lo cura…
   Aquella última frase no le sonó bien. No quería dar a entender que ella necesitaba tiempo. Bueno,      quizás él, en su simpleza habitual, no lo captara…Quizás él siguiera sin enterarse de nada…
-            - Tienes razón. Eso de la amnesia es muy impredecible…
Andrea, apoyada en la pared de la boca del metro, empezaba a notar lágrimas en la garganta.
-           -  Bueno, Carlos, tengo que dejarte…es que voy a entrar en el metro y perderé la cobertura
-           -  Ah, perdona, no quería entretenerte…sólo quería saber si todo iba bien…me alegra saber que estás contenta.
“ De un contento que ni te imaginas “ pensó ella
-        - Yo también me alegro de oírte…Ya hablamos otro día…Un besillo
-        - Chao, Andrea. Un beso.
El estúpido pitido ocupó el lugar que antes llenaba su susurro.
Enfadada consigo misma, secó con brusquedad la única lágrima que no había podido contener.
Miró el reloj. Marcos estaría desesperado.

Escondió de nuevo el móvil en el bolsillo de sus vaqueros y bajó demasiado rápido las escaleras que la conducían a la nueva estación. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Aquel sonido ...
Tenia que cambiarlo. Tenia que anular todo lo que la llevase al recuerdo.
Las agudas vibraciones atravesaban la habitación sin que Andrea fuese capaz de acercarse.
Y si era él?
O, lo que era mucho peor, y si no era él?
Desde que llegó a Málaga o, para ser exactos, desde que cerró tras de sí la puerta de aquel despacho, se había jurado a sí misma que no caería en la trampa de la nostalgia, del recuerdo. Sin embargo, cada sonido, cada vibración arrancada al pequeño teléfono,  le producía una sobrecogedora punzada en la parte izquierda de su pecho.
Pero no había caído.
Le dolía el alma al ser consciente de que él no la extrañaba.
Porque de eso estaba segura. Si hubiese tenido algún interés la habría llamado o, como poco, le habría mandado algún mensaje. Pero sólo había silencio entre ellos.
Esperó a que las luces intermitentes cedieran a la oscuridad para acercarse a comprobar quién la buscaba.
Era Marcos.
Recordó que habían quedado a tomar algo en una cafetería del centro.
Miró el reloj. Casi las cinco de la tarde.
Cerró los ojos intentando concentrarse en la casi inaudible voz que le susurraba desde el contestador.
Al parecer Marcos llevaba esperándola casi media hora y estaba empezando a preocuparse.
Desde luego...cómo le iba a explicar que se le habían pasado las horas ahuyentando fantasmas...
Lo llamó y utilizó una de sus falsas migrañas para justificar su retraso. Se le daba bien pedir perdón.  Realmente se sentía culpable de tantas cosas...
Se dirigió al pequeño aseo y se enjuagó la cara intentando cambiar su rostro.
Tampoco había sido él...
Una camiseta blanca, unos vaqueros ajustados y sus zapatillas de deporte le sirvieron para dar la imagen que buscaba. Pelo recogido de manera informal. Labios con brillo y una delgada línea perfilando sus ojos.
No estaba mal.
Al menos para su edad.
Tenía que darse prisa si no quería llegar demasiado tarde. Las agujas del reloj anunciaban casi las cinco y veinte. Cogería una de las líneas del recién estrenado metro...
El móvil empezó a vibrar de nuevo en el bolsillo trasero de su pantalón.
Uff! Seguro que era Marcos de nuevo...
Sintió cómo empezaron a acelerarse los latidos bajo sus costillas.
- Andrea, me oyes?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Nuevo inicio

Los rayos de sol atravesaban la fina tela que cubría la ventana, perfilando curiosas escenas  sobre la pared del fondo de la habitación.
Andrea miraba aquello absorta en un montón de pensamientos.
Llevaba un par de semanas en Málaga.
Había llamado a Marcos al llegar. Tenía la esperanza de que hubiese recobrado todos los recuerdos perdidos, pero la mente humana no tiene reglas y aquella amnesia estaba durando mucho más de lo que ella había imaginado.
Seguía con revisiones en neurología, como puro placebo según entendía ella, y se esforzaba en realizar el sinfín de ejercicios que le proponían en los diferentes grupos a los que se apuntaba.
No se podía decir que no se esforzaba. Eso estaba claro. Pero el ritmo lo marcaban las fugaces conexiones neuronales que su cerebro establecía en el universo de su masa gris.
A pesar de que la desconfianza inicial que Marcos había sentido al despertar tras el accidente había disminuido, Andrea no quería forzar una relación que se basaba, básicamente, en unas cuantas historias que ella intentaba desempolvar de algún rincón de su olvido.
Decidió alojarse en un hotel de las afueras de la ciudad. Era más barato y estaba bien comunicado con el centro. 
No necesitaba mucho más.
Los días se reducían a despertares tranquilos, desayunos abundantes, paseos por la playa, encuentros con Marcos y, como no, a visitas a los pocos familiares que aún le quedaban en aquel lugar…
Había conseguido que la opresión del pecho disminuyese.
Cada día, tras su paseo, se tumbaba sobre la arena y dejaba que su pecho se impregnara del suave aroma del mar. Le gustaba aquella sensación. Con los ojos cerrados, escapaba de sus miedos y lograba una extraña y placentera calma.
No había sido fácil.
Al principio, se sorprendía recogiendo algunas lágrimas insubordinadas que le recorrían las mejillas. Le molestaba aquello. Era el amargo recuerdo de que había sido una cobarde y que su huida no era más que el fracaso ante su miedo.
Pero los días habían suavizado su autocrítica y Andrea había conseguido evitar los fantasmas que la acechaban al cerrar sus párpados.
Además, gracias a Marcos, las risas estaban barriendo las grises telarañas que la asfixiaban y, poco a poco, la vida empezaba a aparecer ante ella como el mundo de oportunidades que necesitaba.

El sonido del móvil hizo que se sobresaltara.

domingo, 14 de septiembre de 2014

y ahora...qué

Carlos permanecía sentado con la mirada perdida en la foto paradisíaca que le servía de salvapantallas.
Lo había hecho.
Se había ido.
Y ahora, qué?
El había intentado convencerla de que estaba equivocada. Había preguntado las razones. Incluso había llegado a plantearse la posibilidad de ser él el culpable.
Pero ella le había asegurado que no tenía por qué sentirse responsable de nada. Era algo en su cabeza, algo que la perturbaba y que le impedía ser feliz. Cosas que pasan sin que nadie pueda evitarlo…
El despacho lo observaba en silencio.
La disposición de las sillas aún recordaban su última conversación.
Una sensación extraña le cerraba la garganta. Eran como si miles de palabras se agolparan en la línea de salida esperando una señal para iniciar su peculiar carrera. Palabras ingenuas, inocentes, equivocadas, confundidas…reales.
Porque así se sentía él.
Confundido.
Estaba en un momento de su vida en el que debería sentirse plenamente feliz.
Laboralmente no estaba mal. Era el director de uno de las unidades de gestión más importantes de la provincia y, según indicaban los resultados, no lo hacía mal. Le gustaba su trabajo, aunque no tanto el de gestión como el de médico, claro. Las horas que dedicaba a su labor asistencial le llenaban plenamente. Incluso le hacían plantearse seriamente dejar todo lo demás para ser sólo eso, médico. Pero se había comprometido y no quería dejar nada a medias.
No era su estilo.
Su vida personal…
Estaba con la mujer que siempre había pensado que era la mujer de su vida, Patricia. Su gran amor…su gran decepción.
Se habían dado una segunda oportunidad y, si lo pensaba fríamente, no estaba seguro de necesitarla.
Era una especie de unión forzada. Ella parecía feliz pero a él le costaba. Tenía que recordarse a sí mismo los momentos que habían pasado juntos, las risas, las complicidades.
Y tenía que hacerlo para que otra imagen no empañara lo que él se empeñaba en construir como su realidad casi perfecta.
La imagen de ella. De Andrea.
Aquella mujer se colaba en su mente y le traicionaba en los momentos más inesperados. La veía en su cama tumbada junto a él, la veía en su salón compartiendo juntos alguna película de esas sin mucha sustancia, la veía en su despacho, en su consulta, en sus momentos difíciles…
Entonces apretaba la mandíbula y movía la cabeza forzando a aquella imagen a desvanecerse.
Su felicidad debía estar con Patricia. Esa había sido su elección hacía mucho tiempo.
Andrea…bueno, ella se había ido.
Estaba claro que todo había sido un error.

viernes, 12 de septiembre de 2014

adiós

-Estas segura de esto? Elisa con una desacostumbrada amabilidad se había acomodado junto al coche de Andrea. -No, no lo estoy, pero es algo que debo hacer. Andrea, con los ojos aún brillantes, intentaba abrocharse el cinturón de seguridad. Había pasado por el centro a despedirse de sus compañeros. De todos. Sus jefes, o los jefes de sus jefes, no le habían concedido el traslado. En cambio, la propuesta de un año sin sueldo había sido lo más parecido a su idea de alejarse. La aceptó con la única condición de que, si decidía volver, volvería a su puesto, a su consulta, con sus pacientes…quien sabe si podría soportar estar lejos de todo… Hacía días que había recogido las pocas cosas personales con las que había adornado su luminosa consulta, una escuálida maceta, un pequeño regalo hecho por una paciente, y algunas fotos de paisajes desconocidos por ella. La penosa burocracia de distrito estaba terminada y únicamente quedaba decir adiós. Cerró los ojos para poder ver su rostro. Lo había tenido allí delante, en su despacho, mirándola con aquellos ojos de niño perdido que siempre la perturbaban tanto. “ No entendía nada “, eso le había dicho muchas veces desde que le comunicó su intención de irse. Lo peor, lo que la molestaba, era que sabía que era verdad. Aquel hombre no sabía por qué se iba. Y se iba por él. Era la única manera que había encontrado de intentar arrancárselo de la piel, de dejar de soñarlo, de imaginarlo. Le dolía tanto separarse de él!!! Había querido confesárselo, incluso le había escrito una nota, pero era demasiado cobarde cuando estaban juntos. Por qué tenía que ser él esa persona a la que nunca puedes negar tu sonrisa, a la que nunca puedes cerrar tu corazón? Carlos estaba con Patricia, una segunda oportunidad a un amor acabado, y ella no podía soportarlo. Además, estaban sus continuos cambios de actitud…Esos latigazos que siempre la dejaban con la sensación de estúpida humillación. El no tenía la culpa. Lo sabía. Ella había aceptado el juego a sabiendas de que la que se lo jugaba todo era ella. Y lo perdía. Y lloraba. Y se rendía de nuevo ante una nueva partida… Pero todo eso no era más que el resultado de una alteración en la percepción de la realidad. Una falsa ilusión. Una especie de delirio maquiavélico que la estaba conduciendo a la locura. Le deseaba. Deseaba poder rodearlo con sus brazos. Deseaba decirle que era el centro de sus fantasías, de la oscuridad de sus noches, del amanecer de sus días… Pero él estaba con otra… Había escogido a otra… -Llámame cuando llegues a Málaga. La voz de Estela la arrancó de su parcela de dolor. Allí empezaría otra vez. Quizás.

jueves, 4 de septiembre de 2014

una tirita más...

No podía creerlo.
Allí, derrumbada sobre su cama, Andrea dejaba correr las lágrimas por sus mejillas.
Lloraba de rabia, de impotencia, de coraje por su gran estupidez.
Otra vez se equivocaba.
“ Una buena amiga “. Eso había dicho él.
Pero, entonces, ¿por qué la miraba de aquella manera?, ¿ por qué le brillaban los ojos cuando estaban juntos?, ¿ por qué su voz era tan dulce cuando le hablaba?, ¿ por qué su sonrisa siempre la invitaba a quedarse?
Una y otra vez, su ilusión crecía y se hundía…crecía y se hundía..
No había más huecos para cicatrices en su lastimado corazón.
“ Una buena amiga “.
Tenía que cerrar esa puerta. Tenía que dejar atrás aquella habitación llena de recuerdos que, si bien la habían transportado a un mundo de deseo y felicidad desconocido hasta entonces, también la estaba consumiendo por las puñaladas de dolor que sentía.
Pero era tan duro despedirse de alguien a quien se ama.
¿Dónde ponía el límite?
¿Hasta dónde estaba dispuesta a estirar la desgastada goma de sus sentimientos?
La humedad en su piel no paraba de recordarle lo mucho que lo deseaba, lo mucho que ya lo echaba de menos.
Una tirita más, Andrea. Una sóla más y luego te vas…
No podía.

Aquella tenía que acabar.

martes, 2 de septiembre de 2014

Yo no quiero ser tu amiga

- Siéntate, por favor...
Carlos la había llamado a su despacho. Llevaba dias esquivándolo. No le apetecía justificar nada. Menos a él.
Andrea había tomado la decisión de irse. Era una cobardía,  lo sabía,  pero tenía la sensación de que , sólo con la distancia , obtendría la suficiente perspectiva para poner el orden necesario en el tremendo caos en el que se había convertido su vida.
Le dolía tener que alejarse.
Le dolía no volver a verle, a escuchar su voz,  pero ya había llorado demasiado. Tenía que ser realista. No tenía nada que hacer frente a aquella mujer que le había robado su sueño. Patricia.
Por qué tuvo que reaparecer?
Por qué en aquel momento?
Andrea creía en el destino. Si debía ser así,  así sería.  Sólo con tiempo entendería las razones de todo aquello.
Pero ahora no lograba verlo...
Carlos se habia sentado en la silla que había junto a la que ocupaba Andrea.
La excitaba su proximidad. No podía evitarlo. Tampoco quería hacerlo...
- Por qué quieres irte?
Se lo soltó de golpe, rebuscando con sus pupilas en el silencio de aquella mujer que, definitivamente, era especial para él.
Desde que le llegó la petición de traslado no podía pensar en otra cosa.
El, que había decidido darle una oportunidad a Patricia, ahora se notaba perdido.
Por qué le tenía que afectar tanto su partida?
Andrea no se atrevía a mirarlo. No estaba segura de poder explicarle lo que sentía, lo que la empujaba a alejarse de él. Se ponía tan nerviosa al tenerle cerca...
- Bueno, me apetece un cambio...
Fue todo lo que pudo decirle.
Sus dedos jugueteaban con aquel hilo suelto de su preciosa blusa nueva.
- Pensé que estabas contenta aquí...no lo esperaba, Andrea...estás segura de esto?
Carlos estaba deseando que ella levantase esos preciosos ojos y le dejaran perderse en ellos. Quería leer la respuesta. Necesitaba entender.
Andrea, sin embargo, luchaba para no mirarle, para no acariciar sus manos, para no acercarse y fundirse con él.
En serio no se imaginaba nada?
En serio no  sabía que ella se moría de ganas por dejarse abrazar?
Cómo podían estar tan cerca y tan lejos?
Andrea, mordiéndose el labio, se decidió a enseñar sus cartas. La partida estaba perdida..qué más podía pasar?
- Dime, Carlos, tú quieres que me quede?
Carlos no se esperaba aquella pregunta. Claro que quería que se quedase. Es que no era evidente?
- Andrea, por favor, claro que quiero que te quedes.
- Por qué? - siguió preguntando Andrea sin dejar de  morderse el labio
- Porque eres una buena compañera, una buena profesional...una buena amiga...
No era eso lo que quería decir, eso era evidente, pero no sabía encontrar las palabras justas para explicar lo que sentía por ella. No sin dejar al descubierto el miedo que le producía no volver a verla.
Andrea hubiese preferido cualquier cualquier cosa...pero aquello...
- Yo no quiero ser tu amiga, Carlos. Lo siento.
Se levantó sin querer esperar nada más.
Había sido suficiente.
Ahora estaba claro. Siempre se había equivocado con él. Tenía que irse.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Me voy

-        Menuda tontería!
Esa fue toda la respuesta de Elisa, una de las administrativas más veteranas del centro.
Se había sentado en la consulta cuando Andrea terminó con el último paciente. Se la notaba cansada. Su pelo rizado no tapaba las oscuras ojeras que enmarcaban sus ojos verdes. En una época divertidos, ahora resignados.
Era una mujer difícil.
La vida la había hecho así. Al menos, esa era su respuesta ante las reclamaciones y comentarios que tanto pacientes como compañeros le hacían a diario.
Sin embargo, con Andrea era diferente.
Aquella mujer desencantada de la vida veía en ella a su hija. Una hija a quien quizás la vanidad mezclada con el egoísmo la apartaron de su lado.
Pero no se sentía culpable. Al menos, no del todo.
Una madre soltera como ella había tenido que luchar duro para salir adelante. Era un mundo difícil, una época difícil, un momento aún no preparado para aceptar la independencia y la valentía de una mujer como ella.
Quizás le dedicó demasiado tiempo a la lucha.
Quizás dejó que el engranaje girase demasiado deprisa para que ella pudiese bajar a tiempo…
Quizás su hija tuvo razón cuando se marchó de casa y le escupió en la cara que era una desconocida para ella.
Puede…
Pero era fuerte. No se lamentaba. Asumió sus errores y miró hacia delante con la firme convicción de que el tiempo le daría la razón.
Hacía casi cinco años desde aquel portazo que le había borrado la sonrisa.
Aún esperaba …
Y ahora, Andrea, su única confidente, le decía aquello…
-        No te he preguntado, Elisa, te estoy informando de que pediré traslado…
Necesito cambiar de aire. Necesito pensar…

Andrea se había levantado y miraba por la ventana de su consulta. La calle estaba casi desierta a esas horas de la tarde. Los pacientes esperaban las primeras brisas para salir de sus escondites…
Necesitaba olvidar…

viernes, 22 de agosto de 2014

Rozaste mi piel.
Y con tu caricia
abriste una puerta
que nunca cerré,
trajiste recuerdos
un día tachados
por vivir sin querer,
me envolviste en algo
que una vez negamos
pero no olvidé.

Rozaste mi piel.
Un escalofrío
cubierto de dudas
recorrió mi ser,
escapó el suspiro
que una vez ahogamos
antes de nacer,
despertaste el sueño
que por no hacer daño
no quisimos ver.

Rozaste mi piel.
Y fue esa ternura,
temblando en tus dedos
la que siempre amé,
reavivaste el fuego
ahogado en silencios
que nunca juzgué,
despertó esa rosa
que por sus espinas
pudimos perder.

Rozaste mi piel.
Y busqué en tus ojos
palabras no dichas
que me hicieran creer,
en un mundo absurdo
donde dos amantes
se pudieran ver,
enlazar sus dedos
y fundir sus cuerpos
sin llorar después.

Andrea encontró el viejo poema con el que un día,  mucho tiempo atrás,  intentó vaciar el cajón de sus sentimientos. Le hicieron daño.
Ahora sufría de nuevo.
Por qué no lograba acertar con los hombres?
Por qué estúpida razón había creído que Carlos era diferente?
Suspiró y recordó la escena de la cafetería.
Carlos sonriente se dejaba mimar por la siempre perfecta Patricia.
Andrea no pudo soportarlo y salió de allí sin esperar una patética justificación de aquella hiriente felicidad.
No lo necesitaba.

jueves, 21 de agosto de 2014

- Buenos dias, Andrea
La voz de Patricia la cogió por sorpresa.
Andrea se había animado a salir de la burbuja que la absorbía todas las horas de consulta y le apetecía estar sola.
Estaba cansada de quejas, lamentos, coincidencias.
Demasiada información vomitada en pocos minutos.
Pero así estaba el sistema. Lo sabía.  No luchaba por cambiarlo, sólo por sobrevivir.
Despegó las pupilas del borde de la taza del café y las fijó en su inesperada acompañante.
- Hola, Patricia. Cómo tú por aquí?
Lo preguntó por costumbre, pero sinceramente no quería conocer la respuesta.
La sonrisa de Patricia no le auguraba nada agradable.
- He quedado aquí con Carlos. Te importa que te acompañe?
Patricia no había esperado ninguna respuesta. Se había acomodado en la silla que estaba frente a ella y le estaba haciendo señales a la camarera para que se acercase a la mesa.
Andrea se limitó a sonreir y a fingir que le parecía una idea estupenda.
- Cómo llevas la mañana?- preguntó la rubia despues de pedir su desayuno
- Bien, muy bien - mintió - incluso he podido hacer un kit kat
- Me alegro...es agotador. La gente no imagina lo que puede llegar a desgastar este trabajo...cada paciente requiere que borres el problema del anterior y que reinicies tu disco duro...
- Bueno, tu trabajo tampoco es fácil - replicó Andrea interrumpiendo aquel monólogo reivindicativo.
Patricia se recogió algunos rizos detrás de su oreja derecha. Estaba deslumbrante.
- Tienes razón.  Es distinto. Tengo mucha responsabilidad y no suelo disponer de segundas oportunidades..- Andrea notó un destello especial en los ojos de aquella mujer - Me encanta. Lo admito.
- Es muy importante que disfrutes con tu trabajo. Tú parece que lo haces.
- Lo hago, es cierto...Pero no quiero que sea el centro de mi vida...
Andrea no estaba segura de querer saber cual era ese centro.
- He cometido errores importantes en mi vida, incluso he hecho daño a las personas que más quería...no quiero que vuelva a suceder.
-  No tienes pinta de haber hecho daño a nadie, quizás eres muy dura contigo misma..
-  No creas, Andrea, te sorprendería lo que la gente puede llegar a hacer cuando pierde el objetivo en su vida...
- Hola chicas - la voz de Carlos se filtró entre la gente que se apelotonaba en la cafetería interrumpiendo la inesperada confesión que parecía estar a punto de soltar Patricia.
Andrea notó cómo se le aceleraba el pulso. Aquel hombre tenía en ella un efecto devastador. Cerró los ojos intentando frenar la descarga hormonal que se disparaba sólo con oir su voz.
Sin embargo, lo que vió fue algo demasiado inesperado.
Estaba segura.
Carlos y Patricia habían reanudado su relación.

jueves, 14 de agosto de 2014

Andrea se metió en la ducha.
La necesitaba para aclarar las ideas.
La noche había sido...diferente.
Encontrarse a Carlos, la cena en casa de Patricia, el vino, las risas...
Tenía que admitir que lo había pasado bien.  Era el colmo. Si hasta le iba a caer bien la rubia esa...
Su piel, bajo aquellos finos ríos de agua caliente, estaba adquiriendo el color de la vasodilatación . Le gustaba así.  El vapor nacía de su poros y empañaba el cristal que enmarcaba el pequeño cuadrilátero.
Dejó que aquella sensación de placer le inundara los sentidos.
Todo en esta vida tiene un por qué.  Lo sabía.  Lo había leído en muchos manuales de esos que a ella le gustaban.
Aquella noche, estaba claro que Patricia tenía preparado algo especial para él.
Y, bajo su punto de vista, también estaba claro que Carlos no se sentía preparado para eso. Llevarla a ella era la prueba de que no se equivocaba.
Pero...
Realmente él era tan ingenuo?
Realmente el encuentro a la salida del centro aquella tarde había sido casual?
Había aceptado aquella extraña cena casi sin pensarlo. Quería estar con él. Y quería asegurarse de que no pasaba nada con ... ella.
Pero empezó a arrepentirse nada más comenzaron a pasear en dirección al apartamento.
Qué pintaba ella en aquella cena?
Para su sorpresa, Carlos encontró las palabras perfectas. Parecía algo planeado de antemano. Una agradable reunión de viejos amigos que se cuentan sus peripecias.
Nada más lejos de la realidad.
Cerró el grifo de la ducha y se estiró hasta tocar el suave algodón de su recién estrenado albornoz color pistacho.
Estaba cansada.
Se tumbó sobre las sábanas sin preocuparse de la humedad que empezaba a traspasar su envoltura algodonosa.
Cerró los ojos para poder ver mejor las imágenes de las últimas horas.
Un agradale escalofrío recorrió su cuerpo.
Fue el sueño el que consiguió lo que ella llevaba tiempo sin conseguir.
Carlos estaba tumbado con ella, los dedos entrelazados, los cuerpos fundidos.
Esa noche, al menos, ella conseguiría hacerle sentir...

domingo, 10 de agosto de 2014

No estamos solos

Patricia no entendía nada.
Allí, frente a ella, estaba Carlos....con Andrea.
No sabía qué decir. Sencillamente no era lo que esperaba encontrar cuando abrió la puerta con la ansiedad agolpándose en su garganta.
Pero ahí estaban.
Andrea con una sonrisa impostada y Carlos con la etiqueta de " lo siento" quemándole su mirada.
- Hola...
Era lo único que se le ocurrió.
- Hola - se animó a decir Carlos - Espero que no te moleste que haya venido con Andrea...
Los ojos de Patricia, inundados de decepción,  miraron a la mujer que tenía delante.
Andrea no se sentía cómoda. No quería estar allí y no sabía por qué el destino había hecho que se cruzara con él, justo esa noche...
- No os preocupéis,  hay comida de sobra para los tres...
Sonrió y los invitó a pasar.
Todo el ambiente que había creado,  y que instantes antes la hacían sentir poderosa, ahora se convertían en algo ridículo, por no decir ... humillante.
- Por qué no os sentais un momento en la terraza mientras termino de arreglar la mesa... Carlos, ya sabes donde estan el vino y las copas...
-  Necesitas que te ayude? - dijo Andrea al fin saliendo de aquel estado de obnubilación inesperado
- No, claro que no...Lo tengo casi todo terminado...- se quedó mirándola a los ojos buscando una explicación a todo lo que estaba pasando - Es mejor que te quedes con Carlos. Es como un niño perdido cuando se siente ...violento
Patricia se escondió en la minúscula cocina e imaginó cómo él servía unas copas del vino espumoso que ella había reservado para aquella velada especial.
Mientras ponía el último cubierto en la improvisada mesa para tres, Carlos se acercó a ella.
- Te encuentras bien ? - le dijo sin disimular cierta inquietud...
Ella no sabía qué decirle.
Allí estaba aquel hombre, con su mirada de niño inocente, preguntándole si estaba bien...
Decirle que acababa de arruinar el momento que ella había soñado, que acababa de echarle un montón de hielo a las brasas que consumían su instinto de tenerle...
- Estoy bien, muy bien...Vamos a cenar algo.
Sonrió y acompañó a sus invitados a la mesa.
Otro día.
Quizás...

sábado, 9 de agosto de 2014

Patricia estaba preciosa.
Bueno, era preciosa.
Habían quedado a cenar en el apartamento que ella había alquilado cerca del centro, en una de esas raras zonas residenciales que adornaban aquel pueblo con ínfulas de ciudad donde , sin saber muy bien como, había encontrado a Carlos.
Quería hablar con él. Lo necesitaba.
No estaba acostumbrada a aquello.
Era consciente de que no podría pedir nada, eso era evidente, pero...
Además, estaba ella, la tal Andrea.
Carlos le había dicho que estaba solo, que se había acostumbrado al silencio. Había domesticado sus manías y, por ahora, no tenía ganas ni tiempo, de reflejarse de nuevo en los deseos de otra persona.
Pero cuando estaba con ella, con Andrea, era diferente.
Lo había visto en sus ojos, en el ligero temblor de sus labios, en la sonrisa que le iluminaba cada vez que estaba con ella..
Conocía esos síntomas. Los había visto antes. Cuando la miraba a ella...
Entonces, él...por qué no lo aceptaba?
Andrea no parecía mala persona.
Durante las semanas que llevaba allí, había intentado hablar con ella en un par de ocasiones. Quería conocerla, entenderla...
Pero Andrea siempre parecía demasiado ocupada y ella, si tenía que ser sincera, se había alegrado con cada una de sus negativas...
Quizás era miedo de descubrir a una rival o quizás , sencillamente, no estaba preparada para aceptar que había otra mujer que luchaba a su mismo nivel...
Quería tener a los enemigos cerca...pero aún no había decidido si Andrea lo era...
Sea como fuera, la situación se prolongaba demasiado.
Esa noche se había puesto el vestido que a él le gustaba, había preparado la cena que , años atrás era la preferida de Carlos. Había adornado el austero apartamento y lo había perfumado con sus flores preferidas. Luz tenue. Susurro musical.
El sonido del telefonillo cruzó la habitación.
Había llegado.


domingo, 3 de agosto de 2014

Pasión

Te echo de menos. Sólo quería que lo supieras. Nada más que eso...
Así de simple era lo que Andrea quería decirle a Carlos.
Pero él, desde aquella conversación abortada, se mostraba más esquivo y distante.
Cómo podía un mismo momento significar cosas tan diferentes para cada persona.
Para ella, ese minuto de conversación lo había percibido como una esperanza, como un motivo más de ilusión...
Para él, en cambio, no había significado nada.
Por qué se alejaba de ella si lo único que ella deseaba era abrazarlo?
Cada mañana, al despertarse, visionaba su llegada al centro.
Ella sería la segunda en llegar. El primero, él.
Le buscaría y le diría que necesitaba hablar con él de algo muy importante. De algo que la agobiaba y que la tenía permanentemente bloqueada. De algo que creía que afectaba a los dos.
Él se acercaría a ella. Le diría que también él necesitaba contarle algo, confiarle algo.
Permanecerían de pie, frente a frente.
Sujetando el deseo de su piel por tocarse.
Latidos desbocados. Agonía.  Excitación.
Y ella, incapaz de soportarlo, se acercaría y rozaría sus labios.
Él la atraería hacia sí y le sujetaría su cara entre sus manos.
No hablarían.
Dejarían que fuesen sus manos las que buscasen el remedio a su deseo.
Liberaría sus instintos. Exploraría su cuerpo. Dedos temblorosos buscando el calor de su contacto.
Pasaría lo que hacía meses debía de haber pasado...
Una puerta  cerrada los separaba de una realidad ajena.
Eran ellos.
Sólo ellos.

sábado, 2 de agosto de 2014

Patricia

Patricia se sentía incómoda.
Era consciente de haber irrumpido sin avisar en la vida de Carlos y sabía que el pasado no jugaba a su favor. Pero había decidido arriesgar.
No le había resultado fácil decidirse.
Desde que lo dejaron o, para ser exactos, desde que ella le abandonase por aquel tipo equivocado, habían pasado muchas cosas.
Había luchado, trabajado, llorado, sufrido, triunfado, vivido...
No había tenido demasiado tiempo para pensar.
Quizás justo por eso, ahora estaba allí.
Se había empeñado en demostrar a todos que una mujer como ella, demasiado hermosa para muchas de sus compañeras y para algún que otro compañero rechazado,   podía sobrevivir sóla en un mundo lleno de competencias y duelos enmascarados.
Y, muy a pesar de la mayoría,  lo había conseguido.
A sus treinta y tantos años, Patricia era una de las neurocirujanas de mayor prestigio, no sólo de España sino también de parte de Europa.
Quizás no fue ese el objetivo que se había marcado cuando estaba con Carlos.
En aquella época,  la más feliz de su vida si lo pensaba durante unos segundos, su meta era sobrevivir.
Una pareja de médicos de familia,  recién salidos del horno, sin posobilidades de conseguir un contrato de una semana seguida...Estaba claro que el horizonte a corto plazo no era demasiado halagüeño,  pero estaba con la persona que amaba y eso era suficiente...Al menos...al principio.
Por desgracia, las tensiones, los miedos, las incertidumbres...todo aquello empezó a agrietar su mundo de fantasía.
Fueron demasiadas horas las que ambos le robaron a la construcción de su felicidad para regalárselas a la codicia y la ambición.
Cuando abrió los ojos, estaba terminando su segunda especialidad, la de neurocirugía, había  abandonado a su mejor apoyo y había sido maltratada por un perfecto idiota...
No le quedaban muchas opciones.
Luchar y completar lo que había empezado.
A Patricia, que siempre jugaba para ganar, todo aquello no hizo más que alentarla a esforzarse cada día más para ser la primera.
La recompensa no se había hecho esperar.
Tenía ofertas importantes de trabajo, proyectos, ilusión...
Pero, sin entender muy bien qué pasó,  una noche, mientras se dejaba arrastar por la pasión en los brazos de otro hombre, pronunció su nombre...
Carlos.

miércoles, 30 de julio de 2014

la búsqueda

Soy demasiado egoista?
No lo creo...
Buscar la felicidad, tal como dicen todas las guias de autoayuda, conocerse a sí mismo, buscar para qué estamos en este mundo, qué sabemos hacer...qué nos hace vibrar y fundirnos con el resto del universo...
Andrea había pasado por todo aquello...después de sentirse despreciada y humillada por aquel hombre...hacía tiempo pero siempre volvía el dolor ...periódicamente...
Había logrado ignorar su impulso de auto mutilación tras aquel fallido y ridículo intento de la playa -algo de lo que nunca había hablado con nadie - y había conseguido consolidar una rutina de seguridad y confianza en su vida...
Hasta ahora.
Había jugado a mantenerse aséptica, intocable, limpia de sentimientos...y de dolor.
Sin embargo, Carlos , como la continua e incesante gota que es capaz de horadar la firme roca, había abierto una grieta en su perfecta burbuja de cristal.
Su objetivo, su búsqueda sesgada de la felicidad, se estaba perfilando alrededor de ese hombre.
Se había convencido de que era una buena mujer, una buena persona, alguien que no tenía que esperar nada de nadie, alguien que merecía coger de este mundo todo aquello que la ayudara a ser feliz, a conquistar su particular paz interior...
Y ahora, cuando por fin estaba a punto de desnudar su alma...un fantasma del pasado amenazaba con devolverla a las inseguridades y los miedos.
Estaba dispuesta a eso?
No. Claramente, no.
Pero esa mujer, Patricia, era tan...perfecta.
Le resultaba difícil evitar la comparación.
Le resultaba más difícil aún no salir derrotada al hacerlo.
Había leído en alguna ocasión el gran error que suponía caer en eso, comparaciones absurdas de nuestro yo con cualquier otro. Cada uno es especial, cada mente está diseñada para algo, cada cuerpo posee una fortaleza...
Pero allí estaba.
Comparándose y autoculpándose por ello.
La vida no era fácil. Hubo un tiempo en el que pensó lo contrario, pero eso había quedado atrás.
Ahora sabía que tenía que luchar por subir cada peldaño.
Pero ya había dibujado su camino.
Tenía que hacerlo.

sábado, 26 de julio de 2014

Una luz...

- Cómo te va con Patricia?
Lo dijo justo cuando Carlos se giraba para irse.
No pudo evitarlo. Lo había ensayado demasiadas veces en su cabeza. Tenía que soltarlo. Tenía que saberlo.
Carlos tardó en buscar las palabras. Hablar de ella con ... ella. Se sentía incómodo, violento. Era como un niño pillado en plena travesura.
Pero él ya hacía mucho que dejó de ser niño.
Y, lo que era peor aún, aquello distaba mucho de ser un juego para él.
- Bien, muy bien....- dijo casi sin atreverse a mirarla a los ojos
- Parece una mujer estupenda...
Andrea quería parecer indiferente. Un necesario disfraz para ocultar el fuego que hacía días la estaba quemando por dentro.
- Lo es...
Carlos intentó tragar saliba. Notaba la boca seca. Quería terminar aquella conversación.
- No me habías contado nada de ella...- dijo sin darle tiempo a marcharse - Pensaba que lo sabía casi todo de tí...
Intentó reir. Se sintió ridícula. Lo suyo nunca había sido el teatro.
- Para serte sincero, Patricia pertenecía a una etapa de mi vida que creía cerrada.
Cogió aire entendiendo que no saldría de allí sin una mínima explicación.
- Me sorprendí mucho cuando me llamó después de tanto tiempo.
- Pareces feliz - intervino Andrea notando la incomodidad en su mirada evasiva
- Lo soy...Patricia ha sido alguien muy importante en mi vida...hace tiempo hubiese dado mi vida por ella...
-  Ahora no?
Aquella voz le cogió desprevenido. No había oido pasos. Miró a Andrea y comprendió que había estado demasiado cerca de meter la pata.
Patricia había entrado en su vida sin pedirle permiso. Había usado la llave que él no le había conseguido arrebatar y se intentaba acomodar de nuevo en su corazón.
Él no podía decir que no se sintiese halagado por aquello.
Era ella, la mujer que le había roto sus sueños, la que quería estar de nuevo en su camino para ayudarle a construir unos nuevos.
Pero no había decidido aún cuáles eran sus sentimientos.
Andrea, en cambio, había llegado sin querer. Un encuentro no buscado. Una necesidad tan hermosa como difícil de explicar...
Un irónico y estúpido juego en el que él no sabía a quien confiar sus fichas.
Se colgó una sonrisa y buscó a Patricia.
Andrea la miró retante.
Había oido lo suficiente...
El pasado no iba a arrebatarle su presente.
Ella no iba a permitírselo

viernes, 25 de julio de 2014

Equivocados

Se sucedieron los días.
El silencio que no era capaz de romper se reía de ella.
- Andrea, espera un momento...
Notó como algo volcaba dentro de su pecho. Un cambio de ritmo en el martillear de sus latidos. Uff! Esa voz la reconocería en cualquier parte.
Andrea, como era habitual en su forzada y nueva rutina, había llegado la primera y se dirigía a su consulta. El sonido de sus tacones era lo único que llenaba el acristalado pasillo. Fuera, en el mal aprovechado patio, un árbol de ramas muertas la miraba desde la distancia. Hubiera jurado que la entendía...
Sin embargo, no era el único que la observaba.
Carlos estaba sentado junto al mostrador de admisión. Escondido tras uno de los monitores, arreglaba los cambios de agendas de última hora.
Siempre pasaba lo mismo.
Siempre algún incidente.
Observó cómo Andrea apareció por la puerta trasera. Estaba preciosa con aquel vestido ajustado que tanto resaltaba su estilizada figura. Llevaba el pelo recogido y un color demasiado atrevido perfilaba sus labios.
Y sin embargo...
Tenía que hablar con ella. La había evitado desde que Patricia reapareció en su vida.
No sabía qué decirle.  Tenía miedo a quedarse sin palabras.
Era cierto que nada había pasado entre ellos. Eran amigos, quizás muy buenos amigos, pero nada más.  Él sentía por ella una especie de complicidad, de atracción,  que no había sentido antes por nadie...excepto por Patricia, claro. Pero Andrea, en cambio, no parecía compartir esos sentimientos.
Para ella, él no pasaba de ser un tipo agradable, uno de los muchos que seguro que había en su vida...Eso, al menos, creía él.
Sin poder sujetar las palabras, el nombre de ella salió de su boca.
Andrea se detuvo justo antes de abrir su consulta. Esperó un segundo a que sus latidos se frenasen y luego se giró buscando su voz.
Un escalofrío atravesó su espalda y notó cómo su corazón empezaba a  acelerarse de nuevo.
"Pensaba que estaba superado", se dijo a sí misma, " cómo me haces esto, corazón?"
Permaneció inmóvil en la pequeña sala de espera mientras disfrutaba de la  excitante imagen de aquel hombre acercándose.
- Buenos días,  Carlos, no sabía que ya habías llegado...
Carlos se detuvo junto a ella. Podía percibir su aroma. Podía ver el ritmico movimiento de su pecho, el latir de la sangre flueyendo por su cuerpo. Se excitó al ver los labios entreabiertos, como esperando ser besados...
Forzando a su instinto al retroceso, se apartó de ella y la ayudó a abrir la puerta.
- Es que tenía que arreglar unas cosillas...Félix se ha puesto enfermo y he tenido que repartir su agenda entre todos...No he podido hacer otra cosa
- No te preocupes, haremos lo que se pueda...le pasa algo grave?
Y perdieron ambos los minutos que siguieron.
Ella pensando en abrazarle.
Él deseando besarla.

miércoles, 23 de julio de 2014

Una ventana para Andrea: Esconderse

Una ventana para Andrea: Esconderse: Andrea estaba irritada. Irritada con Carlos, irritada con esa nueva amiga, irritada con el mundo....pero, básicamente,  irritada con ella m...

Esconderse

Andrea estaba irritada.
Irritada con Carlos, irritada con esa nueva amiga, irritada con el mundo....pero, básicamente,  irritada con ella misma.
Habían pasado varios días desde que conociera a aquella mujer y, desde entonces, nada había ido como ella había imaginado.
La tal Patricia, no sólo era una barbie último modelo, delgada, deslumbrante y hermosa, sino que también brillaba por dentro.
Eso la molestaba.
Le molestaba la perfección de aquel ser y, lo que más le escocía, le molestaba notar ese sentimiento similar a la envidia al que ella no estaba para nada acostumbrada.
Los días que siguieron  intentó, con sorprendente éxito, no cruzarse en el camino de su jefe.
Empezaba la consulta la primera, evitaba el desayuno, se escabullía realizando avisos domiciliarios...
Él no parecía percatarse de su alejamiento.
Le oía hablar con los compañeros en los pasillos, veía su moto vigilando la entrada del centro, escuchaba su risa ...
Pero nada.
Alguna vez, Patricia había asomado la cabeza por su consulta y la había invitado a un café.  Evidentemente nunca aceptó. Creía que no podría soportarlo.  Entonces, barbie se despedía con una sonrisa de cuento y la animaba a relajarse un poco en el trabajo.
- Tienes que tener tiempo para despejarte...hazme caso, te sentaría muy bien.
- Lo sé, no te preocupes, prometo aceptarte un café otro día...es que hoy estoy muy liada...
Ella los veía alejarse al final de la mañana desde la ventana de su consulta.
Carlos, que hasta ahora siempre era el último en irse, ahora parecía tener muy  buenas razones para vivir otra vida.
Era lo justo, lo lógico.
Pero...por qué no se acercaba a hablar con ella?, por qué no se había molestado en preguntarle si tenía algún problema?
Sabía muy bien que no tenía que esperar que la vida se fuese desarrollando según la trágica novela que ella se inventaba. Lo había leído en muchos manuales de autoayuda y se lo había explicado a un sinfín de pacientes.
- Si quieres algo en la vida..lucha. Si sientes dolor...comunícalo. Si sientes rabia...libérala. Pero no esperes que nadie sepa lo que sientes si tú te empeñas en aislarte...
Y eso estaba haciendo.
Se estaba dejando hipnotizar por la amarga fragancia del amor fracasado, regodeándose en el dolor de la herida a la que ella, diariamente, regaba con un poquito de sal...
Suspiró mientras aquella otra mujer se aferraba a la cintura de su compañero.  El motor se puso en marcha y pudo imaginar cómo sus cuerpos se acercaban, cómo él podía notar el latido fuerte del corazón sobre su espalda, cómo ella apoyaba la mejilla sobre sus hombros...
Lo aceptaba.
Era una mala persona.

jueves, 17 de julio de 2014

Patricia

- Buenos días,  Andrea
Andrea había sobrevivido a las dos primeras horas de consulta. Nada mejor como escuchar a los demás para darse cuenta de lo estúpidos y simples que eran sus problemas.
Ahora, sentada en la esquina del bar, saboreaba su desayuno mientras ojeaba las páginas del periódico local. Un artículo a doble hoja hacía un recorrido bastante detallado de la vida de los recién coronados reyes y, lo que era más importante para alguien ajeno a políticas y banderas,  en breve harían un viaje por las desérticas y soleadas tierras de la provincia.
" Al final conseguirán que esto se llene de turistas...", pensaba sin dejar de mirar las fotos de aquella pareja sonriente que saludaba desde un balcón.
Arrancó las pupilas de las confluentes líneas del diario para buscar esa esperada voz.
Un brillo demasiado fugaz le encendió la mirada.
De pie, junto a una de las sillas que rodeaba su mesa, estaba él....
Pero no estaba solo.
- Buenos días,  Carlos - dijo con voz demasiado nerviosa
- Tengo que presentarte a alguien ...
Carlos se giró ligeramente para que aquella mujer quedará en primer plano.
Andrea no pudo contener una nociva mezcla celos y envidia.
Junto a él, un ángel disfrazado de mujer la miraba retante.
- Me llamo Patricia - se adelantó aquella aparición - Carlos me ha hablado mucho de ti.
Andrea simuló sorpresa.
- Encantada...
Se acercó y le besó las mejillas con desgana.
- Patricia es una antigua amiga...
- Bueno, yo diría que algo más....- le interrumpió ella aferrándose a su brazo
Andrea supo en ese momento que odiaría a esa mujer.
Carlos, a todas luces incómodo con la situación,  se escabulló de las manos de su acompañante y se dirigió a la barra.
Las dos mujeres le siguieron con la mirada.
Un silencio camuflado por el jaleo de la multitud envolvió la escena.
Patricia, experimentada como protagonista, tomó las riendas.
- Un hombre estupendo...tienes suerte de ser su amiga..
- Lo sé..
La música, el entrechocar del cristal y porcelana, las risas, los comentarios frugales...
Y él, ella...ellos.