sábado, 31 de mayo de 2014

Despertar en el hospital. ¿Se puede esperar algo peor?
A Marcos, sinceramente, le daba igual.
Desde que despertó en su nueva vida, no había conocido otra cosa. Un mundo blanco, de olor a asepsia, de ruido de carritos mal engrasados, de agujas, de fonendos...
Aquella mañana,  su enfermera preferida estaba más callada de lo habitual.
Era una mujer de edad indefinida, sonrisa fácil y amplias caderas.
No sabía bien la causa, pero esa mujer le transmitia una paz inusitada. Era como un recuerdo de algo, de algo agradable.
- Pasa algo malo ? - le preguntó Marcos mientras ella se empeñaba en ajustar el incesante goteo del suero conectado a su brazo.
- No, cariño,  no te preocupes - contestó ella con su habitual tono maternal
- Pues pareces rara ...
Marcos no estaba dispuesto a dejar salir a su ángel guardian sin una explicación.
- Deberías preocuparte en recuperar tu memoria  y no de los problemas de una vuieja despistada como yo..
La mujer terminó de ajustar la medicación según la indicación escrita en la hoja de tratamiento.
- Pues yo te veo distinta...tienes algún problema en casa?
La mujer continuó su visita rutinaria por la habitación y, cuando Carlos estaba a punto derendirse, se acercó a la cama y se dejó caer sobre uno de los laterales.
Aquel peso inesperado hizo que la cama de Marcos se tambaleara y crujiera por unos segundos.
-Mi marido me ha dejado. Hemos compartido toda una vida, hemos tenido unos hijos maravillosos, hemos reido, hemos llorado...pero yo creía que éramos felices....- un silencio enturbiado con profundas y alteradas respiraciones, les unía a los dos - al parecer, la única que era feliz era yo...
- Lo siento...- Marcos no tenía ni idea de qué decir, de las palabras adecuadas para calmar aqellas situaciones de desbordada y dolorosa sinceridad
- Tú no tienes la culpa...nadie la tiene...excepto yo. He estado demasiado ciega como para darme cuenta de que él había dejado de quererme...
- No deberías culparte. Normalmente esto es cosa de dos...
La mujer sacó un pañuelo de su bolsillo y se sonó la nariz con rabia.
- Perdona, Marcos, no se que me ha pasado. Olvida lo que he dicho. No volvera a pasar.
Se levantó con la misma rapidez que se había sentado apenas un minuto antes.
Salió de la habitación sin mirar atrás. No era necesario.
Marcos volvió a quedarse solo.
Sus pensamientos iban y venian buscando algún atisbo de luz.
Perú sólo la encontró a ella.

martes, 27 de mayo de 2014

- Tienes un aspecto horrible - le dijo Carlos cuando ella se sentó junto a él durante el desayuno.
- Digamos que no ha sido mi mejor noche
Andrea llenó su taza de un humeante y poco conseguido café.
- Me lo vas a contar?
- Qué? - preguntó ella sin prestar demasiada atención.
- Lo que no te ha dejado dormir - le dijo Carlos intentando sin éxito atrapar sus pensamientos.
- Nada...bueno, nada de lo que me guste hablar
Andrea se levantó y se dirigió a un mostrador repleto de apetecibles viandas.
Lo que más le gustaba de los hoteles, desde muy niña, siempre habían sido los desayunos. Poder escoger entre diferentes panes, diferentes zumos, diferentes mantequillas...Ella, que sólo tomaba su café y una galleta, se transformaba en una voraz consumidora del buffet de desayuno.
Sin embargo, hoy aquella visión no lograba despertar sus primitivos instintos.
Escogió uno de los panes de cereales, tomate rallado y jamón.
Carlos, no se había movido.
- Es que tú no desayunas nada?- dijo mientras recolocaba los ingredientes de su catalana
- No. Yo sólo necesito un café...quizás,  más tarde, me tome algo.
Un nuevo silencio se acomodó en la mesa.
Andrea daba pequeños sorbos a aquel café mal conseguido y, de vez en cuando, mordisqueaba su bocadillo.
Había demasiado ruido para su gusto, demasiado chocar de platos, demasiado tintinear de cucharas.
No podía esperar otra cosa.
Pero ella echaba de menos la tranquilidad de su casa, de su barrio, de su pequeño pueblo.
Pasaron los minutos sin que ninguno de ellos se atreviese a romper aquello.
Al final, fue Carlos el que se decidió.
- Qué planes tienes?
Andrea lo miró pensando la respuesta.
- Tengo que quedarme unos días.  Necesito estar con él, intentar recuperarle, hablarle de su pasado...No sé si me entiendes?
- Si, te entiendo...pero hasta cuándo.  - Se acercaron a una puerta metálica que les devolvía un borroso y distorsionado reflejo de sus cuerpos - No quiero ser...desagradable, pero sabes tan bien como yo que casos como el de tu hermano son totalmente impredecibles.
Andrea pulsó el botón del ascensor y se mantuvo con la mirada perdida en el cambiante número de la pequeña pantalla.
- Puede tardar años o días...
La pesada puerta se abrió y ambos entraron en el pequeño habitáculo.
- No lo sé...- dijo Andrea por fin - Estoy confundida...Tengo que hablar con sus médicos...Luego lo decidiré.
- Me parece bien...puedo acompañarte...si quieres, claro.
- No puedo seguir abusando de tí, eres demasiado bueno conmigo. No lo merezco, créeme
- Deja que yo decida lo que creer con respe to a tí.
De nuevo, ambos se encerraron en sus respectivos pensamientos. Él pensando en ella y ella...en él.

viernes, 23 de mayo de 2014

- Por qué estamos aquí ? - preguntó Andrea
Estaba nerviosa. Hacía mucho que estaba enamorada de aquel hombre pero jamás dijo nada a nadie.
Había sido su secreto. Un secreto que le había quemado por dentro.
El era un hombre extraño, distante, enigmático.
Quizás por eso le atraía.
Pero era algo condenado antes de nacer.
Un hombre casado y una estudiante de medicina...
Definitivamente, sonaba tan mal...
Pero Andrea no podía dominar sus sentimientos. Se había dejado llevar por su sonrisa, sus brillantes ojos marrones y su adorable ironía.
Un juego inocente, creía ella. Algo que le proporcionaba una inmensa sensación de extraño placer, algo desconocido para ella hasta entonces, pero que también le ocasionaba un insoportable dolor.
Él dominaba aquello. La atraía y la alejaba. La excitaba y la despreciaba.
Pero por qué...
Había momentos en los que juraría que sentía algo por ella. Entonces se sentía tan feliz...
En otros, sin embargo, pasaba junto a ella sin mirarla, sin sonreir, sin despedirse...Y entonces, todo se le venía encima. Su conciencia, su inocencia, su error...
Forzado tiovivo del que no podía bajarse.
Y sin embargo, esa noche la había llevado a aquel hotel...Una romántica cena, un hermoso paseo y ahora...
De verdad estaba pasando todo aquello?
- Tengo que confesarte algo - dijo él
- Me estás poniendo nerviosa
Era totalmente cierto. Le había cambiado el tono de voz y , tras sus dilatadas pupilas, algo ensombrecía su mirada.
- No quiero que volvamos a vernos
Andrea no entendía aquello. Seguro que había oído mal. No podría soportarlo si fuese cierto.
Pero lo era...

martes, 20 de mayo de 2014

Andrea cerró la puerta despacio. Le daba miedo el ruido. Le daba miedo romper aquella burbuja en la que se sentía flotar.
Estaba muy cansada.
Había sido un día demasiado duro. Demasiado largo. Demasiadas sensaciones.
Se había despertado en su pequeño apartamento. Había ido a su consulta tratando de encontrar la manera de ayudar a alguien que realmente lo necesitase y, de repente, estaba en un coche, con un hombre que siempre se empeñó en ver demasiado lejano, camino de un hermano que el destino trataba de arrebatarle.
Demasiado para alguien como ella.
Alguien que hasta hace poco estuvo flirteando con la línea que separa los vivos de los muertos.
Sin embargo, Carlos la había acompañado,  la había escuchado,  la había consolado...
Por qué,  entonces, le hacía eso?
Por qué la había traido a aquella habitación de hotel?
Aquel sitio...
Al principio no se había fijado. Una pequeña recepción,  aquel timbre sacado de una película antigua, las cortinas recogidas de aquella manera tan estudiosamente descuidada...
Pero ahora, la visión de aquella ventana la había golpeado por sorpresa.
Se acercó,  asustada de lo que pudiese encontrar tras el invisible cristal.
Era la misma callejuela que, años atrás,  la había visto suplicar amor al hombre equivocado, al hombre que le enseñó lo que puede doler la indiferencia...
El reflejo de unos ojos empañados de lágrimas, que la miraban desde la oscuridad de la noche, la hizo retroceder con el cuerpo envuelto en una convulsión de dolor y náusea.
Aquella niña había desaparecido.
El destino, entre otros, la había obligado a marcharse.
Y ahora, ese mismo destino la llevaba de vuelta...

lunes, 19 de mayo de 2014

Marcos estaba inquieto.
La visita de aquella mujer le había puesto nervioso.
Le aseguró que era su hermana, bueno, su hermanastra. Había sido adoptado por los padres de la joven cuando era un niño, tras encontrarlo medio perdido en un parque de atracciones de París.
Le había dicho que era un niño feliz y divertido.
Que habia crecido sano y rodeado de amigos. Que era cabezota y descarado. Y que era el mejor hermano que nadie podía tener.
No recordaba nada de aquello.
Para él,  era sólo la historia de alguien a quien no conocía.  Alguien que había vivido una vida que debía ser suya. Alguien que, por alguna razón,  se negaba a volver.
Le hubiese gustado mucho haber reaccionado ante las historias de ella.
La veía tan angustiada....
Él, en cambio, estaba resignado. Había pasado del aturdimiento y la desesperación a la obligada aceptación.
Los médicos no le prometían nada.
Quizas pocas personas tenían la misma suerte que él.
Tenía una segunda oportunidad. Sea lo que sea que hiciera en la otra vida, ahora tendría que empezar de cero.
Y, si era cierto lo que la mujer le había dicho esa tarde, seguro que lo conseguiría.
Pero, por ahora, tenía que esperar.
Sus fracturas aún no habían cicatrizado lo suficiente y su masa cerebral seguía demasiado inflamada. Era posible que tuviera episodios epilépticos o algo parecido. La última prueba que le habían realizado no eran muy esperanzadoras y los médicos, quizás con excesiva cautela, no querían que saliera de allí.
De todas formas...no sabría adonde ir.
Aunque quizás.... ahora sí.

viernes, 16 de mayo de 2014

- Laura, por favor, tienes que descansar un rato
Carlos tenía una mirada suplicante.
Habíamos cenado en un moderno restaurante en la zona nueva del puerto de Málaga.  Agradecí aquella noche tranquila. No hablamos demasiado. Yo estaba demasiado cansada, tenía la cabeza llena de recuerdos y el corazón me latía de una forma extraña.
No tenia ganas de ir al hotel. Quería pasear, sentir el aire fresco en la cara, recorrer despacio el parque, las calles...
Todo estaba igual que años atrás,  cuando me alejé de todo asustada y herida.
Casas señoriales dibujando estrechas calles, balcones vacios con ventanales de madera repintada, farolas con luz tenue incitando al romance...
Ahora, en cambio, la persona que me acompañaba era muy distinta.
Lo miré medio a escondidas.
Era un hombre atractivo. Quizás el más atractivo que había conocido. Aunque tampoco es que hubiese conocido a demasiados. Llevaba el pelo medio revuelto y una barba descuidada de varios días. Nunca me habían gustado los hombres con barba, pero tenía que reconocer que a él le sentaba bien.
Desvié la mirada cuando él buscó mis ojos.
- Pareces cansada - dijo sujetándome las manos y obligándome a detener mis pasos.
- Lo estoy - dije sin poder disimular un bostezo
- Venga, vamos a descansar un rato. He reservado un par de habitaciones en un hotel aqui cerca
- Carlos...no tenías que haberlo hecho...ya has hecho demasiado por mí
- No te creas tan importante - me dijo con una medio sonrisa - . Lo he hecho por mí . No soportaría una mala noche en una sala de espera de hospital.
Le devolví la sonrisa.
Definitivamente aquel hombre era diferente a los que acostumbraba dejar entrar en mi vida. Quizás,  sólo quizás,  esta vez sería diferente y no me había fijado en una fachada vacía.
El silencio nos condujo hasta un antiguo hotel reformado en pleno centro. Una recepción animaba a los clientes a explorar el interior.
Maderas, cristales y materiales color ámbar.
Esperé a que Carlos diera nuestros datos y me dirijí hacia el ascensor.
Una quinta planta. Unas vistas estupendas, le había asegurado el joven de la recepción.  Seguro que ni se imaginaba que nuestra noche de hotel nada tenía que ver con el placer. Ojalá.
Lástima que no fuese así.
Cuando entré en mi habitación,  la sorpresa despertó mis sentidos.

lunes, 12 de mayo de 2014

Cuando Andrea salió de la habitación, Carlos se acercó a ella.
Le temblaba la barbilla, tenía los ojos rojos y un gesto torcido en los labios.
Carlos no dijo nada. Le pasó el brazo por la cintura y atrajo su cuerpo hacia el suyo.
Andrea agradeció el contacto.
Ver a su hermano allí, perdido, había sido demasiado para ella.
Le dolían los ojos. Estaba demasiado cansada. Necesitaba despertar de aquella pesadilla.
Carlos insistió en buscar algún lugar para cenar algo.
No se había dado cuenta, pero hacía rato que las estrellas dominaban la oscuridad.
Aceptó más por no discutir que porque realmente tuviese apetito.
El coche recorrió sin prisa el centro de aquella ciudad. No había cambiado demasiado desde la última vez que paseó por sus calles. El silencio dió paso al ruido de bares, a los colores de los puestos callejeros, al lujo de los escaparates y a las risas de los transeúntes.
Málaga se había transformado.
Aquel viejo espacio, lleno de contenedores olvidados y cajas amontonadas, se había convertido en uno de los lugares con más vida de la capital. Una mezacla de glamour y cotidianidad. Una fantasía acercada a la mano de los soñadores.
Y al fondo, sobresaliendo entre las velas de las embarcaciones de lujo, la catedral y la alcazaba, con su tenue y amarillenta iluminación,  vigilaban su ciudad, su pueblo, su gente...
Andrea, sobrecogida aún por las escenas de la tarde, no pudo evitar sentirse nostálgica con aquella visión.
- Estás mejor?- preguntó Carlos cuando por fin el camarero los dejó a solas
-  Sí,si..no te preocupes ...
- Ya te he dicho antes que eres una pésima mentirosa...
Andrea se limitó a sonreir.
No estaba bien. Eso era imposible.
Pero, allí, con aquel hombre, si cerraba los ojos, juraría que se sentía feliz.
Cómo podía disfrutar en un momento así?
Su hermano no se lo merecía...lo malo es que ella tampoco.

jueves, 8 de mayo de 2014

- Hola- le contestó Marcos a la chica que acababa de entrar en la habitación.
La joven parecía triste, quizás nerviosa. No sabría decir qué proporción había de una cosa y de otra.
- Nos conocemos? - preguntó rompiendo el silencio que, no sabía por qué, le resultaba tan incómodo.
Aquella mujer parecía perdida. Sus vidriosos ojos recorrieron la habitación buscando algo que Marcos desconocía. Finalmente, pareció armarse de valor y se sentó en la única silla que había en la estancia.
- Hola, Marcos. Soy Andrea, tu hermana, me recuerdas ?
Marcos no supo que decir.
De verdad era su hermana?
Por qué no la recordaba?
Una punzada golpeó su sien derecha.
- De verdad no te acuerdas de nada? - continuó ella
- Me temo que no...no recuerdo ... has dicho que te llamabas Andrea?
- Si...te dice algo mi nombre?
- No...lo siento...llevo días intentando recordar, pero los médicos no me aseguran que pueda conseguirlo...
Marcos se sentía irritado.
Irritado con el mundo por haberle hecho eso. Irritado consigo mismo por no lograr traer sus recuerdos.
Y ella.
Al menos era una esperanza. Podría contarle cosas, enseñarle fotos, cartas...en las películas eso funcionaba...la mayoría de las veces.
- Vas a ayudarme? - aquello parecía una súplica.
- Por supuesto. Estoy convencida de que lograremos salir de esta...siempre has sido muy testarudo...- una chispa pareció cruzar sus pupilas.
Un nuevo silencio envolvió a los dos hermanos.
Hablaron durante largo rato. Ninguno parecía ser consciente del paso del tiempo. En realidad, el tiempo se había detenido para ellos.
Por desgracia, no lo había hecho a tiempo.
Justo antes de llevarse a su hermano.

miércoles, 7 de mayo de 2014

No me esperaba aquello.
Marcos, ese niño grande de mirada chispeante y sonrisa fácil, no estaba allí. En su lugar, aquella persona, físicamente idéntica, pero sin recuerdos, sin historia, sin nada...
Los médicos, el traumatólogo primero y el neurólogo después,  nos habían comentado la situación.
Un accidente, aún sin explicar, había conducido a aquel hombre al hospital. Llegó inconsciente, con el cráneo hundido  y con signos claros de fracturas en varias partes de su cuerpo. .
Tardaron varia horas en quirófano. Dieron forma a lo que lo había perdido y pusieron en manos de la ciencia lo que algún Dios había soltado.
No pensaban que pudiese sobrevivir, pero aquel joven, sin quererlo, no estaba dispuesto a irse.
El pago por su esfuerzo....sus recuerdos.
Cuando por fin abrió los ojos después de la cirugía, Marcos no sabía dónde estaba ni porqué.
Sentía frío y un extraño dolor lo mantenía paralizado.
No reconocía nada. No recordaba nada.
Personas vestidas con batas blancas se acercaban a él. Le miraban disimulando la sorpresa y anotaban cosas en unas carpetas desgastadas. Uno tras otro pasaron junto a su cama. Ninguno le dijo nada.
Andrea había rezado porque todo aquello fuese un maldito error.
No sería la primera vez que la policía se equivocaba en la identificación de personas.
Incluso había rezado.
Pero al entrar en aquella habitación, un profundo golpe la dejó paralizada.
Esta vez, Dios tampoco la había escuchado.

domingo, 4 de mayo de 2014

Marcos no entendía nada.
Recordaba la noche, la carretera mal iluminada, la tristeza...
Pero no sabía cómo había llegado allí. Realmente no sabía donde estaba.
Era una habitación blanca, demasiado blanca para su gusto, una persiana torcida colgaba desde el interior de la ventana impidiéndole casi por completo la visión del cielo.
Tenía unos tubos conectados a su brazo y un líquido transparente goteaba desde la botella que colgaba junto a la cama.
En su pecho, rapado, unas pegatinas sujetaban unos cables que llegaban hasta un extraño monitor que no dejaba de emitir sonidos cada vez que se movía.
Sábanas blancas, cortinas blancas, paredes blancas...
No tenía noción del tiempo, pero una enfermera le había dicho que llevaba allí varios días.
No lo recordaba.
Y, lo peor de todo, no recordaba nada de nada. Tampoco su nombre.
Tenía vendada la cabeza y  un dolor horrible le atravesaba el pecho cada vez que respiraba.
En la pequeña pantalla de la televisión un hombre no paraba de dar malas noticias.
Suspiró hondo aguantando el dolor y dejó que su mirada se perdiera en el techo.
Debía ser la hora de comer. El sonido de bandejas y el aroma a comida mal definida llegaban hasta él desde el pasillo.
Pero él no tenía hambre. Sólo náuseas y dolor. Eso y silencio.
De pronto, la puerta se abrió y en vez de la bandeja de comida, una mujer joven y guapa entró en la habitación.
Llevaba el pelo recogido pero unos mechones rubios le caían sobre los ojos. Parecía triste.
- Hola...


jueves, 1 de mayo de 2014

 Una mujer de estatura media, pelo excesivamente rizado y gafas de pasta enmarcando unos malperfilados ojos negros, me miraba desde su silla.
En aquel despacho, frío, una estantería y una mesa ahogada en folios mal colocados, eran el único mobiliario decorativo. Si es que  a aquello podía llamarse decoración.
María José, que así se había presentado aquella mujer, era una de las enfermeras de la planta de traumatología. Nos había llevado allí para explicarnos la situación...
Me sentía incómoda, un mal presentimiento me vigilaba desde aquella visita de la policía al centro de salud.
- Usted es su hermana...señora ...Andrea ?
Yo no estaba acostumbrada a estar a este lado de la conversación.  Generalmente yo tenía el rol de  médico.  Yo daba las noticias. Buenas o malas. Y esta nueva posición no me gustaba.
- Sí, sí...soy su hermana...dónde está?
Un gran ventanal dejaba pasar demasiada luz. Motas blanquecinas flotaban por la habitación sin encontrar sitio libre donde esconderse. Nubes blancas manchaban el perfecto cielo. Sonidos de aves, crujir de ramas, claxones demasiado cercanos...
- Marcos ha tenido suerte - dijo por fin aquella mujer - cuando lo trajeron pensábamos que no superaría la primera noche...
Se quedó en silencio.
No sabría decir si, por un momento, aquella enfermera salió de la habitación.
- Pero, sorprendentemente, sobrevivió
- Discúlpeme, no quiero ser grosero, podríamos hablar con el médico que le atiende o, si es posible, nos podrían dejar verle?...
Me sorprendió la voz de Carlos.
Creo que a ella también.
- Sí, por supuesto, podrán verle y el doctor ya está avisado de que ustedes están aquí. No tardará en llegar.
La mujer nos miró desde detrás de sus graduados cristales.
- Se lo agradecemos...es que aún nadie nos ha contado lo que ha pasado...
Carlos había asumido el mando de la situación. Yo me sentía demasiado agotada para hablar y pensar. Dejé que fuese él quien hiciese las preguntas.
- Yo...bueno, no sé si debo decirles yo esto...- susurró María José - ha sido un terrible accidente...
Se levantó de detrás de su mesa y colocó una silla junto a la nuestra.
- Un accidente muy extraño también...la policía cree que ...bueno...que él...
El sonido de la puerta abriéndose y de unos pasos entrando en la habitación, hizo que desviásemos la mirada.
Una arrugada bata blanca se acercó a nosotros.
- Buenas tardes - dijo tendiéndome su mano - soy el doctor Andrade, traumatólogo de guardia.