sábado, 31 de enero de 2015

Ahora, no

No podía creerlo.
Qué hacía allí Alberto?
- Andrea, estás bien?
No podía estar pasando. No. Ahora, no...
- Andrea...
- Perdona, Alberto, no sabía que ibas a venir...
Andrea, incómoda y molesta, no se atrevia a mirar a Carlos.
Había intentado decirle algo ...
- Perdón - interrumpió él - soy Carlos, un amigo de Andrea.
Se levantó y estrechó la mano de aquel intruso. No sabía porqué pero no le gustaba.
- Encantado - respondió el recién llegado- yo soy Alberto, su...
Miró a Andrea sin saber muy bien cómo definir lo que había entre ellos. No le apetecía meter la pata.
- Perdón,  soy una mal educada...Carlos este es Alberto, un viejo amigo de la facultad y que, ahora por alguna buena razón, los ángeles han puesto en mi camino para conseguir que yo pueda seguir  caminando.
Sonrió intentando controlar la rabia que le crecía en lo más profundo de su ser.
- Bueno, no quiero interrumpiros...he venido con unos compañeros a tomar un café rápido...lo dicho, encantado - Alberto volvió a estrechar la mano de ese hombre al que, de alguna manera, sentía como rival - Andrea ya te llamo luego.
Se agachó y sin pensarlo depositó un beso en los labios de ella.
Se quedó paralizada. No sabía si abofetearle o llorar.
El ruido volvió a inundarle los oidos.
Carlos seguía sentado frente a ella. La miraba. Pero de otra manera.
Había vuelto a sujetar la taza de café. Ya estaría frío. Así no le gustaba.
Era un desastre. Todo estaba mal.
Intentó que la piel de su mano tropezara con la de él.
Pero Carlos esquivó el contacto.
Por qué no le decía nada?
Por Dios, necesitaba que le dijese algo...
- Parece un buen tipo - dijo al fin intentando pasar por alto lo que acababa de ver.
- Lo es..es una gran persona
Sintió la piel de sus dedos junto a los suyos. No se rozaban. Sólo estaban tan cerca...
- Carlos...ibas a decirme algo...
No podía soportar aquello. Necesitaba tocarlo, decirle que no quería seguir lejos de él, que no había nadie más en su vida...
- No era nada importante... al menos, ya no.
Se tomaron aquel desayuno viviendo de conversaciones ajenas. Ninguno se atrevía a confesar que no podían ser amigos, sólo amigos...
- Te he echado de menos, no imaginas cuánto...
Andrea levantó la mirada.
- Y yo a tí también...
Una lágrima nerviosa, empezó a deslizarse por su mejilla.

domingo, 25 de enero de 2015

Te echaba de menos

Buscó aquel sonido, aquella voz.
Notó cómo todo lo que había ensayado quedaba atrás.
Se borraron los reproches, se escondieron las lágrimas precozmente derramadas...
Sencillamente...él.
-Qué te ha pasado?
Carlos se adelentó a besarla. No quería que ella se moviese.
Verla allí, después de tanto tiempo...tan hermosa, tan real...tan herida.
Andrea tuvo que forzarse a desviar la mirada. 
Sus pupilas, por fin, habían encontrado su reflejo.
- Una caida tonta, ya ves...sigo siendo un desastre.
- Pero por qué no me avisaste? Hubiese venido a ayudarte...
Carlos, totalmente abrumado, no sabía cómo confesarle que hubiese hecho lo imposible por haber estado con ella, por evitar su dolor, por curar sus heridas.
- Para qué? Que podías hacer?...nadie podía hacer nada...excepto el traumatólogo, claro, que tuvo que enderezar el destrozo que me hize en las escaleras del metro..
Andrea no pudo evitar un escalofrío al recordar el dolor de aquel momento.
- Pero, Andrea, somos amigos...
Amigos...lo había vuelto a decir...ella no quería ser su amiga, al menos, no quería ser sólo eso. Pero estaba claro que él no opinaba lo mismo.
- Tenia a Marcos - continuó sin querer escuchar aquellos pensamientos que tanto la molestaban  - El ha sido un gran apoyo. No lo esperaba, la verdad, pero ha resultado ser un enfermero muy habilidoso y paciente...
Un camarero elegantemente vestido se acercó a la mesa.
A su alrededor, ruido de risas, de conversaciones banales, de tazas resbaladizas...
Carlos no podía dejar de mirarla. 
Empezaba a no preocuparle demasiado ser honesto. Al menos, con ella.
- Y cómo lo llevas? La fractura...debes de tener aún bastante dolor...No me lo tomes a mal, pero esa pierna tiene una pinta regular...
Andrea se miró aquellos hierros que aún le atravesaban la piel. Sí, aún le dolía. Pero eso ya no era nada...
- No me quejo, en serio...no estoy mal. He tenido suerte. El trauma ha resultado ser un antiguo amigo de la facultad...muy buen tío.
- Me alegro mucho...
El silencio se acomodó entre ellos.
Tenían tanto que decirse...
Andrea se aferraba a la humeante taza buscando la forma de contarle sus sentimientos.
Carlos jugueteaba con el sobrecillo del azúcar sin dejar de pensar en lo mucho que quería a aquella mujer
- Tengo que confesarte algo...
- Hola, Andrea, qué casualidad!!!
Alberto, de pie junto a la mesa, les miraba con curiosidad.


domingo, 11 de enero de 2015

Dos meses

Llevaba casi dos meses sin verle.
Casi dos meses desde aquella poco elegante huida.
No había dejado de pensar en él. No había dejado de escuchar su insinuante voz a cada momento. No había dejado de ver su sonrisa cada vez que cerraba los ojos...
Le resultaba demasiado difícil.
Pero estaba aprendiendo a mirar hacia otro lado, a susurrar canciones que ocultasen los inoportunos recuerdos, a vivir sin necesitar sentir su respiración...
Incluso había decidido darle una oportunidad a una nueva ilusión.
No era lo mismo. Lo sabía.
Pero ya era mayor para pasiones incontroladas, noches de insomnio y momentos febriles ahogados en la soledad de la habitación...
Tenía que tomar un camino seguro, tranquilo.
Y ese era Alberto.
Sin embargo, había quedado con él.
No pudo decirle que no. No quiso hacerlo.
Tenía miedo de presentarse ante él como una inválida. Odiaba aquellas muletas que irremediablemente necesitaba para caminar. Pero no podía dejarlas atrás.
Incluso había pensado llevarse a Marcos, su hermano, para que la protegiese de sí misma.
Pero, por alguna extraña razón que aún ella no controlaba, estaba allí sola.
Había quedado en una cafetería del centro de la ciudad. Era un sitio de esos recién reformado, con el toque de modernidad justo para no borrar la historia que tantos años habían escrito en sus paredes. Le gustaba el olor a café recién hecho, a tostadas humeantes, mantequilla derretida y zumo de naranja...
Llegó pronto y buscó una mesa libre en el fondo del local.
A aquellas horas siempre estaba todo lleno pero, por una vez, no se arrepentía de aquella pinta de inválida incapaz de mantenerse en pie. Una muchacha que sujetaba algún aparato electrónico entre sus finos dedos, se levantó al verla y le cedió su mesa.
Estaba nerviosa.
Notaba las palmas de las manos húmedas y temblorosas. La respiración acelerada y un corazón luchando por encontrar su ritmo.
Aquello no le gustaba.
Se concentró en notar cómo el aire caliente del local entraba y salía de sus pulmones. Uno,dos,tres..inspiro
Intentaba poner en práctica aquellas técnicas de relajación que alguna vez le habían explicado.
Un,dos,tres..espiro...
- Hola... Andrea...